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La paradoja de la derecha: a más consenso, más crispación

Montaje del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y del líder del PP, Pablo Casado, en una sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados.
25 de diciembre de 2021 21:31 h

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El último ejemplo llegó esta semana. Por primera vez en cuatro décadas, el Gobierno, los sindicatos y la patronal pactaron una reforma laboral de calado; un acuerdo histórico, que no se daba en España desde 1980, cuando se firmó el primer Estatuto de los Trabajadores. Es una reforma inédita, y no solo por el consenso. Por primera vez en toda la etapa democrática, irá en dirección contraria a las que la precedieron: dará más protección a los trabajadores, y un poco menos fuerza a la patronal. Y se ha logrado con un acuerdo social amplísimo, también con el apoyo de la CEOE. 

¿Es una buena noticia? No para todos. El PP ya ha comunicado su plan: pedir a Europa que pare esta reforma. Y anunciar que, cuando lleguen al Gobierno, la derogarán.

El año 2021 termina así: con otro acuerdo amplísimo en el diálogo social. Y con el sonoro disenso de una parte de la oposición, una derecha política que, cuanto mayor es el consenso con el que se aprueban las reformas, mayor es su enfado. Porque lo ocurrido con la reforma laboral es la norma, no la excepción.  

En junio de este año, el Gobierno también logró otro pacto histórico: el primer acuerdo entre patronal y sindicatos para reformar las pensiones en una década. Una reforma cuyo principal punto pasa por garantizar el poder adquisitivo de los pensionistas y la derogación del sistema de devaluación encubierta que aprobó en solitario el Gobierno de Mariano Rajoy en 2013. Unos recortes que el propio Rajoy después nunca se atrevió a aplicar.

Con aquella ley del PP en vigor, si se aplicara ese recorte que diseñó el PP hasta sus últimas consecuencias, las pensiones este año habrían subido solo un 0,25%, muy por debajo de la inflación. Con la nueva ley, se revalorizarán un 2,5%. Una subida diez veces mayor.

¿Otra buena noticia? No para todos. El PP de nuevo se salió de ese consenso. Y Pablo Casado incluso afeó públicamente ese pacto al presidente de la CEOE, Antonio Garamendi. “Es un gran error”, aseguró Casado frente al presidente de la patronal. “La reforma de pensiones lo que hace es ir en contra de una exitosa reforma de pensiones que aprobó el PP en consenso con los miembros del Consejo Europeo”.

¿En consenso con los miembros del Consejo Europeo? Es una forma falsaria de decir que el PP aprobó aquel recorte de las pensiones que pedía Europa rompiendo el Pacto de Toledo y con el rechazo unánime de todo el Congreso, salvo los diputados del PP. No apoyaron ese recorte ni los sindicatos, ni ningún grupo de la oposición, ni tan siquiera la patronal.

2021 termina con una reforma laboral con consenso, salvo por el PP y Vox. Con una primera parte de la reforma de las pensiones por consenso, salvo por el PP y Vox. Y estos dos ejemplos no son hechos aislados. Porque el Partido Popular y su escisión de ultraderecha, Vox, se han quedado fuera de la práctica totalidad de las reformas y leyes relevantes que se han aprobado este año. Han dicho a todo que no.

En marzo, el Congreso refrendó la ley de eutanasia por 202 votos a favor. Con el apoyo masivo de todos los grupos parlamentarios, también de partidos a los que no se puede tachar de izquierdistas, como son Ciudadanos o el PNV. Con el apoyo de todos, salvo del PP y Vox.

En mayo se aprobó la ley de cambio climático. Con el apoyo masivo de todos los partidos del Congreso. Salvo Vox, que votó en contra, y el PP que se abstuvo (y Más País, que también se abstuvo, aunque por motivos diferentes: porque querían una ley más ambiciosa).

