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Espacio para la reflexión y el análisis a cargo de parlamentarios europeos españoles.

Hamburguesas que humanizan los tiempos y la política

Fernando Grande-Marlaska, ministro del Interior.

Lina Gálvez

Eurodiputada del PSOE —

La polémica que se ha desatado estos días a cuenta de la cena del ministro Grande-Marlaska en un restaurante cercano al Ministerio del Interior cuando estaban ardiendo calles en el centro de Barcelona, demuestra lo lejos que estamos de entender que la política es una actividad humana más, y que por tanto, es preciso humanizar sus tiempos, la política de los tiempos e incluso la propia actividad política.

Según ha declarado el propio ministro del Interior - y no se puede dar por hecho que esté mintiendo-, tras quince horas en el ministerio salió a cenar con su jefe de gabinete que venía de otra reunión y, tras una hora de cena, volvió a su despacho del ministerio, donde estuvo hasta entrada la madrugada.

Esta cena fuera del ministerio es razón suficiente para que el secretario general del PP, Teodoro García Egea, pida su dimisión, una demanda a la que se han sumado periodistas conocidos por su tono incendiario, que no tardaron en añadir que el restaurante en cuestión estaba en Chueca, un barrio de referencia del mundo LGTBI.

Sin lugar a dudas, la situación que se vive en Cataluña es excepcional y requiere de esfuerzos y tiempos igualmente excepcionales por quienes tienen a su cargo el mantenimiento del orden democrático.

No es sensato asumir que el ejercicio de la actividad política deba llevarse a cabo como si las y los políticos que la ejercen fueran personas de otra especie superior que no necesitan el descanso, ni el relax, ni un mínimo de tiempo para cuidar de sí mismos y de los demás, algo especialmente limitante para las mujeres dados los sesgos de género en el mandato social de los cuidados.

Ya el propio mercado de trabajo está diseñado para que se incorporen y sobre todo asciendan en él trabajadores libres de las responsabilidades de cuidado, hasta de sí mismos. De modo que los hombres que por fin se hacen corresponsables de su actividad familiar y personal tienen que lidiar con enormes dificultades o incluso con la imposibilidad de combinar los diferentes tiempos de su vida. Esto siempre nos ha ocurrido a las mujeres, lo cual no solo nos ha limitado de manera personal a cada una de nosotras, sino que nos ha construido un estereotipo que limita enormemente nuestro desarrollo profesional.

Y por derivación y una perversa y equivocada forma de rendición de cuentas, se ha establecido implícitamente que la política sea una actividad en donde no hay tiempo ni lugar para la vida personal, de modo que quien no renuncia a ella no recibe un reconocimiento por vivir como un ser humano sino que se expone a la censura. Y mucho más ahora que las nuevas tecnologías y las redes, nos permiten documentar cualquier acto de una persona y descontextualizarlo a nuestro antojo.

Lo lamentable es que posiblemente todos estemos cayendo en mayor o menor medida en ese juego perverso cuando se trata de descalificar a nuestros rivales, haciendo de esas “pilladas” asquerosas armas electorales con mayor valor que los argumentos, los programas o la rendición de cuentas de las políticas realizadas.

Cuando se tiene un cargo de responsabilidad político es normal que se salga del despacho cuando las tiendas están cerradas y que se vuelva cuando todavía no han abierto. Quienes hemos estado en esos cargos sabemos que hay muchos días, en los que no ves el sol en tu ciudad porque la abandonas antes del alba y cuando regresas ya ha anochecido. Y eso invita a tratar de exprimir el tiempo al máximo sacando minutos de donde no los hay para comer, para llamar o ver a la familia -si hay suerte- o para comprarte algo de ropa imprescindible o asearte... e incluso así llegan los problemas. También te critican si intentas ganar tiempo disminuyendo el gasto e incluso ganando en independencia no acudiendo a esas comidas interminables con terceros que tanto gustan a muchos hombres, que suelen utilizarse para acercarse al poder y ganar influencia, y que posiblemente hagan más complicada una tarde productiva de trabajo.

La polémica con la hamburguesa del ministro vuelve a poner de relieve que es preciso asumir que la política debe ser y ejercerse como una actividad humana, franca, cordial.... y por supuesto transparente y estrictamente controlada, pero humana.

Es urgente que se cambien los usos del tiempo de la actividad política para hacerlos compatibles con la vida, sobre todo, si de verdad queremos avanzar en una democracia paritaria. Pero no solo eso. También necesitamos hacer una auténtica política de tiempos, es decir, establecer normas que garanticen que las personas no dejen de serlo cuando trabajen o desarrollen actividades de servicio a la sociedad y a los demás. Así y sólo así podremos ver a las personas que ejercemos la política como lo que somos, seres humanos que dormimos, comemos y bebemos, o incluso quienes participan en concursos de lanzamiento de hueso de aceituna, como el señor García Egea. Todos somos seres sociales que pertenecemos a familias y redes emocionales, no somos champiñones que aparecen cada mañana en mitad de un bosque.

Viendo y juzgando a las personas que ejercen la política como seres humanos podremos exigirles lo que hay que exigir a los seres humanos: no que se comporten como máquinas o monstruos, sino que sean honestos y justos y no tengan otra prioridad que servir a los demás.

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