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Esperanza Aguirre, la parodia

La candidata del PP al Ayuntamiento de Madrid se ha convertido en una mezcla indigesta entre Jesús Gil, Silvio Berlusconi y su propia caricatura; un cóctel que mezcla recetas supuestamente liberales con populismo de brocha gorda. 

La campaña que hoy se cierra ha sido un insulto a los madrileños, día a día. Aguirre empezó barriendo de las calles a los indigentes, “que viven muy bien” –no se sabe si mejor o peor que las condesas–. Siguió confirmando los sobresueldos en el partido, para más tarde cargar contra el mensajero, contra La Sexta. Continuó negando que su número dos en el PP de Madrid, el corrupto Francisco Granados, fuese alguien de su confianza. Tampoco conocía de nada a todos los muchos nombres corruptos que han acompañado su siniestra trayectoria en el Gobierno de Madrid, que empezó con el 'tamayazo', y desde esa inmundicia fue a peor.

Aguirre también anunció que iría sin programa electoral, para que luego nadie le dijese que lo incumplía. Más tarde emponzoñó el debate electoral –un formato lamentable que ella misma impuso– para acusar a la juez Manuela Carmena, que estuvo amenazada por ETA, de respaldar a los terroristas. Y de colofón final, llega esto: una ofendidísima denuncia ante la Fiscalía General del Estado porque el diario InfoLibre ha publicado datos de su declaración de la renta

Es la misma Esperanza Aguirre que hace nada pedía a otros políticos que publicasen la declaración de la renta. La misma que en su programita de un folio prometía “más transparencia” para el Ayuntamiento y para los gastos de la alcaldesa. La misma que criticaba el sueldo de Antonio Miguel Carmona porque había ganado una tercera parte de lo que ganó ella. 

Es casi un chiste: Aguirre, la ojeadora más dotada para seleccionar corruptos de la política, se llevó 369.000 euros por su trabajo a tiempo parcial de unos 10 meses como cazatalentos. Compaginó esa tarea con presidir el PP de Madrid –nunca se retiró de la política, por mucho que vendiese otra cosa–. Hace unas horas, desquiciada, pedía al Gran Wyoming que hiciese pública su declaración de la renta; como si fuese lo mismo un presentador de televisión que un representante de lo público que no se ha bajado del coche oficial en treinta años.

La lideresa está muy nerviosa y se le nota. Los últimos trackings electorales que maneja el PP le dan una situación muy apurada este domingo. Sin duda perderá la mayoría absoluta y no es descartable incluso que la candidata de Ahora Madrid, Manuela Carmena, sea la más votada; algo inimaginable hace unas semanas. 

Aguirre conoce estos datos demoscópicos y eso explica en parte su actitud en esta campaña y en el debate. Solo en parte. El resto tiene que ver con la actitud chulesca y la sensación de impunidad de alguien a la que mucha gente lleva años riéndole las gracias, que ha jugado con toda la prensa conservadora a favor bien regada con el dinero de los contribuyentes –ahora, que ya no controla publicidad institucional, sus viejos aliados la abandonan–, que ha gestionado el poder político y el dinero público como si fuese su condado, que ha abusado del enchufismo y del nepotismo, que le ha salido gratis.

No nos merecemos esto. 

La candidata del PP al Ayuntamiento de Madrid se ha convertido en una mezcla indigesta entre Jesús Gil, Silvio Berlusconi y su propia caricatura; un cóctel que mezcla recetas supuestamente liberales con populismo de brocha gorda. 

La campaña que hoy se cierra ha sido un insulto a los madrileños, día a día. Aguirre empezó barriendo de las calles a los indigentes, “que viven muy bien” –no se sabe si mejor o peor que las condesas–. Siguió confirmando los sobresueldos en el partido, para más tarde cargar contra el mensajero, contra La Sexta. Continuó negando que su número dos en el PP de Madrid, el corrupto Francisco Granados, fuese alguien de su confianza. Tampoco conocía de nada a todos los muchos nombres corruptos que han acompañado su siniestra trayectoria en el Gobierno de Madrid, que empezó con el 'tamayazo', y desde esa inmundicia fue a peor.