Jaime Botín, presidente de Bankinter entre 1986 y 2002 y hermano de Emilio Botín, publicó hace tres semanas en El País un llamativo artículo sobre la crisis en España. Lo tituló 'La moral católica' y es una crítica durísima contra los gobernantes –por los “recortes”, “el paro” y la “ruina de la clase media”– y también contra la jerarquía católica, por su falta de respuesta. Botín firmó esa opinión como “alumno de la Escuela de Filosofía”, omitiendo el resto de su biografía. En boca de uno de los mayores banqueros españoles, los argumentos eran más que sorprendentes. Algunos párrafos:
“(...) De la herencia del franquismo tenemos algunas cosas buenas y una malísima, que es la moral rancia e hipócrita que nos legaron nuestros padres, por supuesto, con la mejor voluntad. Nos corresponde a nosotros, como ahora se dice, el ”derecho a decidir“; ha llegado el momento de decidir lo que está bien y lo que está mal. Y, por una vez, sería bueno decidirlo de manera autónoma, sin consultar a la Santa Madre Iglesia.
Lo peor no es que, ocupado en defenderse, el Gobierno no funcione, que desaparezcan las ayudas a la cultura, a la educación o a la investigación, que los ministros del Gobierno digan tonterías sin orden ni concierto, que asistamos a la aniquilación de la iniciativa y a la ruina de la clase media; que aumente el paro. Hay algo mucho peor, que es el ejemplo. Se pueden soportar muchas cosas, pero no se puede soportar el mal ejemplo. Tal vez baje la prima de riesgo e incluso puede que mejore la cifra de paro, pero el problema está en el colapso ético de una sociedad donde no solo se ha extendido la corrupción, sino que parece que no importa. No solo es que se robe, sino que el acusado de robar se defiende señalando lo que roba el otro. No solo es que se mienta, sino que el embustero ni siquiera se preocupa de contradecir al que le increpa, aunque sea en sede parlamentaria.
La Iglesia, tan celosa de proteger al no nacido, no parece concernida por la corrupción. Los obispos no salen a la calle para protestar, se ve que no consideran que el asunto tenga suficiente gravedad. Tal vez estimen que, con paciencia, algún día verán acercarse al confesionario a pedir perdón a los que hayan quebrantado los mandamientos correspondientes. Perdón que será concedido, por supuesto. Como dijo famosamente el arzobispo Cañizares cuando un periodista le preguntó por la postura de la Iglesia respecto a la pedofilia de los sacerdotes: “Se pide perdón y ya está”.
El artículo provocó muchas críticas en las redes sociales y en varios medios de comunicación. Jaime Botín, al igual que su hermano Emilio, había regularizado ante el fisco parte de su fortuna, que estaba escondida en Suiza en el banco HSBC de Ginebra. ¿Cómo un banquero que había defraudado a Hacienda daba lecciones de moral a los demás?
Pocos días después de publicarse el artículo, la CNMV pidió una sanción contra Jaime Botín por ocultar gran parte de sus acciones en Suiza –un fraude que poco tiene que ver con la herencia de su padre, con la que la familia Botín justificó el primer escándalo–. La noticia apenas mereció media columna en la edición impresa de El País, periódico que hoy publica una segunda tribuna de Jaime Botín donde responde a sus críticos.
“Tal vez en algún otro medio de opinión, afín o no a la derecha, se hayan expuesto razones en contra de las que yo argumentaba y no ataques a la moral de Jaime Botín, pero no las he visto. Lo cual no sé muy bien cómo interpretar porque en el círculo de mis amistades he podido recoger, junto a numerosas adhesiones, no pocas discrepancias. Eso sí, nadie ha pretendido negarme el derecho a decir públicamente lo que pienso, pese a que conocen muy bien mis muchos errores y dudosa moralidad.
(...) Mi nombre no “encabezaba” la lista de Falciani, como se dice en El Mundo, porque ni figuraba en esa lista ni en ninguna otra de las divulgadas por otros delatores. La Administración tributaria nunca me preguntó, ni indagó, ni inició investigación alguna sobre mis bienes en el extranjero. Yo realicé en 2010 una declaración, totalmente voluntaria, de todos esos bienes cuyo origen se remonta a una época muy distinta a la nuestra, porque entendí que en la actual y en medio de la grave crisis económica que sufre el país, eso era lo que debía hacer.“
A diferencia del primer artículo, Jaime Botín firmaba esta vez como expresidente de Bankinter, además de como alumno de la Escuela de Filosofía. Su excusa es difícil de creer: es posible que su nombre no apareciese en la lista del “delator” Falciani, pero su regularización ante el fisco probablemente tuvo poco que ver con hacer “lo que debía hacer”. Los Botín, igual que otras grandes fortunas españoles, fueron invitados por la Agencia Tributaria a regularizar sus fortunas en Suiza después de que apareciese la lista Falciani. Hubo defraudadores que acabaron pagando por miedo a aparecer en esa lista, aunque al final no estuviesen en ella.
Sin embargo, el banquero filósofo tiene mucha razón al menos en una cosa: la respuesta a su artículo en la mayoría de los medios se ha limitado a discutir sobre el autor y su autoproclamada “dudosa moralidad”, en vez de sobre sus ideas. Y el análisis sobre la moral católica y el hundimiento de la clase media que firmó en su primera tribuna es preciso y acertado, lo diga Jaime Botín o su porquero.
Jaime Botín, presidente de Bankinter entre 1986 y 2002 y hermano de Emilio Botín, publicó hace tres semanas en El País un llamativo artículo sobre la crisis en España. Lo tituló 'La moral católica' y es una crítica durísima contra los gobernantes –por los “recortes”, “el paro” y la “ruina de la clase media”– y también contra la jerarquía católica, por su falta de respuesta. Botín firmó esa opinión como “alumno de la Escuela de Filosofía”, omitiendo el resto de su biografía. En boca de uno de los mayores banqueros españoles, los argumentos eran más que sorprendentes. Algunos párrafos:
“(...) De la herencia del franquismo tenemos algunas cosas buenas y una malísima, que es la moral rancia e hipócrita que nos legaron nuestros padres, por supuesto, con la mejor voluntad. Nos corresponde a nosotros, como ahora se dice, el ”derecho a decidir“; ha llegado el momento de decidir lo que está bien y lo que está mal. Y, por una vez, sería bueno decidirlo de manera autónoma, sin consultar a la Santa Madre Iglesia.