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MidCat: una apuesta errónea

Vicepresidente de Los Verdes y eurodiputado de En Comú Podem —
8 de septiembre de 2022 22:21 h

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Esta semana parece que hemos presenciado el punto y final al proyecto de gasoducto MidCat, tras las contundentes declaraciones de Emmanuel Macron. La verdad es que no lo ha tenido muy difícil esta vez Francia para rechazar el proyecto (defendiendo así su industria nuclear nacional). La realidad es que el MidCat, cuando se analiza en detalle, es un proyecto difícilmente defendible por caro e ineficaz. Es una infraestructura que nos encadena a los combustibles fósiles, en lugar de centrar todos nuestros esfuerzos financieros en un mayor y más rápido despliegue de las renovables. 

No hay que olvidar que la crisis energética actual se produce frente a las cada vez más alarmantes advertencias de la ciencia sobre el avance imparable del cambio climático. En el último informe del panel de expertos de Naciones Unidas sobre cambio climático, se señala que el pico de emisiones de gases de efecto invernadero debe conseguirse en 2025 si queremos evitar el desastre climático y en 2030 debemos reducir el 43% de las emisiones actuales. Esta urgencia de la que nos habla la ciencia debe traducirse en decisiones políticas e inversiones, y el MidCat camina en la dirección opuesta. 

Más allá del debate político sobre su oportunidad, hay que señalar que los recelos técnicos y de los reguladores sobre la viabilidad del proyecto vienen de muy lejos, y no sólo del movimiento ecologista. Hay que recordar, en primer lugar, que la propia Comisión Europea eliminó al MidCat de la 5ª lista de proyectos de interés comunitario en 2020. Con la salida de Arias Cañete como Comisario de Energía, su principal defensor en Bruselas, la Comisión decidió no incluir esta interconexión en la última lista.

En 2019 las autoridades reguladoras competentes en temas de energía en Francia (Commission de Régulation de L'Energie) y España (Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia) rechazaron el proyecto presentado por Enagás y Térega para realizar la conexión. En su dictamen determinaron que: 1) los operadores de transporte no eran capaces de garantizar que hubiera suministro estable entre Francia y España 2) la falta de interés comercial por la nueva capacidad de transporte de gas 3) la interconexión existente no estaba siendo utilizada en plena capacidad 4) el coste del proyecto era mucho más elevado que los estándares europeos por estas infraestructuras 5) el proyecto no garantiza unos precios integrados del gas entre el mercado ibérico y el francés y 6) el análisis de costes-beneficios mostraba un sobrecoste de la infraestructura en la mayoría de escenarios. Este dictamen venía a sumarse a otro estudio ya realizado en 2016 por el CRE francés que rechazaba el proyecto por caro e ineficaz. 

La primera pregunta que deberíamos tratar de responder, en este contexto, es porqué el proyecto ha sido rescatado ahora tras haber sido descartado repetidas veces. La respuesta repetida hasta la saciedad estos días es que las potentes terminales de gas licuado en España pueden servir como terminales de entrada del gas en toda Europa, y particularmente hacia Alemania, frente al corte del gas ruso, recrudecido tras el anuncio de cierre del Nord Stream 1 hace unos días. Sin embargo, el proyecto no es una solución a corto plazo para la crisis del gas que tenemos por delante porque tardará tiempo en ejecutarse incluso apurando al máximo los plazos. Del lado francés, por ejemplo, la disponibilidad del terreno no está ni tan siquiera resuelta. 

Además hay un dato sorprendente, y es que durante este mes de agosto según las autoridades francesas las interconexiones de gas actuales se han usado tan solo al 60%. Sorprende que estemos hablando de una nueva conexión si en el contexto actual de emergencia no se están apurando al máximo la conexiones existentes. Alguien debería dar una explicación sobre ello. 

La segunda pregunta que deberíamos responder es como encaja esta infraestructura en los objetivos de descarbonización de la Unión. Estos días se están tomando decisiones de emergencia que son muy dañinas para el clima, pero sobre las que a corto plazo no hay alternativa. La importación de gas licuado producido mediante fracking en EEUU, o la reapertura de centrales de carbón son decisiones dolorosas y que van en la línea contraria a los objetivos de descarbonización de la Unión. Sin embargo, los ecologistas y los verdes europeos nos hemos mostrado comprensivos ante algunas de estas decisiones por la situación de emergencia en la que vivimos. Sin embargo, estas medidas de reforzamiento de los combustibles fósiles pueden ser justificables si son excepcionales y limitadas en el tiempo mientras continuamos el despliegue de las energías limpias. Es menos justificable, sin embargo, la construcción de una infraestructura cuyo uso deberá prologarse en el tiempo para poder ser amortizada. El MidCat, en este sentido, no es una solución de emergencia, sino una apuesta por el uso del gas a largo plazo, y por lo tanto contrario a nuestros objetivos de descarbonización. 

