Espacio para la reflexión y el análisis a cargo de parlamentarios europeos españoles.
Por un tasa europea COVID-19 a multimillonarios y multinacionales
Algo menos de diez años después de la llamada “crisis del euro”, nos volvemos a encontrar a las puertas de una nueva crisis de alcance y dimensiones desconocidas. Si bien es cierto que la pandemia de la COVID-19 puede agravar y acelerar sus consecuencias, resulta fundamental recordar que esta crisis llevaba fraguándose a fuego lento desde hace mucho tiempo. A lo largo de esta última década hemos visto cómo desde las instituciones europeas y los gobiernos nacionales se rescataban bancos mientras se dejaba hundirse a millones de familias, se sometía a los pueblos del sur de Europa a una auténtica doctrina del shock neoliberal y se intervenía sus economías, suspendiendo de facto su soberanía. Diez años que han supuesto una década perdida para las clases populares, pero una época de ganancias para las grandes corporaciones que no han parado de aumentar sus beneficios y su poder. Un tiempo marcado por la combinación de escasez y desigualdad, donde la pérdida de peso de las rentas del trabajo en favor de las del capital reluce de forma especialmente sangrante. Tiempos de oligarquización acelerada del poder, un fenómeno que se erige a la vez como resultado, causa y eje central del nuevo ciclo histórico que viven Europa en general y España en particular.
La evasión y la elusión fiscal de las grandes fortunas y multinacionales está en el corazón tanto del vertiginoso aumento de la desigualdad en todo el mundo como de la tendencial carestía financiera de los Estados. Mientras las y los trabajadores contribuyen con sus impuestos –y ponen la parte que otros no han pagado-, la austeridad se instala en las políticas públicas con recortes sobre nuestra educación o sanidad y, en definitiva, sobre nuestros derechos. Y como estamos comprobando a un alto coste estos días, los recortes directa y literalmente matan.
La propia arquitectura económica de la UE promueve, en un marco de libertad de movimiento de capitales y sin armonización fiscal, regímenes fiscales dispares en su seno, propiciando así una devaluación fiscal permanente. De la misma forma, cuenta con sus propias estructuras offshore y un entramado regulatorio cuyos desniveles, permisividades y estímulos en la sombra potencian esta evasión y elusión que de facto beneficia sólo a los grandes capitales, rentistas y familias más ricas, en perjuicio de las mayorías populares.Un proyecto europeo de la desigualdad, de millonarios a costa de millones de pobres.
Pero además de consecuencia, la concentración creciente de la renta y la riqueza también fue causa y motor de la crisis que aún no hemos abandonado para ver llegar la siguiente. Las políticas económicas aplicadas por las instituciones comunitarias y por los gobiernos de los Estados miembros han producido una masiva transferencia de recursos de abajo arriba. Una socialización de las pérdidas antes, durante y después de la crisis. ¿Y ahora, con la que se avecina, qué?
Estas últimas semanas estamos escuchando que, ante la nueva crisis económica y social que viene, será necesario implementar un “programa de reconstrucción” europeo. Pero por ahora parece haber más esfuerzos e interés en ponerle nombres grandilocuentes que en concretar en qué consistirían o cómo se financiarían esos programas. Y no son precisamente detalles menores. Porque tan importante como hablar de aumentar el gasto social es determinar quién pagará la factura. ¿Pasará como en la crisis de 2010?
Por ello es fundamental poner encima de la mesa la creación de un sistema extraordinario de “tasas europeas de emergencia COVID-19” en el ámbito de la UE para gravar los beneficios empresariales y los grandes patrimonios. Un mecanismo que permita que, a diferencia de 2010, cuando se socializaron las pérdidas, esta vez lo que se socialice sean los beneficios. Una herramienta concreta, aterrizada, de urgencia y útil, pero que mire alto: tan alto que cuestione el modelo de construcción de la Europa neoliberal o, lo que es prácticamente lo mismo, que cuestione el acaparamiento creciente del conjunto de los recursos por parte de una minoría peligrosa.
Unas tasas de aplicación de una sola vez, administración comunitaria, con una naturaleza finalista y con liquidación antes del 30 de junio de 2020, destinadas a atender: a) las necesidades sociales generadas por la crisis, garantizando condiciones dignas a toda la población a través de la redistribución de renta; b) inversiones en sanidad pública en cada país; y c) la creación de un organismo comunitario público efectivo coordinador de las acciones sanitarias e investigadoras del conjunto de los Estados Miembro.
Un paquete de tasas que podrían traducirse de la siguiente manera concreta:
Tasa sobre las ganancias empresariales superiores a 5 millones de euros obtenidas en el conjunto de Estados miembros por la facturación y actividad económicas realizadas en los mismos. Se aplicará un gravamen del 3% a los beneficios netos obtenidos -calculados tras deducir de la suma del total de los ingresos habidos, tanto los relacionados con la cifra de negocio como otros, todos los gastos relacionados con la obtención del conjunto de los ingresos- antes de aplicar los impuestos nacionales correspondientes al ejercicio económico de 2019, realizados en cada uno de los países de la UE por parte de las sociedades, consorcios o corporaciones, con independencia de que la sede fiscal de su matriz radique en uno u otro Estado miembro o en un tercer país.
