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El problema no está en que el presidente de RTVE, José Antonio Sánchez, “vote al PP y vaya a seguir votando al PP”; eso es asunto suyo, como si no vota o se golpea con una piedra en un pie. Lo indecente es que haya convertido la televisión pública de todos en otra televisión privada de su partido que seguimos pagando entre todos. Y que lo exhiba sin pudor en el mismísimo Parlamento.
“RTVE, en el desarrollo de su actividad, no adoptará posicionamiento ideológico más allá de la defensa de los valores constitucionales”, dice el mandato legal al que está sometido José Antonio Sánchez y que incumple de forma flagrante, obscena, desnudando su soberbia en la sede de la soberanía nacional. ¿Alguien se imagina al presidente de la BBC en el Parlamento británico despreciando a un diputado de la oposición y a los ciudadanos que representa mientras presume de que él vota al partido en el Gobierno? Yo no.
El presidente de RTVE no solo vota al PP: también cobró del PP. José Antonio Sánchez aparece en los papeles de Bárcenas. El tesorero del PP apuntó tres sobres a su nombre en la contabilidad B: algo más de un millón de pesetas entre 1994 y 1995. En aquella época trabajaba como periodista en ABC, como cronista parlamentario. Él mismo lo admitió recientemente ante el Congreso: “En una empresa privada yo podía compatibilizar mi trabajo y hacía trabajos para el Partido Popular. Eso es cierto”.
José Antonio Sánchez, eso también es cierto, informaba en su diario sobre el PP al mismo tiempo que cobraba del PP. Era, literalmente, un periodista a sueldo del PP. Lo sigue siendo hoy.
El presidente de RTVE –que llegó a la tele estatal después de hundir otra tele pública, Telemadrid– fue nombrado sin consenso por la mayoría absoluta del PP, cobró del PP, vota al PP y también miente para el PP. Lo hace a diario en unos informativos cuyos propios periodistas denuncian como manipulados y lo hizo también en su última comparecencia en el Congreso, la misma donde presumió de voto, al asegurar que el hundimiento de la audiencia de la televisión pública es culpa de la herencia recibida, de “los socialistas”. Es falso.
La 1 era líder de audiencia cuando Mariano Rajoy llegó. Hoy es la tercera, a bastante distancia de Telecinco y de Antena 3. Todas las grandes cadenas generalistas han descendido en share en estos años por la sencilla razón de que ahora hay más canales, pero ninguna se ha desplomado tanto como TVE. Los informativos de La 1, bajo el PP, también han dejado de ser los más vistos, después de 65 meses como líderes. Al Telediario de la noche ya no solo le ganan sus equivalentes en las privadas; también pierde frente a 'El Intermedio', de La Sexta. No solo en audiencia: muchas noches, también en rigor periodístico, a pesar de que se supone que el Gran Wyoming presenta un programa de humor.
En la última noche electoral, el especial de La Sexta dobló en audiencia al que hizo la televisión estatal con muchísimos más medios. ¿La respuesta del presidente de RTVE? Despreciar a La Sexta: “TVE nunca lo hubiera hecho así” porque [la cadena pública] se mueve “en el mundo de las generalistas normales”, aseguró. Y mostrarse “orgulloso” de un programa, el suyo, que para el propio Consejo de Informativos de TVE fue “un ejemplo de mala práctica periodística, manipulación progubernamental y falta de independencia”.
Con todo, José Antonio Sánchez está cumpliendo con el encargo que recibió del Gobierno, que no tiene mucho que ver con recuperar ni la audiencia ni el prestigio ni la solvencia ni la independencia de RTVE; nadie en su sano juicio nombraría con ese objetivo a alguien que antes hundió en la irrelevancia a Telemadrid.
El actual presidente de la televisión pública está allí para apretar las tuercas a una redacción que durante los años de Fran Llorente aprendió que podía ser libre, y que ahora se resiste a claudicar. Sánchez ha vuelto para recuperar los modos y las técnicas de U.R.D.A.C.I., los que llevaron a la tele a las condenas por manipulación informativa. José Antonio Sánchez estaba allí, era el director general durante aquellos años de propaganda que, sin embargo, no impidieron que el PP perdiese las elecciones.
Los tres Consejos de Informativos de RTVE –el de la radio, el de la tele y el de Internet– han pedido la dimisión de Sánchez. Dará exactamente igual. Ese periodista al servicio del PP seguirá al frente de la televisión gubernamental, que no pública. Que alguien como Sánchez sea el máximo responsable de RTVE deja claro cuál es el modelo que Mariano Rajoy querría imponer a todos los medios de comunicación, esos ingratos que “martilleamos” sobre la corrupción.
Dice el Gobierno que sus problemas son “de comunicación”, pero no es una autocrítica: es una crítica a los medios que no se pliegan. Y Sánchez, y su manera de hacer televisión, es lo que entienden desde La Moncloa por resolver esos problemas. Es lo que querrían que fuesen todos los demás canales, especialmente La Sexta, una empresa privada a la que estos supuestos liberales presionan sin descanso.
Y este es el Gobierno que acusa a la oposición de querer poner las instituciones del Estado a su servicio, acabar con la libertad de prensa y pervertir la democracia. ¿Más o menos de lo que ya lo hace el PP?
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