El ministro José Manuel Soria disfrutó de una suite presidencial con todos los lujos: salón, cocina, comedor, dormitorio, baño con jacuzzi, terraza con otro jacuzzi, mayordomo privado… Estuvo alojado en un hotel de cinco estrellas en Punta Cana: un ‘todo incluido’ con restaurantes a la carta, camas balinesas con champán, varias piscinas, spa, playa privada… Estuvo acompañado por el dueño del hotel. Casualmente, es amigo suyo y canario como él. Casualmente, propietario de otro hotel en Lanzarote, que es ilegal y está pendiente de una orden judicial de demolición, y donde –casualmente– el ministro suele veranear. Y para más casualidad, el ministro Soria logró todo ese jugoso paquete vacacional en Punta Cana a un precio que un simple mortal ni siquiera se atreve a soñar.
La suite presidencial donde se alojó el ministro Soria cuesta entre 1.300 y 1.500 euros por noche. El ministro estuvo cuatro y dice que pagó solo 283 euros en total: 70 euros por día. Es una tomadura de pelo imposible de justificar, que en cualquier otro país democrático le habría costado ya su dimisión.
¿La respuesta del ministro Soria? Insultar al periodista, intimidar al mensajero, intentar callar a este periódico, no enseñar la factura y mentir.
Este verano, cuando nuestro compañero Carlos Sosa –director de Canarias Ahora, nuestro medio asociado en esas islas– contó los primeros detalles sobre las vacaciones de Soria en República Dominicana, la explicación del ministro consistió en presentar una demanda en los tribunales contra eldiario.es y una nota de prensa del propio Ministerio como rectificación. En ambas mintió.
En la nota de prensa, el ministro aseguró que había pagado sus vacaciones tras recibir la respectiva factura, y que iba a presentar esa factura ante el juzgado donde nos iba a demandar. No es verdad: la demanda llegó, pero en ella la factura no apareció.
En la demanda ante un juez, el ministro afirmó que se había quedado solo dos días y para probarlo presentó un resguardo de la tarjeta de crédito que, según Soria, es la prueba de que pagó al hacer el ‘check out’. Tampoco es verdad: porque se quedó cuatro días y no dos –así aparece en su ficha de cliente, como ha podido comprobar Carlos Sosa, que ha ido al hotel en Punta Cana a investigar–, porque la fecha del resguardo no coincide con su salida del hotel –es de dos días antes– y porque la cantidad pagada dista mucho de ser la tarifa oficial de la habitación en la que se alojó. O la mitad de la tarifa oficial. O siquiera la décima parte del total.
José Manuel Soria dice en la demanda que ha presentado contra nosotros ante el juez que ese resguardo es lo que pagó: 283 euros al cambio. Si solo se quedó dos noches, son 141 euros por día en la mejor habitación del hotel: un 90% de descuento. Y si fueron cuatro –como figura en su ficha de cliente– el descuento fue del 95% y el precio por noche, 70 euros, el de un hostal. No hay en pleno agosto en este lujoso cinco estrellas en régimen de todo incluido una sola habitación con ese precio. Menos aún, la suite presidencial.
Los generosos amigos de Soria
El ministro de Energía –un gran estadista, capaz de no acudir al Congreso de los Diputados a dar explicaciones por la gravísima situación de Volkswagen porque tiene un acto con la asociación canaria de asesores fiscales– también es ministro de Turismo. Recibir un descuento, una rebaja, una invitación o cualquier trato de favor por un empresario de su sector que además tiene otro hotel ilegal es una noticia que tenemos la obligación de publicar.
La relación del ministro de Turismo con el dueño del hotel de Punta Cana, Enrique Martinón, no es algo nuevo. Soria es amigo suyo y hace cuatro años que veranea en otro hotel del mismo dueño en Lanzarote que es ilegal. Fue Martinón quien le invitó a Punta Cana y quien ejerció durante sus días en la suite presidencial como anfitrión.
El alcalde que concedió el permiso de construcción del hotel ilegal de Lanzarote donde también veranea el ministro está en la cárcel por corrupción. Y está pendiente de otra petición de 25 años de cárcel precisamente por cobrar sobornos a cambio de permisos ilegales en zonas protegidas para construir nuevos hoteles. Para sus próximas vacaciones, sugiero al señor ministro de Turismo que busque un lugar algo menos ejemplar. El hotel Algarrobico, por ejemplo.
