La victoria de la izquierda en las últimas elecciones generales oculta un dato: que con ese mismo resultado la derecha gobernaría en gran parte de los principales ayuntamientos y autonomías que están en juego este domingo. Que a pesar de la masiva movilización de hace un mes, en la España no periférica la derecha suma más. La división del voto conservador en tres partidos provocó un enorme batacazo para el PP. Pero la ley electoral este domingo no es la misma y la movilización para frenar a la extrema derecha tampoco parece que vaya a ser igual. El 28 de abril puede ser para la izquierda un espejismo. Una ilusión que este domingo se puede quebrar.
La derecha ha descubierto, a destiempo, las consecuencias de la ley electoral. Y en estas elecciones, donde ya no es necesario, concentrarán el voto mucho más. La izquierda, en los próximos años, puede que descubra demasiado tarde otras leyes, tan importantes o más. Que la educación pública no depende de La Moncloa, sino de las autonomías. Que la Sanidad pública no se arregla desde el Congreso de los Diputados porque también está transferida. Que el suelo para la vivienda lo deciden los ayuntamientos, no el Consejo de Ministros. Que España es un país mucho más descentralizado de lo que parece, y los servicios públicos se juegan en unos parlamentos donde la extrema derecha también va a entrar y gobernar.
Todas las elecciones son impredecibles. Estas lo son mucho más, porque gran parte de las batallas más importantes se van a decidir por muy pocos votos. En el Ayuntamiento de Madrid cada encuesta de las que aún se hacen estos días dice una cosa; en 2015 Manuela Carmena ganó la alcaldía a Esperanza Aguirre por solo 7.839 votos y este domingo se va a decidir por un puñado similar. En la ciudad de Barcelona, la pugna entre Colau y Maragall está en pocas décimas. En la Comunidad de Madrid, hay incluso quien pronostica un empate en escaños entre los bloques –podría ocurrir, pues va muy justo y el número de diputados es par–. En Castilla-La Mancha, todo es impredecible por una caótica ley electoral. En Aragón, si se repite el resultado de hace un mes, la derecha sumará.
Todas las elecciones son importantes. Estas también lo serán. Porque Vox asusta menos, pero a partir de este domingo, en muchos lugares, empezará a mandar. Porque Isabel Díaz Ayuso da risa, la misma que daba Esperanza Aguirre cuando saludaba “hola, majete” a Pablo Carbonell. Porque Europa queda lejos, pero tu ayuntamiento es lo que más cerca está.
La victoria de la izquierda en las últimas elecciones generales oculta un dato: que con ese mismo resultado la derecha gobernaría en gran parte de los principales ayuntamientos y autonomías que están en juego este domingo. Que a pesar de la masiva movilización de hace un mes, en la España no periférica la derecha suma más. La división del voto conservador en tres partidos provocó un enorme batacazo para el PP. Pero la ley electoral este domingo no es la misma y la movilización para frenar a la extrema derecha tampoco parece que vaya a ser igual. El 28 de abril puede ser para la izquierda un espejismo. Una ilusión que este domingo se puede quebrar.
La derecha ha descubierto, a destiempo, las consecuencias de la ley electoral. Y en estas elecciones, donde ya no es necesario, concentrarán el voto mucho más. La izquierda, en los próximos años, puede que descubra demasiado tarde otras leyes, tan importantes o más. Que la educación pública no depende de La Moncloa, sino de las autonomías. Que la Sanidad pública no se arregla desde el Congreso de los Diputados porque también está transferida. Que el suelo para la vivienda lo deciden los ayuntamientos, no el Consejo de Ministros. Que España es un país mucho más descentralizado de lo que parece, y los servicios públicos se juegan en unos parlamentos donde la extrema derecha también va a entrar y gobernar.