Espacio para la reflexión y el análisis a cargo de parlamentarios europeos españoles.
América Latina, la gran oportunidad para el comercio europeo
Los últimos meses han traído consigo más de una parada brusca para la política comercial europea. A lo largo de 2016 hemos presenciado la congelación del TTIP y, más recientemente las polémicas sobre el CETA (los dos tratados comerciales con EEUU y Canadá, respectivamente). Con el trasfondo de la salida de Gran Bretaña de la UE y la elección de Donald Trump a la Casa Blanca, desde luego el cuadro no resulta reconfortante. Frente a los desafíos globales, con frecuencia Europa ha parecido replegarse sobre sí misma y dejarse tentar por la vuelta a los proteccionismos nacionales. Y sin embargo, precisamente a partir de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa Europa está mejor pertrechada que nunca para hacer frente a esos desafíos, porque ve reforzada su capacidad negociadora.
País por país, no somos nada. En cambio, todos juntos somos la comunidad supranacional más acabada del mundo y la primera economía en términos de PIB, con un mercado de más de quinientos millones de habitantes y un enorme potencial inversor, innovador y generador de riqueza. Seguimos siendo una potencia política y económica, aunque parece que últimamente se nos olvida.
En este escenario hay al menos una buena noticia que destacar: tras un paréntesis de cuatro años se han retomado las negociaciones entre la UE y Mercosur. Mercosur es el mercado común de América Latina e incluye entre sus propios miembros a los mayores países de ese continente, empezando por Argentina, Brasil y Uruguay. En el mes de octubre las delegaciones europea y sudamericana han recuperado oficialmente el diálogo por primera vez desde octubre de 2012. Son muchos los temas que están sobre la mesa, desde la reducción de cargas administrativas para las empresas, a la normativa sobre contratos públicos, pasando por el capítulo del desarrollo sostenible. Lo que caracteriza a un buen acuerdo comercial, en efecto, son los retornos positivos que puede traer no sólo a las empresas de los países que son parte –empezando por las PYMES– sino también para los trabajadores y consumidores.
Más allá de los aspectos aún por afinar, que son muchos, no podemos por menos de saludar con satisfacción la recuperación del diálogo entre la UE y Mercosur, lo cual demuestra que si hay una voluntad política firme el acuerdo siempre es posible. La próxima ronda de negociaciones tendrá lugar en marzo de este 2017 en Buenos Aires. Un acuerdo equilibrado y ambicioso entre las dos zonas constituiría una excelente oportunidad de crecimiento en ambas orillas del Atlántico.
Los países de América Latina en su conjunto se cuentan entre los socios más importantes para Europa a nivel global. Esto vale especialmente para Italia, España y Portugal, y no sólo por raíces históricas comunes y por las profundas conexiones culturales que unen a estos pueblos. Nos vinculan al gran subcontinente latinoamericano también consideraciones de naturaleza económica. Las empresas europeas están entre los principales inversores en la región. En 2013 (último año con cifras consolidadas), la UE exportó a América Latina bienes y servicios por valor de 56.956 millones de euros, mientras que el valor de sus importaciones alcanzó los 47.112 millones de euros.
Más concretamente, Mercosur constituye el décimo mayor mercado exportador para los bienes europeos. Pensemos en Italia: los países de Mercosur representan un peso importante en nuestra balanza comercial extracomunitaria. El mercado extracomunitario es importante, ya que en los primeros once meses de 2016 ha visto subir el saldo comercial de las exportaciones italianas a 34,2 billones de euros, marcando un signo positivo con respecto al año anterior.
Por lo que respecta a España, entre 2004 y 2014 las exportaciones españolas a América Latina crecieron un 235%, y la inversión directa acumulada en la región en 2014 alcanzó los 130.571 millones de euros. Si consideramos sólo la zona Mercosur, veremos que el 30% de las exportaciones españolas tienen por destino alguno de sus países miembros, y que en 2015 esos intercambios se tradujeron en 5.000 millones de euros de beneficio para la economía española.
Aunque Portugal es un país de menor escala que España y Italia, hay que tener en cuenta sus vínculos históricos, culturales y incluso lingüísticos con la mayor economía de América Latina, Brasil, la cual representa más de dos tercios de toda la populación de Mercosur y el 80% del conjunto de hablantes de portugués en el mundo. Por lo tanto, Portugal se encuentra en una posición privilegiada para actuar como enlace y interlocutor con el sector empresarial y industrial en Brasil, país con el que tiene una larga y fructífera historia de cooperación en diversas áreas. Por otra parte, si bien América Latina representa hoy el 10% del total de las exportaciones portuguesas extracomunitarias, este porcentaje podrá aumentar sustancialmente si se alcanza un acuerdo con Mercosur.
Con la llegada de Donald Trump y el retorno a la escena global de los instintos proteccionistas, la importancia de la reapertura del diálogo con Mercosur es aún mayor y puede llegar a adquirir más valor político, al contribuir a desbloquear los otros frentes en los cuales se ha empantanado la política comercial comunitaria.
Basta echar un vistazo a la historia para constatar que el proteccionismo y el repliegue en las fronteras nacionales acaba en guerras comerciales, en el mejor de los casos. Por el contrario, el comercio internacional trae prosperidad a los pueblos, sobre todo si está bien regulado. La prueba de ello es que en los últimos 30 años la desigualdad se ha reducido a nivel mundial, beneficiando sobre todo las regiones más pobres del mundo. Millones de personas han salido de la miseria extrema en África y Asia, y a día de hoy la mayoría de los países latinoamericanos son considerados de renta media. Estamos muy lejos de vivir en un mundo igualitario, pero está claro que el aislamiento no es el camino para alcanzarlo.
Una izquierda moderna debe ser capaz de impulsar las regulaciones necesarias para que el comercio internacional dé sus mejores frutos al tiempo que se liman los aspectos más problemáticos.
Sobre la base de esa agenda progresista para el mundo, la izquierda europea debe además aprovechar este momento de cambio para reubicarse ante América Latina: donde otros muestran unilateralismo, desprecio y agresividad, nosotros debemos mostrar respeto y voluntad de diálogo multilateral. Mercosur es la puerta que resituará a Europa en el centro del tablero económico y político de América Latina.
Los últimos meses han traído consigo más de una parada brusca para la política comercial europea. A lo largo de 2016 hemos presenciado la congelación del TTIP y, más recientemente las polémicas sobre el CETA (los dos tratados comerciales con EEUU y Canadá, respectivamente). Con el trasfondo de la salida de Gran Bretaña de la UE y la elección de Donald Trump a la Casa Blanca, desde luego el cuadro no resulta reconfortante. Frente a los desafíos globales, con frecuencia Europa ha parecido replegarse sobre sí misma y dejarse tentar por la vuelta a los proteccionismos nacionales. Y sin embargo, precisamente a partir de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa Europa está mejor pertrechada que nunca para hacer frente a esos desafíos, porque ve reforzada su capacidad negociadora.
País por país, no somos nada. En cambio, todos juntos somos la comunidad supranacional más acabada del mundo y la primera economía en términos de PIB, con un mercado de más de quinientos millones de habitantes y un enorme potencial inversor, innovador y generador de riqueza. Seguimos siendo una potencia política y económica, aunque parece que últimamente se nos olvida.