El PP partía como favorito en estas autonómicas y era inevitable el subidón. La desaparición de Ciudadanos, que pasa hoy definitivamente a la historia –como antes ocurrió con el CDS o UPyD–, ha reagrupado el voto conservador. Estaba cantado que el PP solo podía mejorar: recuperar gran parte de los gobiernos municipales y autonómicos que, hace cuatro años, perdió. Pero la victoria de la derecha en esta noche electoral es más amplia; más rotunda. Y no solo se explica por el colapso de Ciudadanos. Hay mucho más.
En términos de poder autonómico, para el PP es un avance brutal. Por encima de sus mejores expectativas. Aragón, La Rioja, Baleares, Cantabria, la Comunitat Valenciana y hasta Extremadura pasan a la derecha. El PSOE solo aguanta en Asturias, en Castilla-La Mancha y en Navarra. Tal vez también en Canarias –aunque parece muy difícil–. Nada más.
En las municipales, la foto para la izquierda no es mucho mejor. No solo por la victoria en votos del PP, sino por el poder municipal que va a recuperar. La derecha gobernará en todas las capitales de provincia andaluzas salvo tal vez Jaén. En todas las de Castilla-La Mancha, salvo Cuenca. En Zaragoza, en Valencia, en Valladolid… En todas las principales ciudades españolas, salvo Barcelona y Bilbao.
El tono trumpista de la campaña, sin duda, ha sido determinante en el resultado electoral. A falta de una crisis económica, el PP lo puso todo al “que te vote Txapote” y a acusaciones igual de gruesas de un pucherazo electoral.
Que las autonómicas y municipales estuvieran tan marcadas por el debate nacional ha tenido esta conclusión. El ‘todo es ETA’ se ha demostrado tremendamente eficaz. Pero no solo le ha sido útil al PP. Vox duplica sus votos y EH Bildu logra su mejor resultado histórico, convirtiéndose en la principal alternativa al PNV.
La mayoría de los nuevos presidentes autonómicos del PP tendrán que pactar con Vox, que es otro de los grandes vencedores de este 28M. La extrema derecha no solo crece en votos, también lo hará en poder institucional. Y deja más claro que nunca que, sin su apoyo, Alberto Núñez Feijóo nunca podrá gobernar.
Para el PSOE, el batacazo es histórico. Y a su izquierda el resultado es aún peor. Podemos acelera su declive y se queda fuera de los parlamentos autonómicos de Madrid, de Canarias, de la Comunitat Valenciana y de Cantabria –tampoco entran en Castilla-La Mancha, donde no estaban ya–. De 47 escaños autonómicos pasan a 15: dos tercios menos que hace cuatro años. Donde han ido solos, sin IU, el resultado para Podemos es aún peor: desaparecen en Rivas, en Zamora y en Cádiz; y en Asturias pasan de 4 a 1, mientras IU sube de 2 a 3.
La “izquierda cuqui” –como despectivamente la calificó Ione Belarra– corre una suerte un poco mejor, dentro del desastre general. Más Madrid se mantiene como la primera fuerza de la oposición en el Ayuntamiento y en el parlamento regional, pero tendrá enfrente la mayoría absoluta del PP. Y en Barcelona, Ada Colau está aún pendiente del resultado del voto exterior pero casi todo apunta a que Trias volverá a ser alcalde –salvo que se forme un tripartito para hacer alcalde a Jaume Collboni, un acuerdo que no parece que quiera ERC–. En Valencia, sin Mónica Oltra, Compromís retrocede solo dos escaños y el PSOE valenciano gana 5, pero el hundimiento de Podemos (de 8 a 0) impide reeditar el pacto del Botanic.
¿Está todo perdido para las generales? ¿Este resultado es la antesala de un gobierno del PP y Vox? Viendo los datos de hoy, queda claro que Feijóo es el favorito para ganar. No solo por la victoria en votos del bloque de la derecha, no solo por la potencia del poder autonómico y municipal que ahora jugará a su favor. El vuelco en Andalucía –que se consolida como un nuevo feudo conservador– es un indicador muy feo para el futuro de Pedro Sánchez y el primer gobierno de coalición.
Pese a todo, aún no es segura la victoria de Feijóo. Porque al PP no le vale simplemente con ganar por 750.000 votos y tres puntos al PSOE, como ha ocurrido este domingo. La mayoría de sus nuevos gobiernos, tras estas elecciones, irán de la mano de Vox. Pero en el Congreso de los Diputados casarse con Vox le cierra las puertas a cualquier otro aliado. E incluso tras esta victoria, no es seguro –aunque sí posible– que alcancen una mayoría absoluta exclusivamente entre los dos.
En la derecha hay un debate muy simbólico. Una metáfora que puso sobre la mesa la exministra Ana Pastor y que sirve para explicar el momento actual. ¿Estamos en 2011 o en 2007?
En las municipales de 2011, el PP ganó por diez puntos al PSOE: 2,2 millones de votos más. Y pocos meses después llegó la mayoría absoluta de Mariano Rajoy.
En las municipales de 2007, el PP también ganó. Por algo más de 150.000 votos. Pero un año después, Zapatero volvió a gobernar.
En 2023 la victoria del PP sobre el PSOE ha sido por 750.000 votos. Muchos menos de los que parecería, si solo mirásemos el vuelco en el poder institucional.
Así que sí: Feijóo es el favorito. Pero aún quedan opciones para que la izquierda pueda remontar.
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