No fue solo una especulación de la prensa. En la tarde del jueves, mientras Aitor Esteban explicaba en la tribuna su apoyo a la moción, parte del personal del BOE hizo guardia por si había que publicar una edición especial: la dimisión del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Estaban movilizados porque esa posibilidad fue real y durante algunas horas, en esa tarde, el entonces presidente la sopesó.
¿Por qué Rajoy descartó su dimisión? ¿Por qué no recurrió a esta salida que le pedía gran parte de la derecha y que habría cerrado el paso de Pedro Sánchez a La Moncloa? En el PSOE, cuando fueron conscientes de que los votos les podían dar, desde la última hora del martes, este era su mayor temor. Por eso Sánchez arrancó su discurso pidiendo él mismo la dimisión. Era una jugada ganadora. Si pasaba, al menos podría decir que era por su presión. Y si no dimitía, Sánchez llegaba a La Moncloa y conjuraba el principal argumento en su contra: que solo le interesaba el sillón.
Rajoy pudo dimitir y no lo hizo. Muchos en la derecha nunca se lo perdonarán. Porque la verdadera razón no fue la que explicó María Dolores de Cospedal, cuando argumentó que el PP no tenía el apoyo suficiente en el Congreso para una nueva investidura. Era mentira porque era Rajoy, y no el PP, quien ya no tenía los apoyos suficientes. Otro candidato conservador menos manchado de corrupción sí habría podido tener posibilidades de sumar los votos necesarios, y en Ciudadanos aseguran que ni siquiera se exploró esa opción. Nadie de la dirección del PP –tampoco Mariano Rajoy– llamó a Albert Rivera para preguntar si apoyaría la investidura de otro presidente del PP.
En caso de dimisión, ¿lo podría haber intentado Sánchez? Sin duda, aunque con menos opciones de éxito, porque el presidente de la caja B ha sido el mejor argumento a su favor. Sin Rajoy como única alternativa, los votos de la investidura habrían sido más difíciles de lograr.
Si Rajoy hubiera dimitido, las opciones más probables habrían sido dos: otro presidente del PP o la repetición electoral. Y por eso Rajoy ni dimitió ni sondeó con Ciudadanos esa posibilidad. Porque era una decisión humillante, y él cree que no había razones para dimitir. Porque siempre pensó en él, más que en el futuro de España o el del PP. Y porque solo Ciudadanos, aupado en las encuestas, tiene hoy prisa por que se vuelva a votar.
La intervención de Rafael Hernando, más dura imposible, deja claro cuál es la nueva estrategia del PP. La misma receta que ya probaron Felipe y Zapatero: leña al mono hasta que cante en inglés. No descarten que Rajoy –“la vida es resistir”– intente incluso aguantar.