Opinión y blogs

Sobre este blog

La trituradora de Miguel Ángel Rodríguez empieza a funcionar

20 de marzo de 2024 08:38 h

0

Es uno de los episodios más indignos que he sufrido en 30 años que llevo trabajando como periodista, en 15 años desde que dirijo periódicos. 

Miguel Ángel Rodríguez ha difundido un bulo que han publicado sin ningún tipo de contraste varios medios de comunicación: que dos “periodistas encapuchados” de elDiario.es han intentado entrar “por la fuerza” en la vivienda de la presidenta de Madrid. También han hecho algo parecido con dos periodistas de El País, a los que acusan igualmente de “acoso” cuando solo cumplían con su trabajo. Han difundido su nombre y sus caras en otro intento de intimidación. 

Es mentira. Los periodistas de elDiario.es ni van encapuchados ni asaltan viviendas ni son violentos. Todo es absolutamente falso en estos infundios que han esparcido varios medios sin siquiera preguntar antes a esta redacción.

Es todo una enorme y flagrante manipulación. Solo ha habido un periodista de elDiario.es que se haya acercado a esa vivienda y no pasó del portal. La realidad no tiene absolutamente nada que ver con este bulo que difunde la Comunidad de Madrid.

El lunes 11 de marzo, hace más de una semana, antes de publicar nuestra primera exclusiva sobre el fraude fiscal de la pareja de Ayuso, un periodista de elDiario.es preguntó desde la calle a varios vecinos de la casa de Ayuso para contrastar nuestra noticia: para comprobar que, en efecto, vivía allí. 

Nuestro compañero no iba encapuchado. Tampoco fue violento. Ni siquiera llegó a entrar en el edificio. Se identificó en todo momento como periodista de elDiario.es y sus indagaciones sirvieron para confirmar que, en efecto, la presidenta de Madrid tenía allí su residencia. Una vivienda que en ningún caso hemos identificado ni publicado su dirección.

Esto es lo que hacemos los periodistas: contrastar la información antes de publicar. Para después publicar solo aquello que es relevante: ni siquiera todo lo que sabemos.

La información que obtuvimos de los vecinos, y que confirmó lo que ya nos habían contado otras fuentes, era muy relevante. La casa en la que vive la presidenta de Madrid no es una sino dos: una encima de la otra. El piso de abajo está a nombre de su pareja, Alberto González Amador. El de arriba es un ático con terraza y está a nombre de una empresa, Babia Capital SL, cuyo administrador único es abogado de la pareja de Ayuso.

Sabemos también que la pareja de Ayuso realizó obras en la vivienda: no sabemos si para unir ambas casas. Una reforma así requiere una serie de permisos que tampoco nos consta que estén en regla. Se presentó una declaración responsable para una obra menor pero fue rechazada por la Junta de Chamberí. Y el concejal y la funcionaria del Ayuntamiento de Madrid que negaron esa licencia de obra a la pareja de Ayuso fueron después relegados de sus puestos. A pesar de esa negativa, no consta que se haya enviado a la inspección.

Nuestro compañero, el periodista que el lunes 11 de marzo confirmó que la pareja vive en dos pisos, no acosó a ningún vecino, tampoco iba encapuchado, no entró ni en el portal –menos aún en la casa– y no utilizó fuerza o violencia alguna. Preguntó a vecinos del barrio y también a una residente que entraba en el edificio. 

Posteriormente, mientras estaba en un banco de un parque cercano a la vivienda, fue identificado por el servicio de contravigilancia de la presidenta de Madrid, unos agentes de la Policía Nacional. Fuentes de Interior confirman que se trató de una identificación rutinaria de una persona que era simplemente un periodista “en situación de absoluta normalidad, haciendo su trabajo”.

Estos policías cumplieron con su trabajo: cerciorarse que esa persona que preguntaba por la presidenta de Madrid era, en efecto, un periodista. Nosotros cumplimos con el nuestro: comprobar que la presidenta de Madrid vivía ahí, en una casa comprada por un presunto defraudador fiscal. Esta anécdota es el medio gramo de verdad que Miguel Ángel Rodríguez utiliza para construir una enorme mentira contra nosotros.

Que nos acusaran de asaltar viviendas por la fuerza y encapuchados, como si en vez de un periódico fuéramos un grupo terrorista, es lo último que me podía imaginar que viviría como director de elDiario.es. Demuestra también su nerviosismo: que la información que estamos publicando es muy incómoda para la presidenta de Madrid.

También demuestra hasta dónde están dispuestos a llegar. 

Este bulo busca varias cosas. La primera, desacreditarnos: laminar nuestra credibilidad. La segunda, desestabilizarnos: que cometamos errores por este señalamiento y esta presión. La tercera es también evidente: quieren desviar la atención. Porque lo verdaderamente relevante es otra cosa: cómo se pagó la vivienda de lujo en la que vive la presidenta de Madrid.

No podemos decir que no sabíamos dónde nos metíamos. Nos lo “anunció” el propio Miguel Ángel Rodríguez hace una semana y por escrito: “Os vamos a triturar. Vais a tener que cerrar”. Su intento para desacreditarnos y hundir nuestra credibilidad ha empezado ya. 

Desde elDiario.es vamos a estudiar acciones legales contra cualquiera que impute delitos a los trabajadores de este periódico: acusarnos de asaltar de forma violenta y encapuchados la vivienda de una autoridad pública es algo muy grave. 

Es intolerable. Es inadmisible. Es gravísimo. Pero no nos van a callar.

______

Si crees que el periodismo importa, apóyanos. Nos va a hacer falta toda la ayuda posible, la tuya también. Hazte socio, hazte socia, de elDiario.es.

Es uno de los episodios más indignos que he sufrido en 30 años que llevo trabajando como periodista, en 15 años desde que dirijo periódicos. 

Miguel Ángel Rodríguez ha difundido un bulo que han publicado sin ningún tipo de contraste varios medios de comunicación: que dos “periodistas encapuchados” de elDiario.es han intentado entrar “por la fuerza” en la vivienda de la presidenta de Madrid. También han hecho algo parecido con dos periodistas de El País, a los que acusan igualmente de “acoso” cuando solo cumplían con su trabajo. Han difundido su nombre y sus caras en otro intento de intimidación.