Miles de personas se manifestaron este domingo contra el líder del PP, Pablo Casado, pidiendo su dimisión. Lo hicieron en defensa de Isabel Díaz Ayuso, esa presidenta autonómica que ha admitido abiertamente que su hermano cobró una comisión. La manifestación no fue anecdótica. Refleja el sentir mayoritario del votante conservador, que ha tomado partido en esta guerra. En contra de Casado. A favor de Ayuso y de la corrupción.
Hay que remontarse al GIL en Marbella, o a ese día en el que Felipe González acompañó a los condenados por los GAL hasta la puerta de la prisión para encontrar precedentes similares a lo que la derecha española está viviendo hoy. Es un ejemplo más de esta década trumpista, de ese mundo donde el relato y las emociones son mucho más importantes que la verdad.
Miguel Ángel Rodríguez, “MAR”, ha leído como pocos ese contexto, el de la extrema polarización. Con la ayuda de unos medios conservadores que le deben mucho, ha sido capaz de dar la vuelta a una situación aparentemente imposible de solucionar. ¿Tú dices comisiones? ¡Yo digo espionaje! La voladura controlada del caso Ayuso ha cambiado el marco del debate. Y por eso ahora todos hablamos de la guerra de poder en el PP; de la posible caída de Casado, y no de la presunta corrupción.
Hoy el líder del PP vive una situación de debilidad extrema, tal vez los últimos días de su carrera política. Se le ha puesto cara de Hernández Mancha y está atrapado por cuatro errores que tienen difícil solución.
En todo lo ocurrido, Pablo Casado también tiene una gran parte de responsabilidad. Y su primer error, que cometió en enero de 2019, fue el nombramiento de Isabel Díaz Ayuso como candidata en Madrid: una designación a dedo que el presidente del PP decidió en solitario, sin encomendarse a nadie más.
Ayuso fue una creación de Casado, que apostó por su vieja amiga de las Nuevas Generaciones del partido porque creía que le sería leal. Nunca aprenden: nunca lo son. Y la historia está llena de mediocres segundones que, una vez encumbrados, rodeados de una corte de halagos, se emancipan de quien les nombró. Sin el dedazo de Casado, la bestia Ayuso no existiría. Fue Casado quien dio a luz a ese animal populista que ahora le puede devorar.
Da para debate aparte el gran talento de Casado como ojeador. Sus dos grandes apuestas políticas fueron Isabel Díaz Ayuso y Cayetana Álvarez de Toledo. Un éxito arrollador.
El segundo gran error de Casado llegó cuando se enteró de esa comisión; cuando supo que el hermano de Isabel Díaz Ayuso había cobrado 286.000 euros de esta empresa beneficiada por un contrato a dedo de la Comunidad de Madrid. No hay que ser cum laude en Derecho para apreciar en esta historia indicios muy sólidos de corrupción. Y lo que tenía que haber hecho Casado, de creerse su discurso regenerador, es acudir inmediatamente a la Fiscalía Anticorrupción. No abrir una investigación interna, al estilo de la Iglesia católica cuando aparece un pederasta en la organización.
Cuando Casado supo de las comisiones del hermano de Ayuso no las denunció. En algún momento conoceremos con más detalle quién fue la persona que alertó al PP de esas transferencias que el hermano de Ayuso cobró de la empresa en cuestión. Tal vez también sepamos entonces por qué Casado no podía blanquear una información que, a todas luces, se la proporcionó alguien obligado a guardar un secreto que no respetó. Hay quien señala a la oficina bancaria en la que Tomás Díaz Ayuso recibió la transferencia. Hay quien cree que la pista llegó de la Agencia Tributaria, o del Sepblac. Fuera quien fuera la fuente, es también obvio que la información era correcta, como se ha demostrado ya.
El tercer error de Casado lo cometió este sábado. Cuando Génova decidió archivar la investigación abierta dos días antes contra Ayuso y dar por buenas unas explicaciones a todas luces insuficientes, por mucho que haya quien las quiera comprar. Hay algo peor que una mala estrategia: tener dos. Dar marcha atrás a mitad de un pulso, que es tanto como aceptar una derrota total.
