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Que te regalen un máster es otra forma de corrupción

Cuando Cristina Cifuentes se matriculó en un máster de la Universidad Rey Juan Carlos no era una alumna cualquiera que pasara por allí. Fue en el año 2012. Cifuentes ya era la delegada del Gobierno en Madrid. Antes había sido miembro del Consejo de Universidades de Madrid. Su nombre, en ese año, ya sonaba como probable candidata a las elecciones autonómicas por el PP. Llevaba más de treinta años en política –se afilió en 1980 a las juventudes de AP– y hacía ya dos décadas que era diputada en la Asamblea de Madrid. En esta universidad pública, que financia la misma administración que hoy preside, Cristina Cifuentes recibió un claro trato de favor. Solo se explica por ser quien es.

Ni Cristina Cifuentes ni la Universidad Rey Juan Carlos ni ningún otro de los protagonistas de esta exclusiva que nuestra compañera Raquel Ejerique publica hoy han sabido aclarar a eldiario.es cómo la hoy presidenta de Madrid logró sendos notables en dos asignaturas a las que no se presentó. Tampoco saben explicar por qué modificó esas notas una funcionaria administrativa de otro campus distinto, en vez de los profesores del máster. Ni por qué Cifuentes logró dos notables en su expediente el 23 de octubre de 2014: dos años después de terminar su máster y sin que figure ningún nuevo pago de matrícula por repetir.

No eran dos asignaturas cualquiera. Una de ellas era el trabajo de fin de máster. Entre las dos asignaturas pendientes, a Cifuentes le faltaban casi la mitad de los créditos necesarios para aprobar: 27 de 60.

La única explicación posible es que a Cifuentes le aprobaron por la cara. Por puro enchufismo. Por ser quien era. Mentir en el currículum suele ser motivo de dimisión en aquellos países europeos a los que nos queremos parecer. Falsear un documento público, un título de una universidad pública, es un abuso de una gravedad aún mayor.

El máster regalado a Cifuentes no es el único escándalo que ha salpicado a una universidad pública donde nada parece marchar bien. Es la universidad que mantuvo durante meses al rector plagiador. La misma donde la hermana de Cifuentes acabó colocada en un puesto a dedo que no le correspondía, de forma ilegal.

Casualmente, la funcionaria que le puso los notables por la cara, Amalia Calonge, tenía como imagen de perfil en su whatsapp una foto de ella abrazada a Cristina Cifuentes. Le hemos preguntado a Calonge si son amigas. Ha preferido no contestar. Más tarde, ha cambiado su foto de whatsapp.

Cristina Cifuentes ayer tuvo que aclarar en el Congreso de los Diputados un misterio difícil de desentrañar: cómo es posible que ella fuese la única política honrada que prosperase en la charca de batracios de Esperanza Aguirre e Ignacio González. “Cuanto esto acabe, volveré a la universidad”, aseguró en el Parlamento. Lo que no ha explicado es a qué plaza pretende regresar.

Cifuentes se matriculó en este máster por una razón: porque lo necesitaba como paso previo para presentar una tesis doctoral con la que después poder optar a un puesto docente, como el que se llevó a dedo su hermana. La plaza de Cifuentes en la universidad es como funcionaria no docente: primero del grupo B y más tarde, cuando ya estaba en política, pasó a técnico superior.

Cabe preguntarse en qué momento de su día a día lograba la delegada del Gobierno en Madrid estudiar para su máster o acudir a las clases. O cómo pensaba sacar rato para una tesis doctoral mientras preside la Comunidad, sin tiempo suficiente ni para tomarse vacaciones de verano. Es fácil, cuando los títulos universitarios se aprueban así.

En otro país europeo más normal, la presidenta de la Comunidad de Madrid no seguiría en su puesto un día más.

Cuando Cristina Cifuentes se matriculó en un máster de la Universidad Rey Juan Carlos no era una alumna cualquiera que pasara por allí. Fue en el año 2012. Cifuentes ya era la delegada del Gobierno en Madrid. Antes había sido miembro del Consejo de Universidades de Madrid. Su nombre, en ese año, ya sonaba como probable candidata a las elecciones autonómicas por el PP. Llevaba más de treinta años en política –se afilió en 1980 a las juventudes de AP– y hacía ya dos décadas que era diputada en la Asamblea de Madrid. En esta universidad pública, que financia la misma administración que hoy preside, Cristina Cifuentes recibió un claro trato de favor. Solo se explica por ser quien es.

Ni Cristina Cifuentes ni la Universidad Rey Juan Carlos ni ningún otro de los protagonistas de esta exclusiva que nuestra compañera Raquel Ejerique publica hoy han sabido aclarar a eldiario.es cómo la hoy presidenta de Madrid logró sendos notables en dos asignaturas a las que no se presentó. Tampoco saben explicar por qué modificó esas notas una funcionaria administrativa de otro campus distinto, en vez de los profesores del máster. Ni por qué Cifuentes logró dos notables en su expediente el 23 de octubre de 2014: dos años después de terminar su máster y sin que figure ningún nuevo pago de matrícula por repetir.