En los hechos probados de la sentencia que acaba de condenar a Luis Bárcenas a otros dos años de prisión quedan acreditadas varias verdades que hoy conviene recordar.
Primero, que el Partido Popular pagó en negro las obras de su sede, en la calle Génova: más de un millón de euros en efectivo, que sirvieron, entre otras cosas, para reformar la sala de prensa desde la que Mariano Rajoy aseguró, en 2009: “Esto no es una trama del PP, es una trama contra el PP”.
Segundo, que ese dinero negro llegó al partido como llegó: con donativos ilegales, en fajos de billetes que varias grandes empresas y constructoras pagaron al PP. Casualmente, esos generosos donantes –7,5 millones de euros en total– recibieron en esos mismos años más de 6.600 millones de euros en contratos públicos, la gran mayoría por parte de administraciones gobernadas por el PP.
Tercero, que esos papeles de Bárcenas que M. Rajoy calificó como “la sombra de la sombra de un indicio manipulado” –en 2013, desde un plasma que también se pagó con la caja B– son ciertos, y “reflejan acontecimientos cuya realidad ha quedado acreditada”. La sentencia da por buena esa contabilidad, al margen de algunos errores con los saldos y una hoja que Bárcenas manipuló. En esos papeles se apuntaban las entradas y salidas del dinero en billetes, que Bárcenas guardaba en una caja fuerte, en la sede del PP.
Han pasado once años desde que estalló el caso Gürtel. Han pasado nueve años desde que se destaparon los papeles de Bárcenas y la caja B.
El PP como partido ha recibido su segunda condena por corrupción. Pero todo esto solo se traduce penalmente con dos años más de cárcel para Luis Bárcenas. Un tesorero que no actuaba solo.
Si Luis Bárcenas tenía una caja B para pagar las obras de Génova es porque decenas de grandes empresarios entregaron ese dinero de manera ilegal, como también acredita la sentencia –y sigue aún pendiente de juicio, en una lentísima investigación–. Eran unos supuestos donativos que no se declaraban, que superaban el máximo legal y que simplemente no se podían hacer porque quienes contratan con la administración tienen prohibido financiar a los mismos partidos que deciden esos contratos. Son unos empresarios que están entre los más poderosos del país y que no han recibido condena alguna por financiar con dinero negro al PP.
En esos papeles de Bárcenas que de nuevo la justicia vuelve a acreditar no solo figuran los pagos en negro al arquitecto, Gonzalo Urquijo, condenado a dos años y medio de prisión. También aparecen los pagos a “Mariano”, “M.Raj” o “M.Rajoy”, entre otros muchos dirigentes del Partido Popular que ni siquiera han sido imputados, en todos los años que ha durado este proceso judicial.
Ninguno de los que entregaron los billetes para esa caja B recibirán condena alguna. Y solo el arquitecto será condenado, entre todos los que cobraron sobres de la caja B.
En el PP solo paga el pato Bárcenas: otros dos años de cárcel, que se suman a los 29 años de la condena de la Gürtel. Solo el tesorero del partido, y nadie más.
Lo ocurrido con la Gürtel, con los papeles de Bárcenas y con la corrupción del PP en general explica mucho sobre cómo funciona la justicia en este país. Es una vergüenza, difícil de explicar: que ante estos hechos probados, ese tal M.Rajoy no haya sido siquiera imputado.
El presidente del partido que se financiaba con dinero negro, el presidente del partido que pagaba en negro, el presidente del partido que cobraba sobres en negro no ha sido siquiera investigado, y solo fue como testigo a declarar.
A la vista de esta sentencia, también se demuestra que el testigo M. Rajoy mintió ante el juez: porque negó que existiera esa caja B que ha quedado acreditada una vez más. Es la segunda vez que miente ante un juez, y no pasará nada, como en la anterior ocasión.
Nada nuevo bajo el sol: lo mismo que pasó hace unos meses en la Audiencia Nacional con el carpetazo a la Kitchen: una operación parapolicial cuyo único objetivo era salvar al soldado M. Rajoy. El mismo Rajoy que presidía el Gobierno cuyos fondos reservados pagaron el espionaje a Bárcenas y el robo de toda la documentación que guardaba el tesorero del PP (contra Rajoy). El mismo Rajoy que era el jefe directo de ese ministro del Interior, Jorge Fernández, procesado por esta operación. En la Kitchen, no es solo que a Rajoy no se le haya citado siquiera como testigo: es que ni se le nombra en el auto judicial.
Qué diferencia entre este trato y el que ha recibido “el de las rastas” –como lo llaman desde la derecha–, Alberto Rodríguez: primero imputado, después procesado y más tarde condenado por una patada a un policía que solo el policía supuestamente agredido vio.