Los rumanos “son una plaga y suponen una lacra para la ciudad”. Los comerciantes paquistaníes “venden comida caducada y tienen carne a la venta conviviendo con gusanos”. Los gitanos “han venido exclusivamente a delinquir y a robar”. Y la última: la matanza de París es culpa del “multiculturalismo”, y quien opine lo contrario es “un buenista”. ¿Le Pen? ¿Tu cuñado, el que te da la cena de navidad? No. Todas estas cosas y algunas más las dice sin que nadie de su partido lo critique Xavier García Albiol, el Le Pen español.
“Muchos lo piensan, yo lo digo: mano dura contra los que no se adaptan”, explicaba García Albiol en este vídeo de su campaña electoral de hace unos años. Mano dura que después, desde la alcaldía de su ciudad aplicó: “limpiando Badalona”, impidiendo a los musulmanes practicar su religión, discriminando a “los de fuera” en el acceso a las ayudas sociales y, en resumen, convirtiendo a los inmigrantes en los culpables de absolutamente todos los problemas de los barrios más pobres de Badalona por puro interés electoral. Problemas que, por cierto, él no sufre: García Albiol hace años que vive en el exclusivo barrio de Pedralbes, en Barcelona capital.
García Albiol no actúa a la contra del PP. No se le puede presentar así, viendo el respaldo que recibe por parte del resto de esta organización. En vez de desautorizar su discurso xenófobo, su partido primero lo respaldó y después lo promocionó como candidato a presidir la Generalitat catalana en las últimas elecciones. A pesar de su pésimo resultado electoral, el PP aún le mantiene como portavoz. García Albiol no es un verso suelto. No desafina por error. Es el que manda el mensaje a un sector de la población, esos de “yo no soy racista, pero...”. Es quien potencia un discurso del odio que cala porque habla a los miedos y a los prejuicios. A las tripas.
El auge de mensajes xenófobos y de discursos políticos como el de García Albiol en España y el de Marine Le Pen en Francia solo sirven para una cosa: para generar odio contra la comunidad musulmana –mayoritariamente pacífica e integrada–. Un odio que a la larga refuerza al terrorismo yihadista que dicen querer combatir.