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Por qué hablar de periodismo

Ignacio Escolar

11 de noviembre de 2016 20:39 h

“Perro no come perro”. La frase es un viejo adagio de la profesión periodística, repetida una y mil veces en decenas de redacciones. Perro no come perro, y por eso en la prensa rara vez se habla de la prensa: de sus problemas, de sus miserias o de sus abusos. Es una suerte de corporativismo: una ley del silencio por la que los periodistas y –más aún– las empresas de medios se tapan mutuamente sus vergüenzas. Hoy por ti, mañana por mí. Solo se comía perro cuando los dueños de la perrera se peleaban en cualquier guerra de medios por culpa de los derechos deportivos, de una licencia de televisión o de otros muy rentables huesos.

Si la prensa no come prensa, ¿quién denuncia sus abusos? ¿Quién la controla? Por ser un tópico no deja de ser cierto: de la salud de la prensa depende en gran medida la salud de la democracia.

Solo si los ciudadanos reciben información libre podrán votar con libertad. Solo con medios de comunicación independientes puede haber ciudadanos informados: capaces de discernir la verdad de la propaganda, capaces de exigir responsabilidades ante los abusos de los poderosos. Pero si la prensa aspira a ejercer de contrapoder y fiscalizar a los que mandan, ¿cómo ignorar el propio poder de los medios y de quienes mandan a través de ellos?

En eldiario.es no compartimos la omertà del “perro no come perro”. Creemos que la prensa tiene la obligación de fiscalizar a todos los poderes, también a la propia prensa, y que nosotros también estamos sometidos a ese mismo escrutinio: por parte de nuestros lectores, de nuestros socios y de los demás periódicos. Por eso hemos dedicado a la prensa y al periodismo este nuevo monográfico. Por eso informamos regularmente de los abusos en los medios de comunicación públicos, convertidos en televisiones o radios de partido. O denunciamos la manipulación informativa y explicamos en qué consiste la captura de los medios: cómo el poder político utiliza la publicidad institucional para comprar a la prensa con cargo al presupuesto público; o cómo los poderes económicos modelan la opinión pública a partir de la opinión publicada.

La crisis económica sumada a la crisis del modelo de negocio del papel dañaron primero la independencia de los medios y después su credibilidad. Los teóricos hablan siempre de los años del “binomio virtuoso”, esa época, previa a Internet, en la que la prensa era un negocio rentable y al tiempo cumplía con su función de servicio público. Fue un modelo imperfecto pero eficaz. Con su caída, los periodistas descubrimos que una cosa iba ligada a la otra: que solo la solvencia económica permitía la independencia editorial. Y cuando las pérdidas entraron por la puerta, la libertad de la prensa saltó por la ventana.

El periodismo está acosado por una crisis de rentabilidad e independencia. Pero este no es el único de sus problemas. El periodismo en Internet también paga algo que antes ya sufrió la televisión: la mezcla de información con entretenimiento en la búsqueda de audiencias a cualquier precio, aunque el precio a pagar sea la verdad. La prensa ha perdido el monopolio de la opinión pública y ya no marca el debate social, ahora solo persigue la conversación en las redes. ¿Quién impone la agenda? Un día son los poderes políticos y económicos. Al otro, la frivolidad del último trending topic.

La crisis de la prensa aún no está resuelta. Mientras las grandes redacciones desfallecen, a pesar del enorme talento periodístico que aún atesoran, los nuevos medios seguimos lejos de poder ocupar el lugar que dejaron porque nos faltan los recursos. Imaginamos el cambio en el ecosistema de medios como si fuera la historia de la evolución a cámara rápida: mueren los dinosaurios del papel, nacen los mamíferos de Internet y el mundo sigue girando. Pero el riesgo real es que, en ausencia de una prensa potente e independiente, el ecosistema de la democracia se deteriore de forma irremediable: que los viejos medios no puedan revertir su decadencia y reinventarse de dinosaurios a pájaros, mientras que los nuevos tampoco logremos superar el tamaño de pequeñas ardillas. Y que en esa transformación inconclusa quienes pierdan sean todos los ciudadanos: todos aquellos que necesitan una prensa independiente aunque no lo sepan, aunque ni siquiera se interesen en leerla y, menos aún, se molesten en pagar por ella.

Publicado en el último numero de la revista de eldiario.es, un monográfico dedicado al periodismo. Ya está a la venta en los kioscos.un monográfico dedicado al periodismo

“Perro no come perro”. La frase es un viejo adagio de la profesión periodística, repetida una y mil veces en decenas de redacciones. Perro no come perro, y por eso en la prensa rara vez se habla de la prensa: de sus problemas, de sus miserias o de sus abusos. Es una suerte de corporativismo: una ley del silencio por la que los periodistas y –más aún– las empresas de medios se tapan mutuamente sus vergüenzas. Hoy por ti, mañana por mí. Solo se comía perro cuando los dueños de la perrera se peleaban en cualquier guerra de medios por culpa de los derechos deportivos, de una licencia de televisión o de otros muy rentables huesos.