Esperanza Aguirre Gil de Biedma llegó a la presidencia de la Comunidad de Madrid con el tamayazo, después de dos campañas electorales que organizó la Gürtel y que el PP financió ilegalmente con Fundescam. Su mano izquierda, Francisco Granados, está en prisión provisional por corrupción. Su mano derecha, Ignacio González, está siendo investigado por corrupción. Su tesorero, Beltrán Gutiérrez, está condenado por las black e investigado por financiación ilegal. La charca de “solo dos ranas” en la que chapotea la gran líder liberal es ya un ecosistema de batracios tan poblado y variado que hasta merecería protección medioambiental.
De Fundescam a la Gürtel. De la Gürtel a la Púnica. De la Púnica a sus amigos de la patronal. La investigación judicial que ha puesto en marcha la Audiencia Nacional sobre las cuentas en el PP de Madrid acumula tal cantidad de evidencias que parece imposible encontrar una sola campaña electoral donde la candidatura de la gran lideresa liberal haya cumplido con la ley de financiación de partidos. Esperanza Aguirre y el PP de Madrid siempre competían dopados en las elecciones, siempre tenían más dinero, más anuncios, más periodistas a sueldo, más amigos poderosos, siempre dispuestos a apoyar.
En las dos elecciones de 2003 –las del tamayazo y las que vinieron justo después– hicieron trampas en la financiación de la campaña con el dinero que ilegalmente recaudaban desde Fundescam a través de generosos donantes, de empresarios que vivían de contratos públicos y que, por ley, tenían prohibido donar. En las de 2007, según la investigación judicial, la campaña en B del PP se pagó con fondos desviados desde la propia Comunidad de Madrid –atentos al Canal de Isabel II y al Mercado Puerta de Toledo–, con más empresarios amigos y con la propia patronal. Con CEIM, la confederación de empresarios de Madrid, que aparece con su nombre y todas las letras en los papeles del tesorero Beltrán Gutiérrez, el Bárcenas de Esperanza Aguirre, que investiga la Audiencia Nacional.
En 2007, la patronal madrileña CEIM estaba liderada por Gerardo Díaz Ferrán –hoy en prisión–. Días después de celebrarse las elecciones autonómicas, Díaz Ferrán ascendió a presidente de la CEOE y en su sillón en Madrid se quedó Arturo Fernández. Ambos eran muy amigos en esa época –la cárcel de Díaz Ferrán les separó–. Ambos están hoy condenados por las tarjetas black. Ambos tenían importantes contratos, concesiones y adjudicaciones con la Comunidad de Madrid. Ambos coincidían en sus elogios públicos a Esperanza Aguirre, que era “cojonuda”. Y ambos eran también donantes de Fundescam.
Que el PP haya acudido a unas elecciones dopado, con más dinero que el resto gracias a la financiación ilegal, es casi ya lo normal. No pasa solo en Madrid, o en Valencia, o en tantos otros lugares más. En la sede central, desde que el partido existe, está acreditada la caja en B, según varias investigaciones abiertas en la Audiencia Nacional. Más que la excepción, la financiación irregular del partido ha sido la práctica habitual.
En el deporte, cuando un atleta gana dopado y después se descubre, pierde la medalla y es expulsado de la competición. En política, cuando un partido gana dopado y después se descubre, ¿cómo se corrige la corrupción?
Esperanza Aguirre Gil de Biedma llegó a la presidencia de la Comunidad de Madrid con el tamayazo, después de dos campañas electorales que organizó la Gürtel y que el PP financió ilegalmente con Fundescam. Su mano izquierda, Francisco Granados, está en prisión provisional por corrupción. Su mano derecha, Ignacio González, está siendo investigado por corrupción. Su tesorero, Beltrán Gutiérrez, está condenado por las black e investigado por financiación ilegal. La charca de “solo dos ranas” en la que chapotea la gran líder liberal es ya un ecosistema de batracios tan poblado y variado que hasta merecería protección medioambiental.
De Fundescam a la Gürtel. De la Gürtel a la Púnica. De la Púnica a sus amigos de la patronal. La investigación judicial que ha puesto en marcha la Audiencia Nacional sobre las cuentas en el PP de Madrid acumula tal cantidad de evidencias que parece imposible encontrar una sola campaña electoral donde la candidatura de la gran lideresa liberal haya cumplido con la ley de financiación de partidos. Esperanza Aguirre y el PP de Madrid siempre competían dopados en las elecciones, siempre tenían más dinero, más anuncios, más periodistas a sueldo, más amigos poderosos, siempre dispuestos a apoyar.