El cuarto error no fue de Casado. O al menos no está probado que el responsable fuera él. Me refiero a esos famosos detectives que algunos asesores, desde el Ayuntamiento de Madrid, intentaron contratar. No está acreditado que esos fontaneros que se reunieron con empresas de detectives actuaran por su cuenta y riesgo o siguiendo órdenes del partido. Pero lo cierto es que esos contactos para poner en marcha este espionaje existieron. Aunque fue solo un intento, que no se concretó. Un espionaje en grado de tentativa; una minucia al lado de las comisiones. Pero que dieron a MAR la palanca necesaria para presentar a Isabel Díaz Ayuso como víctima de una gran conspiración.
Los errores de Casado han sido muchos en este tiempo. Y es probable que pague un alto precio por ellos. Pero esta historia no acabará aquí, ni siquiera si Casado se ve forzado a dimitir, porque esto no va solo de una guerra de poder en el PP. Hay un segundo tema que aún tiene mucho recorrido: los indicios de corrupción.
En las próximas semanas, a medida que avance la investigación que probablemente abrirá la Fiscalía Anticorrupción, conoceremos más detalles que descubrirán el resto del pastel. Porque hay preguntas importantes que aún están por resolver.
¿Las cuatro facturas que dice Ayuso que cobró su hermano de la empresa de las mascarillas fueron en las mismas fechas que esos 55.850 euros más IVA que ahora Ayuso confesó? ¿En un único pago o en varios? ¿Presentó Tomás Díaz Ayuso ante Hacienda una declaración complementaria para regularizar a posteriori lo que antes no había declarado, como adelantó su hermana al hablar de que todo está “regulado ante Hacienda”? ¿Por qué razón lo hizo, si estaba todo bien?
Si era Tomás Díaz Ayuso quien tenía los contactos en China para importar las mascarillas, ¿para qué necesitaba entonces al empresario amigo de su pueblo, que no tenía ninguna experiencia previa en el sector?
No olviden otra cosa: los hermanos Ayuso saben desde hace cuatro meses que esta comisión acabaría bajo la lupa de la Justicia. Y han tenido mucho tiempo para organizar una defensa legal ante el riesgo más que probable de una investigación. “Están intentando taparlo con facturas falsas”, aseguraba la fuente anónima que alertó por SMS, en noviembre, a la oposición de Madrid.
Algunos rastros se pueden eliminar. Como borraron de la página de Facebook del Ayuntamiento de Sotillo de la Adrada –el pueblo de los Ayuso y del empresario que se llevó la adjudicación– la imagen de las mascarillas que desvelamos hoy. Una foto que también demuestra otra gravísima irregularidad: que la empresa entregó un material distinto al que figuraba en la adjudicación, unas mascarillas sin homologación europea, de menor precio y de peor calidad.
Pero hay otras pruebas que son más complicadas de borrar. Cada paso que dieron ante Hacienda, antes o después de esa posible regularización. Cada movimiento bancario: la fecha, el concepto y la cantidad. Qué otras “relaciones comerciales” –como las llamó Ayuso– ha tenido esta empresa con su hermano antes y después de ese contrato. Si fue algo puntual.
Todo eso, y los demás contratos con la Comunidad de Madrid de empresas relacionadas con Tomás Díaz Ayuso, será estudiado atentamente por la Fiscalía Anticorrupción, donde han presentado varias denuncias los partidos de la oposición. Hay quien definió una vez a la Justicia como una enorme piedra que se desliza muy lenta por una ladera. No corre mucho, va muy despacio. Pero como te atrape, es muy difícil escapar. No basta con organizar una manifestación.
¿Y Casado? ¿Sobrevivirá a este tsunami político? Parece difícil. Dependerá de cuánto tarde la justicia en actuar. Y estos tiempos, para Casado, no juegan a favor.
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elDiario.es fue el primer medio en publicar la noticia de ese contrato para comprar 1,5 millones de euros en mascarillas por las que el hermano de Ayuso cobró una comisión. Lo contamos hace ya tres meses. Y también fue el primer periódico que destapó las gestiones de Tomás Díaz Ayuso con otras empresas que recibieron adjudicaciones a dedo de la Comunidad de Madrid. Lo publicamos hace más de un año.
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