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Europa encierra los refugiados en Grecia y se lava las manos

Si una cosa han demostrado los gobiernos europeos en la gestión de la crisis de los refugiados es que siempre hay una manera de hacer aún peor las cosas. Tras el fracaso de decenas de ministeriales y cumbres (reconozco haber perdido ya la cuenta) en las que se ha sido incapaz de dibujar una solución global y conjunta a la situación, parece que Europa se encamina hacia el aislamiento de Grecia y la construcción de un cordón sanitario a su alrededor.

Quizá alguien recuerde las cuotas del mecanismo europeo de reubicación de emergencia que se pactó hace unos meses, y que validamos en el Parlamento Europeo. A España le tocaban 17.000 personas procedentes de Grecia e Italia. Nuestro caso es muy ilustrativo de lo que realmente ha sucedido con ese acuerdo: de los 17.000, han llegado 18 (de 50 plazas ofrecidas). Todo el mundo da ese acuerdo por muerto (de los 160.000 totales apenas de han reubicado 600).

Sin solidaridad del conjunto de la Unión, y con los gobiernos que mayor flujo reciben como el alemán cada vez más tensionados por sus opiniones públicas y su creciente derecha extrema, los gobiernos han decidido efectuar un taponamiento de Grecia. En unas desafortunadas declaraciones en el Wall Street Journal, un alto funcionario europeo afirmaba que “al fin y al cabo, Grecia no es el peor lugar del mundo para que acontezca una crisis humanitaria durante unos meses”. La desafortunada declaración causó un gran revuelo en Atenas, pero es un lamentable reflejo de lo que va a suceder: se va a impedir que los refugiados salgan de allí.

Austria decidió la semana pasada movilizar a los países de la ruta de los Balcanes para sellar la frontera griega, cosa efectivamente realizada esta semana. Este movimiento supuestamente unilateral (pero con toda probabilidad tolerado por los grandes países de la Unión; Merkel lo criticó públicamente pero no hizo nada por impedirlo) ha dado sus primeros resultados: Macedonia ha sellado el paso. Informa el New York Times que ya hay más de 9.000 personas bloqueadas en esa frontera, y que Grecia está construyendo a toda velocidad (a un ritmo de uno al día) campos de acogida usando todo tipo de instalaciones, incluso el antiguo Estadio Olímpico.

El Ministro griego de Inmigración Yiannis Mouzalas advirtió esta semana que sólo en este mes podrían quedar atrapadas en Grecia 70.000 personas. De hecho la Comisión Europea ya trabaja con este escenario, y ha anunciado la movilización de 700 millones de euros para hacer frente a la situación. Una cifra pírrica ante la magnitud del fenómeno.

En cualquier caso a esto hemos llegado: que lo gestionen los griegos y ya mandaremos cuatro perras para echarles una mano. “No vamos a permitir que nos conviertan en el Líbano europeo”, declaró Mouzalas, en referencia a que allí los refugiados sirios representan el 25% total de la población del país.

Es triste reconocer que en el fondo están venciendo las tesis del grupo de países de Visegrado (así como se llama la cooperación entre algunos países de Europa del Este). Nunca quisieron solidarizarse con la situación y han maniobrado hasta el final para una expulsión de Grecia de Schengen que permita aislar a los refugiados allí.

España ha aportado también su grano de arena negándose a acoger ni siquiera la cuota que aceptó. Muchos ciudadanos en España hoy se preguntan porqué no llega aquí ni un solo refugiado, a pesar de tener a la sociedad civil, a muchas comunidades autónomas y ayuntamientos con planes de acogida preparados. Interior les tiene bloqueado el paso. Cierto es que muchos refugiados preferirán ir a países de Europa Central antes que venir aquí. Pero eso no es excusa para haber ofrecido hasta la fecha tan sólo 50 plazas.

La consecuencia ahora es que no llegan y se amontonan en Grecia que ya no dispone de los medios para acogerles. Atenas se prepara para lo peor, a las puertas de una catástrofe humanitaria. La Comisión se encuentra políticamente paralizada. El día 7 está convocada una nueva cumbre europea de la que es difícil esperar gran cosa.

Dada esta grave situación, que no puede ni debe sernos ajena, es necesario exigir que la respuesta europea a la crisis de refugiados más grave desde la Segunda Guerra Mundial sea una cuestión central de las negociaciones de gobierno que acontecen estos días en Madrid. Y al gobierno en funciones, si le queda algo de vergüenza, exigirle que cumpla, por lo menos, con aquello con lo que se comprometió. De lo que sucede y sucederá en Grecia seremos todos responsables.

Si una cosa han demostrado los gobiernos europeos en la gestión de la crisis de los refugiados es que siempre hay una manera de hacer aún peor las cosas. Tras el fracaso de decenas de ministeriales y cumbres (reconozco haber perdido ya la cuenta) en las que se ha sido incapaz de dibujar una solución global y conjunta a la situación, parece que Europa se encamina hacia el aislamiento de Grecia y la construcción de un cordón sanitario a su alrededor.

Quizá alguien recuerde las cuotas del mecanismo europeo de reubicación de emergencia que se pactó hace unos meses, y que validamos en el Parlamento Europeo. A España le tocaban 17.000 personas procedentes de Grecia e Italia. Nuestro caso es muy ilustrativo de lo que realmente ha sucedido con ese acuerdo: de los 17.000, han llegado 18 (de 50 plazas ofrecidas). Todo el mundo da ese acuerdo por muerto (de los 160.000 totales apenas de han reubicado 600).