En tercer lugar, el proyecto a día de hoy carece de financiación clara. España insiste en que la Comisión Europea financie la obra. A pesar de que el MidCat está fuera de la 5a lista de Proyectos de Interés Comunitario, es posible que se pueda acceder a financiación comunitaria a través del programa RepowerEU (en función de cómo terminen las negociaciones en trámite sobre el mismo). Los Presidentes Sánchez y Aragonés han pedido a la Comisión Europea que se implique en el proyecto. Pero la realidad es que a día de hoy Bruselas se ha mostrado reacia a esa posibilidad y España no quiere asumir el coste por su cuenta. Solamente hay encima de la mesa un compromiso alemán de participar en la financiación, pero sin concretar.  El CRE francés estimó en el informe del año 2016 que el coste rondaría los 3000 millones de €, de los que 2000 millones deberían destinarse a obras en el lado francés. Una cantidad muy elevada que a día de hoy nadie quiere asumir. 

En cuarto lugar, está la cuestión del hidrógeno. Frente a las críticas que realizamos los ecologistas de que el proyecto nos encadena a largo plazo a los combustible fósiles, se nos responde que la conexión podrá ser utilizada en el futuro para el transporte de hidrógeno verde. Con las infraestructuras hoy existentes, se puede transportar hidrógeno verde en pequeñas cantidades a través del llamado blending. Sin embargo, para enviar hidrógeno verde a gran escala se necesita otro tipo de infraestructura. Los defensores del MidCat argumentan que es viable construir una infraestructura para el doble uso (gas ahora, hidrógeno verde después). Pero el problema de fondo es que, aunque fuera posible construir la interconexión con estas características, para hacer llegar el hidrógeno verde hasta el centro de Europa se debería operar sobre el resto de la red de gas en Francia, algo extremadamente caro y sobre lo que tenemos ninguna certeza.  Una interconexión de hidrógeno requiere de una estrategia europea y unos compromisos con el uso del hidrógeno verde que hoy en día simplemente no existen. 

Creo en este sentido que sería más honesto que los defensores de la obra reconocieran la realidad: el MidCat es un proyecto para el transporte de gas, no para el  hidrógeno. Lo segundo es una posibilidad muy lejana sobre la que a día de hoy tenemos muy pocas certezas. 

Finalmente, esta la cuestión de las reticencias francesas expresadas con toda su crudeza por Macron esta semana. Estas, que son como es obvio de índole industrial nacional, también están ligadas a la incertidumbre jurídica de embarcarse en una obra así en el país galo. Los terrenos necesarios para la tubería no están aún disponibles, y en Francia el diálogo y los acuerdos territoriales son un ejercicio mucho más complejo que en España. Además, el Consejo Constitucional francés acaba de fallar el pasado 12 de agosto contra el desarrollo de nuevas infraestructuras de gas en el país por ser contrarias a la Carta del medioambiente (integrada en el bloque constitucional francés desde 2005). Aunque el alcance de esta sentencia está aún por determinar, realizar nuevas infraestructuras fósiles en Francia hoy es un riesgo jurídico que no puede ser minusvalorado, y forman parte también de las dudas y reticencias expresadas en los últimos días por el Ministerio de transición ecológica francés.  

A día de hoy, por lo tanto, el MidCat sigue siendo un proyecto con demasiadas incoherencias, dudas y contradicciones. A pesar del impulso que Pedro Sánchez y Olaf Sholz han tratado de darle este verano, Macron no lo ha tenido demasiado difícil para argumentar su entierro prácticamente definitivo.  

Esta semana parece que hemos presenciado el punto y final al proyecto de gasoducto MidCat, tras las contundentes declaraciones de Emmanuel Macron. La verdad es que no lo ha tenido muy difícil esta vez Francia para rechazar el proyecto (defendiendo así su industria nuclear nacional). La realidad es que el MidCat, cuando se analiza en detalle, es un proyecto difícilmente defendible por caro e ineficaz. Es una infraestructura que nos encadena a los combustibles fósiles, en lugar de centrar todos nuestros esfuerzos financieros en un mayor y más rápido despliegue de las renovables. 

No hay que olvidar que la crisis energética actual se produce frente a las cada vez más alarmantes advertencias de la ciencia sobre el avance imparable del cambio climático. En el último informe del panel de expertos de Naciones Unidas sobre cambio climático, se señala que el pico de emisiones de gases de efecto invernadero debe conseguirse en 2025 si queremos evitar el desastre climático y en 2030 debemos reducir el 43% de las emisiones actuales. Esta urgencia de la que nos habla la ciencia debe traducirse en decisiones políticas e inversiones, y el MidCat camina en la dirección opuesta.