En octubre, el Congreso empezó a debatir la ley de garantía integral de la libertad sexual, la conocida como ley del “sólo sí es sí”. Todo el Congreso se mostró partidario de poner en marcha la tramitación de esa ley. También Ciudadanos, también el PNV y también Junts (que sigue siendo un partido de derechas, aunque sea independentista). Todos, salvo el PP y Vox.

Y en noviembre, el Congreso aprobó los Presupuestos Generales del Estado: con 188 votos a favor. Una victoria para el Gobierno más holgada que la que tenía Mariano Rajoy en los años de la mayoría absoluta del PP (186 diputados). 

Porque el consenso no se da solo en el diálogo social. El Gobierno “social comunista”, al que la derecha tachó de ilegítimo desde el mismo día de la investidura y auguró una extrema debilidad parlamentaria, está logrando lo que parecía imposible. Por primera vez en casi un lustro, los Presupuestos se aprueban en tiempo y forma. Con el apoyo de 11 partidos distintos.

A pesar de la fragmentación política que llegó a España a partir de 2015, el Gobierno de coalición está logrando grandes acuerdos cada mes. Esto no ocurre solo en el Parlamento nacional. También en todas las autonomías donde la izquierda gobierna. Hay presupuestos en la Comunitat Valenciana, en Asturias, en Extremadura, en Navarra, en Baleares, en Castilla La Mancha, en Aragón…

Por contraste, las únicas autonomías donde este año no se aprobarán los presupuestos son dos, ambas gobernadas por la derecha: Andalucía y Castilla y León. PP, Ciudadanos y Vox han sido incapaces de ponerse allí de acuerdo. Lo mismo que ha pasado en otra de las grandes administraciones donde también gobierna la derecha: el Ayuntamiento de Madrid. 

Es un problema grave para todos los ciudadanos que dependen de estas administraciones. Sin nuevos presupuestos, el acceso de estos gobiernos a los fondos europeos se complica mucho. Prorrogar los anteriores no es solo un fracaso político: también es un serio riesgo económico.

Es algo que hasta el Parlament catalán, tan dividido, ha sido capaz de entender. La Generalitat tiene nuevos presupuestos, y también los tiene el Ayuntamiento de Barcelona. Y las empresas que pagarán el pato de la gresca en la derecha no serán ni las catalanas ni las aragonesas: serán las de Andalucía, las de Castilla y León o las de la ciudad de Madrid.

Más empleo y mejores salarios

Este 2021, el Gobierno volvió a aprobar una subida del Salario Mínimo. En total, desde 2019, ese mínimo ha crecido en un 31%: 229 euros mensuales más para los trabajadores más precarios. Para el PP, estas subidas forman parte de la “campaña de propaganda y autobombo de Pedro Sánchez”.

No es una decisión española: también cuenta con el “consenso europeo”, que diría Casado.

Todos los ministros de Trabajo de la Unión Europea aprobaron el 6 de diciembre fijar “salarios mínimos adecuados en la UE”. Respondían así al mandato del Europarlamento, que el 25 noviembre votó mayoritariamente a favor de estas subidas. También respaldó esta decisión la derecha europea, cuyo grupo parlamentario votó mayoritariamente a favor. ¿Toda la derecha? No. Los 25 eurodiputados del PP votaron en contra. Igual que los parlamentarios de Vox.

Para el Partido Popular, subir los salarios mínimos destruye empleo. Algo que, por ahora, aún está por demostrar. Porque a pesar del 30% de subida, el año 2021 se cerrará con el récord histórico de afiliados a la Seguridad Social: cerca de 19,9 millones de trabajadores cotizando. 

Nunca antes España terminó un año con tanto empleo. El récord anterior, de antes de la gran recesión, era de 19,5 millones de cotizantes.Y a este ritmo, antes del verano próximo, España probablemente superará por primera vez en su historia la barrera de los 20 millones de trabajadores afiliados. 

¿Buenas noticias? Tampoco. “España sufre una catástrofe social”, dice Pablo Casado, que cada tanto miente sobre los datos del paro: un día son “cuatro millones de desempleados”, al siguiente son “cinco millones de parados”... La realidad es muy diferente, son 3,3 millones, una cifra similar a la que se alcanzó antes de la pandemia, y que sigue disminuyendo. En 2021, el paro registrado ha bajado en 800.000 personas.