Tasa sobre el patrimonio de las personas físicas, sea cual sea la forma jurídica de tenencia. Se gravará con un 1% el valor de mercado, estimado a 31 de diciembre de 2019, del conjunto de activos patrimoniales de cualquier naturaleza cuya suma sea de 1 millón de euros o superior.
Tasa sobre el patrimonio de los fondos de inversión y sociedades patrimoniales. Se gravará su patrimonio con 3% el valor de mercado del conjunto sus activos patrimoniales de cualquier naturaleza estimados a 31 de diciembre de 2019.
Alexis Tocqueville decía que la Revolución Francesa no se inició en 1789, sino dos años antes, cuando la aristocracia se negó a pagar impuestos en la conocida como “revuelta de los privilegiados”. Algo más de 200 años después, estamos asistiendo hoy a una auténtica revuelta de los privilegiados donde multimillonarios y multinacionales se niegan a pagar impuestos practicando un auténtico terrorismo fiscal con la ayuda cómplice de los gobiernos y principales partidos.
En la lucha por esa otra Europa de la que tanto hablamos será central el combate contra la desigualdad y por el reparto de la riqueza. Evidentemente, para esa batalla no bastará con la aplicación de estas tasas europeas de emergencia COVID-19. El desafío es mucho más amplio. Pero por algún sitio hay que empezar. Y quizás vaya siendo hora de poner encima de la mesa propuestas concretas. Para que no nos pase como hace diez años, cuando escuchábamos a los dirigentes políticos hablar de la “necesaria y urgente reforma del capitalismo europeo” y al final lo único que ocurrió fue que el capitalismo europeo mutó para seguir expoliando nuestras necesidades y urgencias más básicas. Necesitamos propuestas y necesitamos victorias,. Y las necesitamos urgentemente. La crisis ya está aquí. La necesidad de construir otra Europa sigue ahí. Y la mejor manera de que empiece a dibujarse en el horizonte de lo posible es comenzar a trazar líneas concretas.
En ese sentido, la batalla por una tasa europea COVID-19 permite apuntar hacia dos cuestiones decisivas. Por una parte, la necesidad de disputar en el terreno europeo, apuntando al corazón de las políticas de endeudamiento y austeridad. Se trata de ofrecer una salida de la crisis basada en el reparto de la riqueza y la solidaridad entre gente trabajadora de los diferentes lugares, que evite el enfrentamiento entre países. Por otro lado, la urgencia de una alianza amplia, que movilice a la ciudadanía en un sentido democrático. Sindicatos, partidos, movimientos sociales, pero también los gobiernos “progresistas” tienen una gran responsabilidad en ese sentido. Las diferentes izquierdas podemos unirnos en torno a una demanda tan sencilla como justa, que nos permita pasar a la ofensiva frente a las amenazas reaccionarias. Comencemos.
Algo menos de diez años después de la llamada “crisis del euro”, nos volvemos a encontrar a las puertas de una nueva crisis de alcance y dimensiones desconocidas. Si bien es cierto que la pandemia de la COVID-19 puede agravar y acelerar sus consecuencias, resulta fundamental recordar que esta crisis llevaba fraguándose a fuego lento desde hace mucho tiempo. A lo largo de esta última década hemos visto cómo desde las instituciones europeas y los gobiernos nacionales se rescataban bancos mientras se dejaba hundirse a millones de familias, se sometía a los pueblos del sur de Europa a una auténtica doctrina del shock neoliberal y se intervenía sus economías, suspendiendo de facto su soberanía. Diez años que han supuesto una década perdida para las clases populares, pero una época de ganancias para las grandes corporaciones que no han parado de aumentar sus beneficios y su poder. Un tiempo marcado por la combinación de escasez y desigualdad, donde la pérdida de peso de las rentas del trabajo en favor de las del capital reluce de forma especialmente sangrante. Tiempos de oligarquización acelerada del poder, un fenómeno que se erige a la vez como resultado, causa y eje central del nuevo ciclo histórico que viven Europa en general y España en particular.
La evasión y la elusión fiscal de las grandes fortunas y multinacionales está en el corazón tanto del vertiginoso aumento de la desigualdad en todo el mundo como de la tendencial carestía financiera de los Estados. Mientras las y los trabajadores contribuyen con sus impuestos –y ponen la parte que otros no han pagado-, la austeridad se instala en las políticas públicas con recortes sobre nuestra educación o sanidad y, en definitiva, sobre nuestros derechos. Y como estamos comprobando a un alto coste estos días, los recortes directa y literalmente matan.