Jorge Moragas no es un asesor más. Es el jefe de gabinete de Mariano Rajoy, su mano derecha, su fiel escudero, la persona que más tiempo pasa con el presidente del Gobierno español.
El caso Pujol no es un simple escándalo de corrupción. Retrata a la Catalunya de Convergencia como un régimen cleptocrático donde el padre de la patria y su familia presuntamente robaban a su supuestamente adorada nación. Como los Gadafi. Como los Mubarak. Como el clan de cualquier otro felón.
Los SMS entre el jefe de gabinete de Mariano Rajoy y la ex novia del hijo mayor de los Pujol no son un simple asunto privado, como despachó la vicepresidenta Sáenz de Santamaría –con la misma excusa que usó hace más de un año con los SMS de Rajoy a Bárcenas–. Son una de las principales pruebas que dejan claro hasta qué punto el Gobierno central ha maniobrado para atajar el independentismo catalán y “salvar España” cargando contra los Pujol, contra una pestilente trama de corrupción que durante décadas nadie quiso ver.
Y el momento en el que estalla este caso tampoco es casual. No disculpa en absoluto al molt honorable evasor. Pero demuestra que en España, entre ciertas élites, el robo se perdona, pero no la traición. No hay más que repasar la durísima comparecencia de Cristóbal Montoro contra Jordi Pujol y compararla con las suaves palabras que le dedicó a Luis Bárcenas cuando su fortuna en Suiza apareció.
Para entender la importancia de estos SMS, además del contenido, hay que fijarse en las fechas. Cuando Moragas anima a Victoria Álvarez a dar una entrevista y contarlo todo para “salvar España”, el 20 de noviembre de 2012, Catalunya está en pleno periodo electoral. Faltan solo cinco días para la votación. Los mensajes, además, llegan en la misma campaña donde apareció ese extrañísimo informe de la UDEF sin sello oficial, elaborado –como se supo después– por un grupo de policías enviados desde Madrid para rastrear la corrupción de Barcelona.
Es igual de relevante la segunda tanda de mensajes. Cuando Jorge Moragas le dice a Victoria Álvarez que qué ha hecho. El mensaje implícito es bastante claro: el jefe de gabinete de Mariano Rajoy parece tener noticias más que de sobra sobre lo ocurrido en esa declaración ante la Policía, una noticia que no se publicó en prensa hasta varios días después. ¿Por qué razón estaba el jefe de gabinete del presidente al tanto de una investigación policial? ¿A través de qué vía circuló en el Gobierno esa información?
Los mensajes también demuestran hasta qué punto era cercana la relación entre Moragas y Victoria Álvarez. Fue el jefe de gabinete de Rajoy quien dos años antes, en 2010, intermedió entre la ex de Pujol y la presidenta del PP catalán, Alicia Sánchez Camacho, para la famosa comida de La Camarga que grabó Método 3.
Pero más allá de lo mucho que se ve la patita al Gobierno y al PP en todo el caso Pujol, los mensajes demuestran la ceguera política del Ejecutivo de Rajoy; la torpeza de quien se cree su propia propaganda y está convencido de que el auge independentista es solo un invento de CiU y Artur Mas. ¿De verdad cree el Gobierno que basta con destapar la corrupción de los Pujol para “salvar España”?
Jorge Moragas no es un asesor más. Es el jefe de gabinete de Mariano Rajoy, su mano derecha, su fiel escudero, la persona que más tiempo pasa con el presidente del Gobierno español.
El caso Pujol no es un simple escándalo de corrupción. Retrata a la Catalunya de Convergencia como un régimen cleptocrático donde el padre de la patria y su familia presuntamente robaban a su supuestamente adorada nación. Como los Gadafi. Como los Mubarak. Como el clan de cualquier otro felón.