Un rector que plagia es como un bombero pirómano, como un policía que roba o como un médico que envenena en lugar de sanar. El plagio es la antítesis del conocimiento y la investigación, y pocas cosas deberían abochornar más a una universidad, a sus profesores y a sus alumnos que tener como máxima autoridad a un plagiador. No hay mayor estafa en un académico que copiar. No hay mayor vergüenza en una universidad que estar dirigida por un plagiador.
Fernando Suárez, rector de la universidad pública Rey Juan Carlos, plagió párrafos enteros, páginas completas, en al menos siete trabajos académicos, según la investigación que estos días estamos publicando en eldiario.es. Copió hasta las erratas, hasta los pies de página, frase por frase, autor por autor. Plagió a estudiantes, a catedráticos, a asesores…a todo un presidente de la Academia de Historia y también a una humilde doctoranda. Copió y mintió sin parar.
El colmo de su carrera lo desvelamos hoy: es el séptimo ejemplo de plagio que hemos encontrado y es muy probable que aparezcan más. El rector publicó un capítulo de un libro colectivo sobre las Cortes de Cádiz. De las 45 páginas que tiene este texto firmado por el rector, 43 son copiadas: fusiladas a partir de trabajos de cinco autores distintos, plagiados de principio a fin.
El rector muy probablemente tendrá que responder en los juzgados por sus plagios. Uno de los que ya han anunciado demanda es el catedrático de derecho de la Universidad de Barcelona Miguel Ángel Aparicio. Lo contó en esta entrevista, donde nuestra compañera Raquel Ejerique preguntó si había hablado con el rector tras conocer que le había plagiado. Su respuesta no puede ser más sincera: “Ni lo he intentado. ¿Para qué? ¿Para insultarle?”.
El rector insulta a la universidad con sus plagios y también a la inteligencia con las excusas con las que se intenta esconder. Lean íntegra la “declaración institucional” que ofreció ayer –con eldiario.es se ha negado a hablar–. Lean y no solo por la novedad de conocer un texto del rector donde, que sepamos, no ha copiado a nadie. Fernando Suárez explica que “es posible” que haya cometido “disfunciones”: “Porque soy humano”. Manipula al mezclar la copia industrial de patentes con el plagio académico y excusa sus copia-pega porque no eran “ideas originales” y porque tampoco obtuvo un beneficio económico.
El rector miente en su explicación. No solo porque sus corta-pegas van mucho más allá del simple error de un ser humano, de los que tropiezan siete veces en la misma piedra. O porque sea indignante, además de falaz, que acuse de poco originales a los mismos autores a los que copia. Ha recibido al menos dos pluses en su sueldo gracias a su prolija producción de artículos académicos. La agencia estatal evaluadora tendría que revisar si también le puntuaron como un mérito artículos que eran plagiados.
Que una de las universidades públicas esté dirigida por un rector así explica mucho, y nada bueno, del sistema educativo español. Los plagios cotidianos del rector dan la medida de su falta de ejemplaridad, algo que también demuestra con gestos como instalar un sistema informático antiplagio... para los alumnos. O con con el reparto arbitrario de las vacantes de profesores, en contra de los criterios que fija la ley, según ha sentenciado la justicia.
Pero lo que más indigna no es que un parásito de la investigación ajena haya llegado a dirigir un templo del conocimiento. Es que después de descubierto siga atrincherado ahí, gracias al corporativismo de quienes le protegen. Gracias también al silencio cómplice de la Conferencia de Rectores, del ministro de Educación y del gobierno autonómico de Madrid que preside Cristina Cifuentes –hermana de una de las profesoras “de reconocido prestigio” (presentó la tesis doctoral hace apenas un año y ya es prestigiosa) que la Rey Juan Carlos contrató.
La próxima vez que alguien se pregunte qué pasa en este país para que solo haya una universidad española entre las 200 mejores del mundo –la de Barcelona, en el puesto 122–, que mire en la Rey Juan Carlos. En el ejemplo de este rector plagiador, y más aún en el silencio de las instituciones que le protegen, tienen una respuesta universal.
Un rector que plagia es como un bombero pirómano, como un policía que roba o como un médico que envenena en lugar de sanar. El plagio es la antítesis del conocimiento y la investigación, y pocas cosas deberían abochornar más a una universidad, a sus profesores y a sus alumnos que tener como máxima autoridad a un plagiador. No hay mayor estafa en un académico que copiar. No hay mayor vergüenza en una universidad que estar dirigida por un plagiador.
Fernando Suárez, rector de la universidad pública Rey Juan Carlos, plagió párrafos enteros, páginas completas, en al menos siete trabajos académicos, según la investigación que estos días estamos publicando en eldiario.es. Copió hasta las erratas, hasta los pies de página, frase por frase, autor por autor. Plagió a estudiantes, a catedráticos, a asesores…a todo un presidente de la Academia de Historia y también a una humilde doctoranda. Copió y mintió sin parar.