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Rajoy rompe España

“Hay un hecho innegable”, dice nuestro cachazudo presidente, “en Cataluña hay muchísimos más catalanes que independentistas”. Puestos a seguir con las cuentas rajoyanas, hay que recordar al amado líder que en España también hay más españoles que votantes del PP y más catalanes que fiscales. Y que si casi dos millones de independentistas le parecen pocos, Mariano Rajoy puede seguir trabajando, a su manera, para que esta cifra siga aumentando. Ha puesto mucho de su parte: con sus mesas recogiendo firmas contra el Estatut catalán por toda España, con los demagógicos anuncios de radio que pagó su partido, denunciando a los malvados catalanes y torpedeando la convivencia, o con su dañino inmovilismo; con la tozudez con la que se empeña en negar los problemas para ver si así se arreglan solos.

Rajoy al menos ha hablado. Sólo tres días más tarde. Sólo después de que lo hiciesen todos los partidos, la UE y hasta David Cameron, primer ministro del Reino Unido. Y está la cosa tan mal que hay que agradecer que no hayamos tenido que esperar toda una semana para que el presidente en las antípodas de ese sentido común que tanto invoca nos contase lo que opina del 9N en una rueda de prensa desde Australia.

Rajoy ha hablado, pero la situación no ha mejorado porque de nuevo no ha dicho nada. Estamos donde empezamos: en la cerrazón de un presidente del Gobierno atrincherado en un búnker agrietado, un político que confunde la inconsciencia con la calma y que sigue fumándose puros mientras todo el edificio institucional se viene abajo. ¿Votar? Ni de coña, que es “antidemocrático”. ¿Reformar la Constitución? Tampoco, que no hay necesidad alguna y todo va como la seda.

Como decía Ortega y Gasset en una frase sabia y que estos meses explica muchas cosas, “toda realidad que se ignora prepara su venganza”. En eso están el presidente y gran parte de las élites madrileñas: ignorando la realidad. Negándola. Creyéndose su propia propaganda. Estaban convencidos de que esto era un “suflé” que bajaría, un nuevo plan Ibarretxe que se despeñaría, una traición de CiU que quedaría abortada al conocerse la corrupción de los Pujol... También daban por muerto a Artur Mas y ahí lo tienen, triunfando –con la torpe complicidad de las izquierdas catalanas que se abrazan al presidente más neoliberal de la historia de la Generalitat, como bien dice Pere Rusiñol–. También daban por seguro que no se votaría, y pasó justo lo contrario.

Ahora brindan porque casi dos millones de españoles que quieren dejar de serlo les parecen poca cosa, y siguen ignorando que están ante un grave problema político, no judicial. Sólo les parece preocupar su problema electoral, más que la unidad de la patria que tanto citan. Por eso azuzan a la Fiscalía –qué gran ejemplo sobre la separación de poderes están dando– para mostrar así mano dura ante sus votantes. El daño terrible que esta estrategia puede provocar a la convivencia entre españoles les importa tan poco como de costumbre. ¿Romper España? No sólo los independentistas ponen mucho de su parte. Sólo les interesa el poder, no la patria ni sus ciudadanos.

“Hay un hecho innegable”, dice nuestro cachazudo presidente, “en Cataluña hay muchísimos más catalanes que independentistas”. Puestos a seguir con las cuentas rajoyanas, hay que recordar al amado líder que en España también hay más españoles que votantes del PP y más catalanes que fiscales. Y que si casi dos millones de independentistas le parecen pocos, Mariano Rajoy puede seguir trabajando, a su manera, para que esta cifra siga aumentando. Ha puesto mucho de su parte: con sus mesas recogiendo firmas contra el Estatut catalán por toda España, con los demagógicos anuncios de radio que pagó su partido, denunciando a los malvados catalanes y torpedeando la convivencia, o con su dañino inmovilismo; con la tozudez con la que se empeña en negar los problemas para ver si así se arreglan solos.

Rajoy al menos ha hablado. Sólo tres días más tarde. Sólo después de que lo hiciesen todos los partidos, la UE y hasta David Cameron, primer ministro del Reino Unido. Y está la cosa tan mal que hay que agradecer que no hayamos tenido que esperar toda una semana para que el presidente en las antípodas de ese sentido común que tanto invoca nos contase lo que opina del 9N en una rueda de prensa desde Australia.