Un socio de eldiario.es ha escrito a la redacción quejándose porque hayamos publicado el vídeo de la cámara de seguridad de ADIF donde se ve al tren descarrilando en Santiago. Le he respondido con esta carta. La comparto con vosotros.
Hola XXXX,
Somos conscientes de lo delicadas que son para muchas personas las imágenes del accidente y en nuestra cobertura hemos tratado de ser lo más cuidadosos posibles. No hemos publicado fotos donde se pudiese reconocer a ningún cadáver. Tampoco hemos hurgado en los dramas personales de los fallecidos ni en el dolor de sus familias y hemos intentado equilibrar dos valores: la información sobre lo ocurrido y el respeto por las víctimas.
El vídeo del descarrilamiento creo que cumple con ese criterio. Aporta mucha información y despeja varias incógnitas sobre las causas del accidente –en las primeras horas se hablaba de un atentado–. De hecho, creo que, por ahora, no hay ningún otro documento más importante que estas imágenes para esclarecer lo que pasó.
Entiendo que el vídeo es brutal, terrible, pero es que la noticia también lo es. Por mucho cuidado que pongas, es casi imposible contar una tragedia sin que la noticia sea trágica. La primera vez que lo vi, ayer por la mañana, quedé conmocionado; no te haces una idea de lo que supone la inercia de un tren de 360 toneladas descarrilando a 190 kilómetros por hora hasta que lo ves. Pero no creo que difundir ese vídeo sirva solo para “alimentar el morbo” o suponga “pasarnos por el arco” la dignidad de los fallecidos, como aseguras en tu carta.
En esas imágenes no se puede reconocer a ninguna de las víctimas del accidente. Y si yo fuese familiar de alguno de ellos, sin duda tendría aún más interés por ver ese vídeo. Porque con esos 11 segundos, con la información que aportan, se puede entender mejor algo que parece inexplicable: cómo en un país occidental, en una línea recién inaugurada, en un tren de última generación, ha podido ocurrir una tragedia así.