1. A pesar del corralito, a pesar de las amenazas, a pesar de la campaña por el sí de los principales líderes europeos, los griegos han dicho no a la troika, no a más recortes, no al callejón sin salida en el que llevan atrapados desde hace ya años. Algunos en Europa deberían preguntarse cómo de desesperado tiene que estar un pueblo para respaldar de forma tan clara y contundente a su Gobierno cuando solo pueden sacar 60 euros del cajero.
2. Los griegos han votado, pero el voto que más cuenta para su futuro inmediato no es el suyo: es el de un italiano, Mario Draghi, presidente del BCE. El Banco de Grecia va a pedir al BCE liquidez extra para sus bancos porque en cuestión de horas la banca griega podría quebrar si no llega más dinero. El sistema financiero y su extrema dependencia sigue siendo el dogal con el que a Grecia se le puede ahogar.
3. Salvo que la troika quiera llevar su órdago hasta el final y fuerce la salida del euro de Grecia para dar ejemplo al resto, la nueva negociación empieza ya y los puntos de partida no parece que estén tan lejos. Tsipras ya reconoció por carta hace unos días que está dispuesto a aceptar la mayoría de las propuestas de la troika si se acepta una obviedad: que hay que reestructurar la deuda y permitir una quita porque esa deuda es imposible de pagar. Así lo ven gran parte de los economistas, Estados Unidos y el propio FMI en un reciente informe donde llega a proponer un periodo de carencia de 20 años en el pago de la deuda.
4. No es que Grecia no quiera pagar, es que no puede. Es materialmente imposible que pueda devolver una deuda pública del 180% del PIB y esto es algo que era ya evidente hace cinco años, cuando se descubrió que el Gobierno conservador de Nueva Democracia –el mismo partido al que apoyan Merkel y Rajoy– había trampeado las cuentas públicas para ocultar el pastel. El debate no es si Grecia debe o no debe pagar las deudas. Lo que está en discusión es cómo va a dejar de pagar y hay dos opciones: con una quita ordenada o con su salida del euro, que provocaría una devaluación de su nueva moneda y también dejaría a los acreedores parcialmente sin cobrar.
5. A Grecia se le prometió ya en 2012 que si hacía los deberes se reestructuraría su deuda y podría permanecer en el euro. Y después del mayor ajuste de gasto público de la historia, después de perder el 27% de su PIB, después de que la troika fallase estrepitosamente en todos sus cálculos sobre las consecuencias que provocarían sus recortes, ese compromiso sigue sin llegar.
6. Es cierto: la clase política griega ha sido ruinosa, corrupta e irresponsable, y ha estado respaldada por unos ciudadanos que les apoyaron en las urnas. La gestión económica del país ha sido desastrosa desde hace décadas. Los grandes partidos aprovecharon el dinero fácil que llegaba de Europa para crear una red clientelar y mantener políticas populistas con las que perpetuarse en el poder. Pero de todo ello no se puede responsabilizar a Syriza, que no lleva ni medio año al frente del país. Ni tampoco en exclusiva a los griegos: la deficiente arquitectura del euro, la política de tipos de interés bajos –que tanto beneficiaba entonces a Alemania mientras cebaba la burbuja en el sur de Europa– y los bancos que prestaron ese dinero sin preguntar también tienen su gran parte de responsabilidad.
7. Quienes convierten el impago de Grecia en una afrenta de los griegos al resto de los ciudadanos europeos cuentan solo una parte de la historia. Fueron los bancos privados los que prestaron ese dinero por toneladas. Fue después la troika la que, en el primer rescate, trasladó ese riesgo que había asumido el sector financiero a los contribuyentes europeos. La historia de siempre: privatizar beneficios y nacionalizar las pérdidas.
8. Que el Gobierno de Syriza no sea responsable de la deuda griega no significa que todo lo hayan hecho bien en estos meses. La durísima confrontación dialéctica con la troika puede ser muy útil para ganar elecciones, pero no es la manera más inteligente de encontrar una salida a la situación de tu país; entre otras cosas, porque Angela Merkel también tiene elecciones que ganar. No es la mejor estrategia calificar al Eurogrupo de terrorista un sábado y al día siguiente decir que son tus socios y pedirles que se sienten a negociar.
9. La troika esperaba que el referéndum fuese la muerte política de Alexis Tsipras. Para desgracia de Angela Merkel y Christine Lagarde no ha sido así. Syriza ha ganado la consulta con mucho más margen del esperado y tiene hoy toda la legitimidad y una posición mejor para aguantar el pulso frente a la troika. Aguantar. Eso no significa que aún hayan ganado, porque lo que Alemania teme no es que se apruebe una quita a Grecia que todos dan por inevitable: es que eso lo consiga Syriza. Y dé mal ejemplo.
1. A pesar del corralito, a pesar de las amenazas, a pesar de la campaña por el sí de los principales líderes europeos, los griegos han dicho no a la troika, no a más recortes, no al callejón sin salida en el que llevan atrapados desde hace ya años. Algunos en Europa deberían preguntarse cómo de desesperado tiene que estar un pueblo para respaldar de forma tan clara y contundente a su Gobierno cuando solo pueden sacar 60 euros del cajero.
2. Los griegos han votado, pero el voto que más cuenta para su futuro inmediato no es el suyo: es el de un italiano, Mario Draghi, presidente del BCE. El Banco de Grecia va a pedir al BCE liquidez extra para sus bancos porque en cuestión de horas la banca griega podría quebrar si no llega más dinero. El sistema financiero y su extrema dependencia sigue siendo el dogal con el que a Grecia se le puede ahogar.