Cinco años, seis meses y 21 días después, el PP ha decidido –¡por fin!– que era buena cosa cumplir la Constitución. La renovación del Consejo General del Poder Judicial que se acaba de anunciar pone fin a una de las anomalías democráticas más graves desde que entró en vigor la Constitución: al bloqueo intolerable de uno de los poderes del Estado por parte de la derecha, que se negaba a cumplir la misma ley que reformó el Gobierno de Mariano Rajoy.
¿Qué habría pasado si hubiera sido la izquierda quien se hubiera negado a renovar el Poder Judicial, incumpliendo durante más de un lustro el mandato constitucional? ¿Por qué delito habrían procesado a los responsables? ¿Prevaricación? ¿Rebelión? ¿Sedición? ¿Alta traición?
Hemos normalizado tanto lo ocurrido en este tiempo que se nos olvida incluso que no es la primera vez. Que pasa siempre que el PP pierde el Gobierno y se queda en la oposición. Que –viendo lo barato que resulta– es probable que nos vuelva a pasar.
Pero vayamos al acuerdo. Que hay varias cosas importantes que explicar.
Los nombres y trayectorias de los nuevos vocales del CGPJ los puedes consultar aquí. Del lado progresista, son diez: cinco de Juezas y Jueces para la Democracia (Ricardo Bodas –que estuvo afiliado a esta asociación, aunque ahora ya está jubilado–, José María Fernández Seijo, Esther Erice, Lucía Avilés y Carlos Hugo Preciado), una fiscal de la Unión Progresista de Fiscales (Inés Herreros) y tres juristas: Argelia Queralt, Bernardo Hernández y Luis Martín Contreras. Cierra la lista Ángel Arozamena.
No son todos nombramientos del PSOE, aunque la negociación la haya liderado Félix Bolaños. También participó en la elaboración de esta lista Sumar. Dos de los vocales progresistas –Inés Herreros y Carlos Hugo Preciado– han sido pactados por la coalición, según confirman fuentes de Sumar.
Del lado conservador hay otros diez, todos decididos por el PP. La gran mayoría están ligados a la Asociación Profesional de la Magistratura: los jueces Alejandro Abascal, José Eduardo Martínez Mediavilla, José Carlos Orga, José Antonio Montero y Esther Rojo y Gema Espinosa. Hay también una fiscal, Pilar Jiménez. Y otros dos juristas: Isabel Revuelta y José Luis Costa Pillado. José María Páez, juez Decano de Málaga, completa el listado conservador.
Diez a diez, la mitad para cada sector. Y solo falta por conocer quién presidirá el CGPJ. Distintas fuentes aseguran que –por primera vez– será una mujer, y se especula con el nombre de Pilar Teso, que es magistrada del Tribunal Supremo y no pertenece a ninguna asociación, aunque se la considera progresista.
De ser ella la presidenta, o alguien similar, el resultado general es positivo y representativo de la realidad del país. No hay perfiles ultras entre los propuestos por el sector conservador –como reconocen vocales de ambos bloques–. Tampoco ningún nombre entre los progresistas que pueda enardecer a la derecha porque haya tenido recientemente una responsabilidad gubernamental –Ricardo Bodas, magistrado emérito del Supremo, fue entre 2003 y 2007 director general de Justicia en el Gobierno de Zapatero, pero de esto han pasado 17 años ya–. No es un mal acuerdo, para lo que podría ser. No es un mal consejo, que tiene una importante tarea que realizar.
Al margen de estos nombres, PSOE y PP han pactado una serie de reformas para el Poder Judicial. En esencia, al 90%, son los mismos cambios que habían acordado hace casi dos años, en octubre de 2022, cuando Feijóo no se atrevió.
El acuerdo fija una serie de incompatibilidades para los nombramientos a este órgano: que no haya nadie que haya tenido un cargo político en los cinco años anteriores, un requisito que también se extiende al fiscal general. Regula la vuelta a los tribunales de los jueces y juezas que pasen por la política –tendrán que tomarse una excedencia de dos años, aunque sin perder su salario durante este tiempo–. Y también encarga a este nuevo CGPJ que prepare una propuesta de reforma al Parlamento sobre la elección de los vocales de procedencia judicial, que tendrá que estar apoyada por una mayoría de tres quintos del nuevo consejo.
Esta fórmula también estaba en el acuerdo que, hace dos años, Feijóo rompió
Solo hay un añadido más sobre el acuerdo al que PSOE y PP llegaron en octubre de 2022: el papel de la comisión de calificación. Supone establecer un procedimiento menos arbitrario para cada nombramiento que haga este nuevo CGPJ. Que sea un proceso más objetivo, donde se valore los méritos de cada candidato por algo más que la afinidad ideológica o personal.