Este jueves, el Instituto Nacional de Estadística (INE) revisó su dato de crecimiento de la economía española en el tercer trimestre. Al alza, como ya avancé en un artículo anterior. En la práctica, la revisión del INE supone que todos las previsiones sobre España de los distintos servicios de estudios –del Banco de España, del FMI, de la OCDE…– también tendrán que subir. 

En el paroxismo de la crispación, algunos medios conservadores están criticando estos días al rey por decir la verdad sobre la economía en su discurso de Navidad: que se ha recuperado el empleo que se destruyó en la pandemia y que “la cifra de ocupados evoluciona de un modo realmente positivo”. Todo lo que no sea “España se hunde” les parece mal. 

Porque el “coño” de Pablo Casado en el Parlamento –un durísimo discurso de apenas dos minutos donde llegó a acusar al Gobierno de encubrir a pederastas– o recurrir al insulto y llamar “fea” a Yolanda Díaz, como hizo hace unos días Vox, demuestran una curiosa paradoja: a más consensos, mayor crispación. A mejores datos, mayor crispación. Las buenas noticias para España son malas noticias para la oposición, un curioso patriotismo que consiste en el “cuanto peor, mejor”. “Que se hunda España, que ya la levantaremos nosotros”, como decía frente a Zapatero el PP de Mariano Rajoy. 

¿Otro ejemplo? Lo que pasó en España cuando Zapatero logró el fin del terrorismo etarra. Una buena noticia, histórica, que el PP aún hoy sigue sin celebrar. Cuanto peor, mejor. Incluso cuando hay muertos de por medio.

Es una paradoja que se explica con facilidad. No están enfadados porque España vaya mal, sino todo lo contrario. Cuanto mejores sean las noticias, mayor será su enfado y más apocalíptico su discurso.

La crispación de la derecha cuando no gobierna ha sido históricamente su manera de actuar. “Siempre que en España se ha intentado un avance en dirección hacia el progreso, quebrar privilegios o reconocer nuevos derechos y libertades, el ambiente se ha crispado hasta que pareciese que estábamos al borde de la catástrofe.”, explica en este interesante artículo Nicolás Sartorius, que repasa los ejemplos históricos con precisión. Ni siquiera empieza con la democracia, ni con la República. Ya pasaba en el trienio liberal.

Crispar ha sido la norma de la derecha durante los últimos dos siglos. Pero en esta legislatura sufrimos un grado más, por la presencia de la ultraderecha en el Parlamento español y la deriva que eso ha supuesto en el Partido Popular. La derecha está atrapada en una espiral de agresividad por la pelea por el liderazgo entre Pablo Casado, Isabel Díaz Ayuso y Santiago Abascal. Compiten entre ellos para ver quién grita más.

El Partido Popular pretende ser alternativa de Gobierno. Un partido de Estado, patriótico al parecer. Pero su amor a España pesa mucho menos que su deseo de recuperar el poder. Aunque lo paguen los españoles, prefieren que al Gobierno le vaya mal.

El mayor ejemplo de ese falso patriotismo es lo ocurrido con los fondos europeos. Otra buena noticia para España, que es uno de los países más beneficiados por el reparto. ¿La reacción del PP? Hacer todo lo posible para que ese dinero no llegue a España; ir a Europa para intentar frenar esos fondos con datos falsos sobre la situación del país.

Afortunadamente para todos los españoles, también para quienes votan al PP o a Vox, Europa no les ha hecho mucho caso. España ha sido el primer país de la UE en recibir los fondos entre felicitaciones de la presidenta de la comisión, Ursula von der Leyen. ¿Una peligrosa chavista? ¿Una criptocomunista? No. Una política conservadora, exministra alemana con Ángela Merkel. Esa derecha europea que, en España, sigue sin aparecer.

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