Doce años perdidos. Hay que viajar doce años hacia atrás en el tiempo para encontrar un momento en la historia de España en el que hubiese menos de 17 millones de personas trabajando. No pasaba desde el año 2002 y ha vuelto a pasar en un martes negro en el que los datos de la EPA han arrollado la propaganda gubernamental. Ya es oficial: el rebote del gato muerto no es el inicio de la recuperación. Y por mucho que el presidente y su coro repitan que es de día la noche sigue aquí.
La crisis no ha terminado, por mucho que el PIB crezca unas dudosas décimas bajo la sombra de la manipulación estadística, por mucho que Rajoy “esté muy contento”, por mucho que Montoro hablé de “datos esperanzadores”, por mucho que el PP insista en que “vamos por la buena dirección”. En los últimos tres meses, se han destruido 184.600 puestos de trabajo –80.000 en términos interanuales– en un país donde ya no parecía haber mucho más empleo que perder. El paro baja en 2.000 personas, pero sólo porque la población activa se reduce en 187.000: porque muchos emigran y los que se quedan ni se molestan en buscar ese empleo que no hay. ¿Se ralentiza la destrucción de puestos de trabajo? Sólo faltaría, después de cinco años de hundimiento. Pero la prometida “creación de empleo neto a principios de año” de la que habló el Gobierno no parece que vaya a llegar.
Cada oleada de la EPA deja sobre la playa una catástrofe aún mayor. Más de tres millones y medio de parados son de larga duración. Casi dos millones familias no cuentan con un solo empleo entre todos sus miembros. Desde que Mariano Rajoy gobierna, con su exitosa reforma laboral, se han destruido 1,2 millones de empleos. Y si una parte de la población activa no hubiese emigrado, hoy habría seis millones y medio de parados. Rajoy terminará la legislatura con una situación aún más desastrosa de la que se encontró y hará falta una década para que el empleo en España regrese a los números de 2007.
El Gobierno confía en que los datos del paro del mes de abril, que se conocerán la próxima semana, sean algo mejores. Es probable que sea así, gracias a la Semana Santa, pero ni de lejos bastará para que ese mínima mejora se note en la sociedad. Como de costumbre, el Gobierno disfrazará el pequeño brote verde de gran bosque tropical y cantará a los cuatro vientos –con la ayuda de una prensa cada día más dócil– las bondades de una “recuperación” donde la distancia entre la realidad y la propaganda cada día es mayor.