Espacio para la reflexión y el análisis a cargo de parlamentarios europeos españoles.
Paro juvenil: la cumbre de la última oportunidad
¿Vivirán los jóvenes mejor que sus padres en el año 2030? Un gran número de jóvenes europeos sabe que no será así. La tasa de españoles que huyen de su país para encontrar trabajo explotó a partir de 2010. Los franceses hacen cola para recoger visados de trabajo y se marchan a Australia, a Canadá o a Estados Unidos. Los alemanes, mientras tanto, sufren una creciente inseguridad laboral en total silencio, ¿hasta cuándo? ¿Por qué esta generación parece estar condenada a buscar El Dorado en cualquier sitio lejos de casa?
En Europa se está labrando un conflicto. Un conflicto sin violencia aparente, con un número de víctimas que aumenta día tras día. Si muchos veteranos lo viven de cerca, los primeros caídos en el frente son todavía los jóvenes. La razón es que las políticas llevadas a cabo durante 30 años y sobre todo el austericidio impuesto por los líderes europeos han tomado a la juventud como una variable más del ajuste.
El resultado es claro: una tasa de desempleo europeo récord de casi el 24%, dos veces mayor que el de sus mayores; una “novatada social” cada vez más larga que, entre prácticas y contratos temporales, concentra en los menores de 25 años la mayor parte de la flexibilidad laboral y se traduce en un promedio de cinco años de inseguridad laboral, con o sin estudios. Y mucho retraso en emanciparse y entrar en la edad adulta y en la autonomía, si añadimos el impacto de la inaccesibilidad a una vivienda digna.
Degradada, empobrecida, alejada de responsabilidades políticas, reducida al silencio en un paisaje ideológico en ruinas, nuestra generación se ve tentada más que cualquier otra por el voto a la extrema derecha. Sujetos a consignas productivistas y consumistas, las mismas contra las que lucharon nuestros mayores, se ven ahora sometidos al autoritarismo, privados del derecho a soñar y a disfrutar. Nos piden que permanezcamos en silencio, y que paguemos sin pestañear la astronómica factura dejada por los más pudientes de entre nuestros mayores, quienes, saciados y satisfechos, disfrutan del final de la fiesta.
Todo esto no impide, por supuesto, a los jóvenes movilizarse, usando nuevas formas como la red. Sin embargo, de la fiesta ya no queda nada. La explosión de la pobreza amenaza los fundamentos democráticos de Europa. Peor aún, Europa y nuestro planeta se enfrentan a amenazas de tal magnitud que está en juego la propia supervivencia de nuestra especie.
Negándonos a claudicar ante la religión de la decadencia y a fin de evitar lo peor, queremos hacer un llamamiento a reconciliar la juventud con el futuro.
Para reconciliarnos con el futuro, hay que empezar a sentar las bases. ¿El Sr. Juncker quiere poner 300.000 millones de euros encima de la mesa? Pues que financie empleos verdes, ¡empleos del siglo XXI! Más que un eslogan de protesta, la emergencia climática debe servir como una llamada a formar millones de europeos en los empleos del futuro. Economía digital, energías renovables, transporte, tratamiento de residuos, agroecología, energía y eficiencia energética, estas son las profesiones de la tercera revolución industrial. En vísperas de una cumbre crucial sobre el clima en 2015, ¡hagamos de cada ciudadano un actor de la lucha contra el cambio climático!
Para reconciliarnos con el futuro, hay que dejar de insultarlo. Blindemos a partir de hoy el gasto en educación y en juventud, garantía de una prosperidad hoy amenazada. Las políticas de austeridad puestas en marcha hace cinco años tienen por efecto, brutal e irracional, de reducir el gasto público en educación en una decena de Estados miembros de la Unión Europea. Para conservar la esperanza de un porvenir para Europa, hacemos un llamamiento a los líderes europeos para sacarnos del yugo de la injusta barrera del 3% de déficit.
Por último, para reconciliarnos con el futuro, sigue siendo necesario hacer un balance de los fracasos en cada uno de nuestros países. Resistentes a andar hacia un modelo social a escala europea, muchos Estados miembros han preferido durante mucho tiempo limitar la competencia europea en la materia. El balance general es claro, cada día cruzamos una línea roja más en materia de desigualdad. Con 26 millones de desempleados en Europa, los Estados y la Troika han fracasado. Ahora no hay duda: Europa será social o no será. Podemos empezar a andar este camino durante este mandato, si la nueva Comisión se atreve a sentar las bases para un salario mínimo para toda Europa.
¿Sabrán Juncker y su equipo honrar el futuro? Nuestros líderes ya no generan rabia entre los jóvenes. Ya no generan absolutamente nada, y este es el peligro al que debe hacer frente Europa. Negando la emergencia climática y las dificultades cotidianas de las personas más vulnerables, se alimentan el nihilismo y la envidia, allá donde compartir y ser solidario son más necesarios. Para que Europa tenga un futuro en el mundo del mañana, queremos hacer un llamamiento a preparar el próximo acto, so pena de convertirnos en los últimos en escena antes de bajar el telón.
¿Vivirán los jóvenes mejor que sus padres en el año 2030? Un gran número de jóvenes europeos sabe que no será así. La tasa de españoles que huyen de su país para encontrar trabajo explotó a partir de 2010. Los franceses hacen cola para recoger visados de trabajo y se marchan a Australia, a Canadá o a Estados Unidos. Los alemanes, mientras tanto, sufren una creciente inseguridad laboral en total silencio, ¿hasta cuándo? ¿Por qué esta generación parece estar condenada a buscar El Dorado en cualquier sitio lejos de casa?
En Europa se está labrando un conflicto. Un conflicto sin violencia aparente, con un número de víctimas que aumenta día tras día. Si muchos veteranos lo viven de cerca, los primeros caídos en el frente son todavía los jóvenes. La razón es que las políticas llevadas a cabo durante 30 años y sobre todo el austericidio impuesto por los líderes europeos han tomado a la juventud como una variable más del ajuste.