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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La España del naufragio

“La literatura no está para hablar de buenos y malos, está para otras cosas más complejas, como el mal que anida en nosotros, el bien, nuestras contradicciones, nuestros remordimientos... De cómo y por qué se mueven las cosas y las personas”. La frase es de Rafael Chirbes, probablemente el mejor escritor español de la última década, autor de dos obras maestras imprescindibles para entender qué ha pasado en España en estos últimos años: Crematorio y En la orilla (ambas traducidas al italiano). Son dos premiadísimas novelas que cuentan una misma historia, tan compleja como el mal que anida en nosotros: la de la corrupción política, sus causas y sus consecuencias. Crematorio, la primera, es el pasado: los años de la España rica, el milagro económico, y el boom de la construcción y la burbuja inmobiliaria. En la orilla, la España del presente: lo que dejó en la playa el naufragio de la crisis, la resaca de los años de vino y rosas.

El protagonista de Crematorio es Rubén Bertomeu, un constructor, corruptor de mayores; un empresario millonario que, gracias a los sobornos y las recalificaciones de terrenos para edificar apartamentos en la costa española, ha levantado un pequeño imperio, lleno de miserias, lealtades y traiciones. Es un anciano que vive rodeado del lujo más hortera y está casado en segundas nupcias con una belleza varias décadas más joven. Todo su entorno –su familia, los políticos a los que compra, sus empleados, los vecinos de su ciudad...– en el fondo le desprecian, pero todos ellos viven de él, de sus desmanes. Son cómplices de esa misma putrefacción que repudian, del mismo modo en que también lo son los ciudadanos que votan al político corrupto, o que miran hacia otro lado. “El personaje simboliza la idea de que no hay clase inocente, de que nadie goza de nada inocentemente y de que alguien tiene que pagar siempre por la culpa”, dice de Bertomeu el propio Chirbes en una entrevista publicada en el diario El País.

Crematorio sitúa a Bertomeu en una ciudad mediana del levante español, en la Comunidad Valenciana: la zona cero de la corrupción política española. Es el mejor lugar para ambientar esta novela. Esa autonomía es la misma donde se construyó un aeropuerto, el de Castellón, que lleva varios años terminado pero aún no ha recibido el primer avión. Es el mismo lugar con un Parlamento donde una quinta parte de los diputados elegidos en las últimas elecciones han sido imputados por casos de corrupción. Es la misma Comunidad Valenciana donde un cacique local –Carlos Fabra, expresidente de la Diputación de Castellón– acaba de entrar en prisión después de un proceso penal que se alargó durante más de una década porque todos los jueces 'dimitían': hasta nueve magistrados pasaron por el caso hasta que por fin llegó la sentencia.

Allí, en la costa mediterránea, un alcalde tenía en su lápiz la capacidad de hacer ganar una fortuna. Bastaba con trazar una línea en un mapa, declararlo legalmente como urbanizable, para que un terreno, que hasta entonces solo servía para cultivar naranjas, se convirtiese en una mina de oro a través del ladrillo. Ese poder arbitrario de la política dio como fruto la corrupción, de la que bebieron en España decenas de Bertomeus.

Crematorio, sin embargo, no es solo una historia de empresarios siniestros y políticos corruptos. Esa es la excusa para hablar de algo mucho más universal incluso que la propia corrupción política: de la traición de los principios. “Lo que se quiere contar aquí –explica Chirbes– es cómo nuestra modernidad, lo que se suponía que íbamos a traer detrás del franquismo, ha dado como fruto esta especie de planta venenosa que nos asfixia. La novela trata también de si los ideales se han cumplido o no, y de la deriva de los individuos”.

Tras la fiesta de la corrupción, a España llegó la resaca. La culpa y las consecuencias de los gozos nada inocentes del despilfarro y la burbuja inmobiliaria pasaron factura. Es la historia de En la orilla, probablemente la mejor novela española sobre la crisis económica. No hay continuidad de personajes entre Crematorio y En la orilla, aunque claramente esta novela funciona como una segunda parte de una misma gran obra de Rafael Chirbes. Los protagonistas son varios parados en una ciudad en la costa, hundida por la crisis, y el patrón que los mandó a la calle. Ambas novelas utilizan una técnica narrativa de gran complejidad en la que Chirbes es maestro: el monólogo interior. Al igual que en Crematorio no hay trama al uso, aunque sí una compleja historia que se construye a retazos en la memoria de sus protagonistas.

¿Qué ha pasado en España? ¿Que ha sucedido para que los políticos –“la clase política”– aparezca como uno de los primeros problemas de los españoles en las encuestas y nuevos partidos, como Podemos y ahora Ciudadanos, hayan irrumpido con tanta fuerza? ¿Cómo explicar la situación de un país con el récord europeo de desempleo, el hartazgo de una sociedad, los errores y los crímenes que llevaron a este naufragio? No es solo una historia de buenos –los ciudadanos– y malos –los políticos–, ni tampoco una sucesión de datos; no se puede explicar en un artículo de novecientas palabras en el periódico. Para saber los detalles de lo que pasa en España o en Italia o en Grecia está la prensa. Para entender ese mal, que anida entre nosotros, hay que recurrir a la literatura.

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Acaban de publicar en Italia la traducción de mi primera novela, 31 noches. Estuve en Milán la semana pasada y en el Corriere della Sera me pidieron un artículo, este texto, donde hablase de algún libro que me gustase especialmente. Escogí dos: 'Crematorio' y 'En la orilla', ambos de Rafael Chirbes. El artículo está escrito para lectores italianos, pero espero que también os haya interesado a vosotros.31 noches

“La literatura no está para hablar de buenos y malos, está para otras cosas más complejas, como el mal que anida en nosotros, el bien, nuestras contradicciones, nuestros remordimientos... De cómo y por qué se mueven las cosas y las personas”. La frase es de Rafael Chirbes, probablemente el mejor escritor español de la última década, autor de dos obras maestras imprescindibles para entender qué ha pasado en España en estos últimos años: Crematorio y En la orilla (ambas traducidas al italiano). Son dos premiadísimas novelas que cuentan una misma historia, tan compleja como el mal que anida en nosotros: la de la corrupción política, sus causas y sus consecuencias. Crematorio, la primera, es el pasado: los años de la España rica, el milagro económico, y el boom de la construcción y la burbuja inmobiliaria. En la orilla, la España del presente: lo que dejó en la playa el naufragio de la crisis, la resaca de los años de vino y rosas.

El protagonista de Crematorio es Rubén Bertomeu, un constructor, corruptor de mayores; un empresario millonario que, gracias a los sobornos y las recalificaciones de terrenos para edificar apartamentos en la costa española, ha levantado un pequeño imperio, lleno de miserias, lealtades y traiciones. Es un anciano que vive rodeado del lujo más hortera y está casado en segundas nupcias con una belleza varias décadas más joven. Todo su entorno –su familia, los políticos a los que compra, sus empleados, los vecinos de su ciudad...– en el fondo le desprecian, pero todos ellos viven de él, de sus desmanes. Son cómplices de esa misma putrefacción que repudian, del mismo modo en que también lo son los ciudadanos que votan al político corrupto, o que miran hacia otro lado. “El personaje simboliza la idea de que no hay clase inocente, de que nadie goza de nada inocentemente y de que alguien tiene que pagar siempre por la culpa”, dice de Bertomeu el propio Chirbes en una entrevista publicada en el diario El País.