Tampoco es nuevo que José Manuel Soria acepte ‘descuentos’ de empresarios que dependen de sus decisiones políticas. Eso fue el caso Salmón: un proceso donde Soria, entonces presidente del Cabildo de Gran Canaria, fue imputado por cohecho, porque aceptó otra invitación vacacional.
Soria y su esposa viajaron en un jet privado, acompañados por otro empresario turístico que operaba en su isla y que pagaba el avión: primero volaron a Salzburgo, a un festival de música. Después regresaron a Canarias, cogieron algo de ropa adecuada para el frío y al hijo mayor de Soria, y continuaron con el jet privado hasta Trondheim para pescar salmón.
Durante la investigación del caso Salmón también se descubrió que el ministro, además de los vuelos en jet, también disfrutó con su familia de una sustancial rebaja en el precio de sus vacaciones en un complejo hotelero que tenía en las islas el empresario en cuestión.
El caso Salmón fue archivado, pero no porque Soria fuese “víctima de un conspiración”, como después el PP vendió y convirtió incluso en prueba de que ser imputado no es lo mismo que ser culpable. Soria quedó absuelto porque la Fiscalía consideró que el supuesto delito había prescrito –le aplicaron la doctrina de los Albertos– y porque la jueza que llevaba el caso, en una peculiar decisión, consideró que el vuelo en jet privado no era un cohecho porque el avión iba a volar de todos modos y costaba lo mismo llevar a más pasajeros. La magistrada también concluyó en uno de sus autos que regalar a un político unas vacaciones pagadas o unos vuelos en jet privado eran “una conducta socialmente admitida”. Tal cual.
Aquella no fue la única ocasión en la que el ahora ministro no pagó por la vida de lujo que disfruta. Tampoco la primera vez que Soria lleva a los tribunales a nuestro compañero Carlos Sosa, que fue también el periodista que destapó el caso Salmón y lo denunció.
Entre 2004 y 2006, José Manuel Soria y su familia vivieron en un bonito chalé en una urbanización de lujo propiedad de Javier Esquivel, un empresario dueño de la terminal de contenedores del puerto de Las Palmas de Gran Canaria y que en ese momento estaba pendiente de unos permisos eólicos. Carlos Sosa y su periódico, Canarias Ahora, publicaron que en la contabilidad de la empresa que alquilaba el chalé a la familia Soria no figuraba pago alguno a nombre del entonces presidente del Cabildo, el hoy ministro de Industria Energía y Turismo.
José Manuel Soria, como de costumbre, se querelló contra Carlos Sosa. Y para probar que sí pagaba por su alquiler ofreció una rocambolesca explicación, casi tan surrealista como decir que una suite de lujo vale 70 euros: que cada mes pagaba de alquiler 1.600 euros en efectivo –insisto, EN EFECTIVO– a la mujer del empresario, y que ella se lo quedaba para sus gastos sin que apareciese en la contabilidad. Para demostrarlo, Soria también presentó en el juzgado unos supuestos recibos que no tenían ni el sello de la empresa ni numeración y que el juez, en su sentencia, desestimó.
Por supuesto, la justicia dio al periodista Carlos Sosa la razón en sus informaciones sobre el curioso alquiler en efectivo del chalé de la familia Soria. Como de costumbre, no pasó nada y su carrera política continuó. Que alguien con esta hoja de servicios haya llegado a ministro dice mucho, y muy malo, de este país.
En su última respuesta sobre nuestra exclusiva acerca de sus vacaciones en Punta Cana, José Manuel Soria ha decidido atacar al periodista en vez de explicar cómo encuentra esas suites presidenciales en tarifa ministro. Acusa a nuestro compañero Carlos Sosa de ser “un delincuente” porque fue condenado en una querella que presentó contra él por una de sus informaciones –Sosa explica aquel caso, el de la Favorita, mejor que yo–. Es cierto: aquel juicio lo perdió. Pero lo que no cuenta Soria es que en total ha presentado ya cuatro querellas contra nuestro compañero y contra sus informaciones. Y que por ahora Soria ha ganado una, la primera, y ha perdido las otras tres.
Su última demanda por nuestra información busca lo mismo que la ristra de querellas anteriores: que nos callemos. Que la prensa no hable de su impresentable comportamiento, que el siguiente periodista que se atreva a informar sobre él se lo piense un poco más.
No es agradable tener un juicio, aunque lo ganes. Pero si José Manuel Soria o cualquier otro piensa que con una demanda nos va a amedrentar, está muy equivocado. No nos vamos a callar.