Espacio para la reflexión y el análisis a cargo de parlamentarios europeos españoles.
Los socialistas europeos y Syriza
Después de un primer periodo de expansión fiscal tras la caída de Lehman Brothers, Europa adoptó como paradigma de su política económica los ajustes fiscales para aplicar en aquellos países con problemas de deuda. Ciertamente, en una unión circunscrita a un tipo de cambio fijo, las políticas expansivas junto a volúmenes inmensos de deuda exterior es una combinación de difícil gestión que siempre precipita un periodo de ajustes y recesión. Sin embargo, frente a esa estrategia, Europa ha tenido siempre una vía alternativa disponible, centrada en acelerar la integración de la economía europea, condición necesaria para ganar espacios de maniobra para una política alternativa, que ya no puede ser implementada desde un solo país en esta eurozona.
Pues bien, después de muchas vueltas, Europa transita ya por ese camino gracias al esfuerzo diario de los socialistas europeos. En primer lugar, la llegada de los progresistas a los gobiernos en Francia e Italia en 2012 abrió la oportunidad para una unión bancaria. Esa unión permitió, a su vez, que el BCE iniciará una estrategia más expansiva, que ha concluido con mucho retraso en la iniciativa de compra de deuda pública anunciada recientemente
En segundo lugar, los socialistas europeos hemos negociado una revisión completa de la política fiscal para con la nueva Comisión Europea. Fruto de ese acuerdo, por una parte, la Comisión ya ha presentado un plan de inversión superior a los 300.000 millones de euros, que podría ser aún mayor a la espera de la participación de los Estados. El Parlamento ha recibido ya el reglamento que habilita la creación de ese fondo de inversión y estoy seguro que el texto que de aquí salga permitirá la constitución de un fondo sólido. Por otra parte, el comisario socialista, Moscovici, presentó recientemente una comunicación para revisar la aplicación del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Esta nueva orientación incorpora una “golden rule” para la inversión, internaliza en el cálculo del déficit estructural el efecto de las reformas y plantea una estrategia fiscal anti-cíclica radicalmente distinta a la sufrida en la última legislatura. Esta revisión del Pacto de Estabilidad y Crecimiento podría conducir hacia un volumen de inversión pública superior al propio plan paneuropeo.
En tercer lugar, Europa ha reconocido ya el grave problema de la competencia fiscal entre Estados a cuenta de la tributación de las sociedades. El escándalo WikiLeaks, que ha afectado directamente a Jean Claude Juncker, ha evidenciado los acuerdos secretos que las grandes sociedades han venido acordado con los Estados miembros para tributar en sus jurisdicciones a unos tipos muy reducidos los beneficios obtenidos en otras. Esto no puede continuar. Europa y el proyecto de la zona euro necesitan una homologación de los impuestos cuyas bases imponibles sean más móviles. Así pues, la batalla del grupo socialista en esta legislatura está centrada también en homogeneizar el impuesto de sociedades y forzar a que las sociedades tributen por sus beneficios en aquellos Estados donde los han obtenido. Este compromiso está presente también en el acuerdo de investidura de la Comisión y, aún con la necesidad de investigar el pasado, estamos volcando toda nuestra presión para que el Parlamento reciba cuanto antes un proyecto legislativo sobre este asunto.
Por todo ello, la agenda de los socialistas europeos está focalizada en acelerar la integración económica para permitir una política fiscal y monetaria más expansiva. Está centrada en poner en planta una unión fiscal, que dé continuidad a la unión bancaria, y sea un paso previo hacia la unión social. Y lo estamos haciendo como segunda fuerza del Parlamento, participando en varios gobiernos nacionales y con líderes relevantes en la propia Comisión. El camino no está siendo fácil en la medida en que los ciudadanos europeos volvieron a dar la mayoría al centro-derecha en las pasadas elecciones europeas, aunque por un estrecho margen, y porque buena parte de los resultados de ese giro, que hemos logrado en los últimos seis meses, aún no se perciben por los ciudadanos. En todo caso, sólo podemos insistir en esta vía, ante quienes se agarran al statu quo y ante quienes quieren romper con todo, con la seguridad de cumplir con nuestro compromiso con los ciudadanos.
Esta senda está permitiendo una leve mejora en las condiciones económicas de la Unión que también se comienza a percibir en España. Sin embargo, las políticas económicas del Gobierno Rajoy están conduciendo tal recuperación exclusivamente hacia las capas más adineradas (reforma fiscal y recortes mediante), profundizando en una salida de esta crisis injusta y antisocial.
Al hilo de este debate, las últimas elecciones griegas han otorgado un amplio apoyo a Syriza, a quien ahora le toca arrimar el hombro para fortalecer ese cambio. Sin embargo, las incertidumbres son relevantes. Sin duda, Grecia necesita una agenda de devolución de la deuda más liviana que podría encauzar la creación de un Fondo de Redención de la deuda pública. Ahora bien, las intenciones del nuevo Gobierno son aún un interrogante. Por una parte, Syriza podría apostar por romper con los socios europeos y no tejer alianzas con quienes estamos trabajando ya en Europa para solidificar ese cambio de política económica. Este camino parece inverosímil, en la medida que podría incapacitar al gobierno griego para sostener su gasto público, aún a pesar de los recortes realizados, lo que conllevaría al país fuerza de la zona euro. Por otra parte, Syriza podría fortalecer la posición griega, con alianzas con sus potenciales aliados comunitarios, para permitir un alivio del servicio de la deuda.
En todo caso, la elección de Syriza como socio de Gobierno a la derecha ultranacionalista, cuyo único eurodiputado pertenece al grupo de los eurohostiles liderado por el Partido Conservador británico con el apoyo de Alternativa por Alemania que viene planteando desde hace años la expulsión de Grecia y del resto de los países deudores de la zona euro, no parece el mejor inicio. Confiemos que esta primera decisión no agüe los esfuerzos de los socialistas para avanzar en la integración económica y política, condición necesaria para que ese viraje que ya hemos iniciado se consolide en Europa.
Después de un primer periodo de expansión fiscal tras la caída de Lehman Brothers, Europa adoptó como paradigma de su política económica los ajustes fiscales para aplicar en aquellos países con problemas de deuda. Ciertamente, en una unión circunscrita a un tipo de cambio fijo, las políticas expansivas junto a volúmenes inmensos de deuda exterior es una combinación de difícil gestión que siempre precipita un periodo de ajustes y recesión. Sin embargo, frente a esa estrategia, Europa ha tenido siempre una vía alternativa disponible, centrada en acelerar la integración de la economía europea, condición necesaria para ganar espacios de maniobra para una política alternativa, que ya no puede ser implementada desde un solo país en esta eurozona.
Pues bien, después de muchas vueltas, Europa transita ya por ese camino gracias al esfuerzo diario de los socialistas europeos. En primer lugar, la llegada de los progresistas a los gobiernos en Francia e Italia en 2012 abrió la oportunidad para una unión bancaria. Esa unión permitió, a su vez, que el BCE iniciará una estrategia más expansiva, que ha concluido con mucho retraso en la iniciativa de compra de deuda pública anunciada recientemente