No es una mala solución.
También hay un nuevo nombramiento que estaba previsto ya: el del magistrado del Tribunal Constitucional que corresponde al Senado y que le tocaba elegir a la derecha –sustituye a otro conservador que fue baja por motivos de salud–. Será José María Macías, que salta del actual CGPJ en funciones –era el líder de la derecha allí, y también el más duro contra el Gobierno y la ley de amnistía– al Tribunal Constitucional. Como ejemplo de ese mensaje de “despolitizar” las instituciones que tanto pregona el PP no parece el candidato ideal.
En el Constitucional, pese a la entrada de Macías, se mantiene una mayoría progresista: 7 a 5. Pero la decisión del exministro socialista Juan Carlos Campo de inhibirse de cualquier votación sobre la amnistía y otros asuntos que tuvieran relación con su paso anterior por el Gobierno dejan esa mayoría bastante más ajustada: 6 a 5, nada más. Es una batalla que sin duda la derecha ahora dará, y que esperamos que no acabe como la histórica y desastrosa sentencia del Estatut, que también ocurrió durante un periodo en el que se suponía que el sector progresista tenía la mayoría en el Constitucional.
El acuerdo también establece un pacto entre PSOE y PP para presentar una reforma de la ley orgánica del Poder Judicial donde se recogerán estos acuerdos. Y también una disposición adicional que conviene repasar en su literalidad para poder explicarla mejor:
- “En el plazo de seis meses, el Consejo General del Poder Judicial elaborara un informe con objeto de examinar los sistemas europeos de elección de los miembros de los Consejos de la Magistratura análogos al español y una propuesa de reforma del sistema de elección de los vocales designados entre jueces y magistrados aprobada por una mayoría de tres quintos de sus vocales, conforme a lo dispuesto en el artículo 122 de la Constitución que garantice su independencia y que, con la participación directa de jueces y magistrados que se determine, pueda ser evaluada positivamente por el informe del Estado de DErecho de la Comisión Europea, en la que se establezca un Consejo General del Poder Judicial acorde con los mejores estándares europeos.
- Dicha propuesta será trasladada al Gobierno, al Congreso y al Senado para que por los titulares de la iniciativa legislativa, basándose en ella, se elabore y someta a consideración de las Cortes Generales un proyecto de ley o proposición de ley de reforma del sistema de elección de los vocales judiciales para su debate, y en su caso, tramitación y aprobación“.
Traducido: los nuevos vocales tendrán que negociar y pactar un informe para reformar el sistema de elección de los 12 vocales del CGPJ que son jueces y magistrados: los que el PP ahora pide que sean de elección directa de los jueces. El informe tendrá que salir adelante con una mayoría amplia, de tres quintos del nuevo CGPJ, y después será estudiada por el Parlamento.
Desde el PP presentan estos dos párrafos como la garantía de que “los jueces elegirán a los jueces”; ha sido su pista de aterrizaje para poder renovar, tras todo lo que han dicho y hecho en estos cinco años y medio de bloqueo. Pero es más que dudoso que vaya a ser así, no solo porque se requiera un consenso amplio, que incluya a los vocales progresistas. Hay maneras de mejorar el sistema de elección de estos vocales para dar más participación a los jueces, y probablemente se pactarán, pero dudo de aquí vaya a salir un sistema de elección del CGPJ que deje el Gobierno de los jueces al margen de la soberanía nacional –es decir, del Parlamento–. “La Justicia emana del pueblo”, dice la Constitución: no de una oposición.
En teoría –aseguran tanto el Gobierno como el PP– el acuerdo se circunscribe solo a estos nombramientos y esta reforma. En la práctica otras fuentes aseguran que no será así, y que este pacto es solo el primero para otras negociaciones que están ya en marcha, como el consejo de RTVE, o los nombramientos en la CNMC o el Banco de España.
Con esta renovación, Alberto Núñez Feijóo cierra al fin el episodio más turbio de su etapa como líder de la oposición. El líder popular fue incapaz, casi dos años atrás, de soportar la enorme presión que sufrió por parte de los medios conservadores para no renovar. Falta aún por conocer cuál será la respuesta de esos mismos medios y del ala más ultra de su partido, que encabeza Isabel Díaz Ayuso. Aunque la amiga de Javier Milei no pasa en estos momentos su momento más álgido, con ese ciudadano particular que paga la casa en la que vive pendiente de qué condena tendrá. Por lo que parece, no protestará.
En la práctica, el acuerdo también supone para el PP admitir al fin una incómoda realidad: que hay Gobierno para rato, por mucho que repitan que no.