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Más sonrisa y menos cal viva

Nada de estrellas rojas, puños en alto o banderas republicanas. La campaña electoral de Unidos Podemos “antepone el amor, la ilusión y la sonrisa”, en palabras de Iñigo Errejón, que al menos en los símbolos, mantiene la apuesta por la transversalidad, la centralidad y el buen rollo. Atrás queda “la cal viva”; Podemos vuelve a la imagen de moderación en un intento de achicar aún más el espacio a un PSOE cada vez más arrinconado.

Todas las encuestas dan por hecho el sorpasso, aunque por ahora solo en votos pero no en escaños. Los días que Felipe González no da un susto con sus cartas de recomendación a un genocida africano para un business con petróleo manchado de sangre es la justicia quien complica a Pedro Sánchez la campaña, procesando a dos de los últimos presidentes del partido: Pepe Griñan y Manuel Chaves.

Desde la dirección del PSOE no se creen esa unanimidad en las encuestas que les sitúan terceros y confían en los recientes estudios cualitativos que ha realizado para el partido el sociólogo Fernando Conde. Según esos focus groups, Pedro Sánchez podría recuperar una parte del votante que le robó Podemos el 20D: no los más jóvenes, a los que dan por perdidos, sino a esa parte del electorado de Podemos moderadamente progresista y mayor de 40 años, que ve con buenos ojos a Manuela Carmena pero no traga a Julio Anguita. Son votantes históricamente socialistas de clases medias urbanas, que no han pagado tan duramente los efectos de la crisis, que votaron a Podemos después de mucho dudar, que no se fían de Pablo Iglesias (pero sí de Iñigo Errejón) y que el PSOE cree que podría seducir si su campaña electoral funciona. A eso lo fían todo.

Según las cuentas del PSOE, los 900.000 votantes de IU no irán todos a Podemos. El último CIS de mayo daba a Podemos un retroceso aún mayor de esa cifra: alrededor de 1,3 millones de votantes. Sumando y restando, llegan a la conclusión de que el sorpasso estará más reñido de lo que pintan las encuestas, y de que el terreno donde el PSOE pelea para no dejar de ser la izquierda mayoritaria y convertirse en el centro minoritario estará ahí: en ese electorado.

Contra la estrategia (o la esperanza) del PSOE no solo apuestan todas las encuestas. También la polarización entre el PP y Podemos, que está dejando fuera de pista a Pedro Sánchez entre dos emociones tan básicas como eficaces. El PP juega al miedo. Podemos, a la ilusión. ¿Y El PSOE? Al “cambio”, que como emoción no es gran cosa.

La pregunta que los cuatro principales partidos deben contestar en esta campaña ya no es qué harán si gobiernan, sino con quién (y con quién no) pretenden gobernar en un inevitable nuevo Parlamento fragmentando. Solo PP y Podemos tienen respuestas claras para esa cuestión básica: uno plantea la gran coalición o, si suman, gobernar con Ciudadanos; el otro, un gobierno de izquierdas con el PSOE. Son precisamente los partidos que con sus palabras o sus actos no han respondido claramente a esta pregunta, PSOE y Ciudadanos, quienes coinciden a la baja en todas las encuestas. Y más que bajarán, si su estrategia no cambia.

Nada de estrellas rojas, puños en alto o banderas republicanas. La campaña electoral de Unidos Podemos “antepone el amor, la ilusión y la sonrisa”, en palabras de Iñigo Errejón, que al menos en los símbolos, mantiene la apuesta por la transversalidad, la centralidad y el buen rollo. Atrás queda “la cal viva”; Podemos vuelve a la imagen de moderación en un intento de achicar aún más el espacio a un PSOE cada vez más arrinconado.

Todas las encuestas dan por hecho el sorpasso, aunque por ahora solo en votos pero no en escaños. Los días que Felipe González no da un susto con sus cartas de recomendación a un genocida africano para un business con petróleo manchado de sangre es la justicia quien complica a Pedro Sánchez la campaña, procesando a dos de los últimos presidentes del partido: Pepe Griñan y Manuel Chaves.