Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Sánchez rearma la mayoría de Gobierno el día que Feijóo pide una moción de censura
Miguel esprinta para reabrir su inmobiliaria en Catarroja, Nacho cierra su panadería para siempre
Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

El talón de Aquiles del tesorero

Se conocieron en el trabajo, a principios de los años 80, en la sede recién estrenada de Alianza Popular en la calle Génova de Madrid. Él, Luis Bárcenas, era administrativo, un recién licenciado en Empresariales que había llegado al partido gracias a la amistad de su padre con el entonces tesorero, Ángel Sanchís. Ella, Rosalía Iglesias, trabajaba como secretaria, a las órdenes de Jorge Verstrynge, el número dos de AP.

Luis Bárcenas y Rosalía Iglesias se casaron en París. Fue en 1989. Ella tenía 29 años, el 32. Sólo unos pocos amigos asistieron a la boda, a la que parte de la familia de Bárcenas se oponía. Era su segundo matrimonio y sus padres, muy conservadores, no aprobaban que su hijo se divorciase de su primera esposa. El padre de Bárcenas pidió a su amigo Ángel Sanchís que hablase con su hijo para convencerle de que era un error. Cuenta Sanchís que lo intentó, pero que fue imposible. “Ya que no podía hacerle cambiar de opinión, decidí que era mejor ponerme al frente de la manifestación, y por eso les acompañé a la boda hasta París”.

Si Bárcenas tiene una gran debilidad, ésa es su esposa, Rosalía; “Rosa”, como la llaman sus amigos: una leonesa de Astorga que se ha convertido a su pesar en una de las piezas clave de una trama de corrupción que va mucho más allá de su propio matrimonio, que afecta al corazón mismo del Partido Popular.

“Si hablas, tu mujer irá a la cárcel”, asegura el extesorero del PP que le transmitieron dos abogados desde el entorno del PP pidiéndole su silencio cuando aún no había confirmado que era el autor de esas notas manuscritas con todos los secretos de la contabilidad en negro del PP. Aún guarda munición, y ha sido el miedo a que su mujer pudiese acabar en prisión lo que ha frenado que el extesorero disparase todas sus armas contra el PP.

Parte de la documentación más comprometida está fuera de España. Luis Bárcenas ha escondido bien sus mejores cartas, no quiere que le pase lo mismo que a Bárbara Rey. Son grabaciones, documentos..., esa “constancia documental” de la que su abogado, Javier Gómez de Liaño, habla a cada ocasión para que entienda quien lo tiene que entender.

Cada declaración que Luis Bárcenas tiene en la Audiencia Nacional es un mal trago para el PP. No sorprende que Rajoy haya guardado la carta del candidato a las europeas para estos días, unas pocas horas antes de una cita judicial que puede dar mucho de sí. No sólo por él, también por ella: serán interrogados ambos, Luis Bárcenas y su esposa. Y como el extesorero del PP debería saber, conviene acudir a esas citas con una mochila con una muda de ropa cómoda, no vaya a ser que alguna de las acusaciones decida pedir el ingreso en prisión.

Si Rosalía va a la cárcel, ¿qué otra cosa tendría Luis Bárcenas que perder?

Se conocieron en el trabajo, a principios de los años 80, en la sede recién estrenada de Alianza Popular en la calle Génova de Madrid. Él, Luis Bárcenas, era administrativo, un recién licenciado en Empresariales que había llegado al partido gracias a la amistad de su padre con el entonces tesorero, Ángel Sanchís. Ella, Rosalía Iglesias, trabajaba como secretaria, a las órdenes de Jorge Verstrynge, el número dos de AP.

Luis Bárcenas y Rosalía Iglesias se casaron en París. Fue en 1989. Ella tenía 29 años, el 32. Sólo unos pocos amigos asistieron a la boda, a la que parte de la familia de Bárcenas se oponía. Era su segundo matrimonio y sus padres, muy conservadores, no aprobaban que su hijo se divorciase de su primera esposa. El padre de Bárcenas pidió a su amigo Ángel Sanchís que hablase con su hijo para convencerle de que era un error. Cuenta Sanchís que lo intentó, pero que fue imposible. “Ya que no podía hacerle cambiar de opinión, decidí que era mejor ponerme al frente de la manifestación, y por eso les acompañé a la boda hasta París”.