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Hacia una Ley del Clima europea

En estos días de confinamiento ha habido tiempo para muchas reflexiones sobre el camino que debe seguir Europa en su reconstrucción a partir de esta crisis global provocada por el coronavirus. Son muchos los expertos que están trabajando hoy en multitud de campos para buscar soluciones de futuro, pero existe gran coincidencia en que el reto ecológico/climático debe ser afrontado con decisión por parte de la UE.

Esta crisis nos está enseñando que la naturaleza es poderosa y sigue teniendo el bastón de mando del planeta: como ha quedado demostrado, un simple fragmento de ARN cubierto de proteínas puede hacer que dos terceras partes de la humanidad tenga que encerrarse en sus casas. No hay evidencia de la relación entre el calentamiento global y la crisis actual, pero sí se conoce que la fusión del permafrost en determinados puntos del globo puede liberar microorganismos que llevaban congelados miles de años o que las zoonosis son más frecuentes cuando se reduce la biodiversidad por la pérdida de hábitats derivada de los efectos del cambio climático.

Estamos en estos momentos sumidos en el proceso de elaboración de la Ley del Clima Europea, en el que participo activamente como uno de los legisladores de la Eurocámara como miembro de la Comisión de Industria, Investigación y Energía. Su objetivo fundamental es marcar el camino para conseguir que Europa sea neutra en emisiones de gases de efecto invernadero en 2050. Para lograrlo, deberemos fijar unos objetivos intermedios y unas reglas para todos los Estados miembros que nos permitan cumplir los Acuerdos de París, con una evaluación periódica de los avances, y mecanismos de corrección en caso de que el progreso sea insuficiente.

La UE tiene desde 2018 un Reglamento de Gobernanza de la Unión de la Energía que marca los puntos clave para avanzar en ese campo con objetivos claros en renovables, eficiencia energética, y de reducción de emisiones, marcando además hitos temporales para lograrlo. Este reglamento obliga también a los Estados miembro a presentar sus Planes Nacionales Integrados de Energía y Clima a la Comisión Europea, como ha hecho España. En su fase de proyecto, España presentó uno de los planes más completos y ambiciosos, que sirven de ejemplo para toda la UE. El Reglamento de Gobernanza es parte del Paquete de Energía Limpia, compuesto por varias Directivas y Reglamentos que fundamentalmente establecen la preeminencia de la eficiencia energética y de las energías renovables en el futuro energético de la UE. Por lo tanto, esta Ley del Clima Europea supondrá avanzar en el marco regulatorio fundamental allanando el camino que debemos transitar hasta 2050 en nuestro recorrido hacia la neutralidad climática.

No conviene perder de vista que la Ley del Clima tiene que ser una de las bases del denominado Pacto Verde Europeo, una apuesta por la innovación y la tecnología para lograr un modelo de desarrollo más sostenible, al tiempo que avanzamos en nuevas oportunidades de empleo y actividad económica. Sin una buena base regulatoria que permita dar estabilidad a la inversión pública y privada, el Pacto Verde no podrá avanzar con seguridad. Esa gran apuesta europea por un avance verde debe impulsar una reindustrialización baja en emisiones, el apagado progresivo de las fuentes energéticas basadas en combustibles fósiles, el aprovechamiento de toda la potencialidad de las energías renovables, la apertura a nuevos vectores energéticos, como el hidrógeno verde y el avance en baterías al tiempo que se mejora la circularidad en el uso y reutilización de los materiales. Todo ello aprovechándolo y combinándolo con el potencial de la revolución digital también en marcha.

Sin duda, una norma de este alcance debe ser aprobada en un marco de gran consenso, aun siendo conscientes de la práctica imposibilidad de alcanzar la unanimidad entre los diferentes grupos políticos de la UE. Debe ser una norma que satisfaga la ambición climática al tiempo que evite la tentación de deserción de Estados miembros o amplios sectores de la sociedad de su cumplimiento. Debe ser una norma que en su redacción final establezca objetivos intermedios más ambiciosos que los actuales basados en un análisis de impacto exhaustivo sobre todos los sectores que abarca.

La ciencia advierte de que el tiempo de evitar un desastre climático se acaba. Estamos ante una advertencia ya repetidamente anunciada, mucho más y por más largo tiempo que la pandemia que nos asola, por lo que la negación de una realidad constatada no es el camino a seguir. Debemos actuar con decisión, valentía y capacidad de vanguardia. El éxito de la Unión Europea depende en gran medida de la manera en que encaremos este enorme desafío.

En estos días de confinamiento ha habido tiempo para muchas reflexiones sobre el camino que debe seguir Europa en su reconstrucción a partir de esta crisis global provocada por el coronavirus. Son muchos los expertos que están trabajando hoy en multitud de campos para buscar soluciones de futuro, pero existe gran coincidencia en que el reto ecológico/climático debe ser afrontado con decisión por parte de la UE.

Esta crisis nos está enseñando que la naturaleza es poderosa y sigue teniendo el bastón de mando del planeta: como ha quedado demostrado, un simple fragmento de ARN cubierto de proteínas puede hacer que dos terceras partes de la humanidad tenga que encerrarse en sus casas. No hay evidencia de la relación entre el calentamiento global y la crisis actual, pero sí se conoce que la fusión del permafrost en determinados puntos del globo puede liberar microorganismos que llevaban congelados miles de años o que las zoonosis son más frecuentes cuando se reduce la biodiversidad por la pérdida de hábitats derivada de los efectos del cambio climático.