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Anatomía de las inundaciones vascas de 1983: cuando el lehendakari Garaikoetxea lideró la crisis y no Felipe González

Unidades de Euskotren, los ferrocarriles vascos, destruidas tras las inundaciones

Iker Rioja Andueza

Vitoria —
9 de noviembre de 2024 21:45 h

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Felipe González, que fue presidente del Gobierno de España entre 1982 y 1996 y que ahora está distanciado del también socialista Pedro Sánchez, ha querido arrogarse el liderazgo de la gestión de las inundaciones de 1983 con epicentro en Bilbao pero que afectaron también al resto de Bizkaia, a Gipuzkoa, a Álava, a Navarra, a Iparralde, a Cantabria y a Burgos. Lo ha hecho en supuesta contraposición con la actual gestión de la crisis de Valencia. Sus reflexiones, más próximas al argumentario de la oposición que al de su partido, contrastan con la realidad de aquellos hechos, en los que el Estado cedió el “mando supremo” en Euskadi al lehendakari, entonces Carlos Garaikoetxea, del PNV y unos años después fundador de EA. La hemeroteca muestra que Garaikoetxea, de 86 años hoy, coordinó la actuación de los recursos propios de la recién creada autonomía vasca, aún escasos, y de los cuerpos del Estado, incluidos los tres Ejércitos (Tierra, Mar y Aire), la Guardia Civil, la Policía Nacional, el Cuerpo Superior de Policía y otros medios llegados desde toda España.

“Acordé con González que la dirección de todo el dispositivo, tanto de organizaciones estatales como autonómicas, quedara bajo mi mando. Tuve el mando supremo de todo, del Ejército [de los tres], de la Guardia Civil y de la incipiente Policía autónoma”, contaba el propio Garaikoetxea en EiTB con motivo del vigésimo quinto aniversario de aquellas riadas, que dejaron una cuarentena de fallecidos e importantísimos destrozos, que un inicio se cifraron en 200.000 millones de pesetas (1.200 de euros al cambio de 2022 pero más de 5.000 aplicada la inflación).105 municipios vascos (ahora son 252) fueron declarados “zona catastrófica” y 50.000 trabajadores o comerciantes se quedaron de golpe sin modo de vida. “Aquellas horas fueron realmente dramáticas, porque hay que pensar que entonces no teníamos ni teléfonos móviles ni de los otros para saber qué estaba sucediendo a nuestro alrededor. Tuve que dirigir las operaciones casi a ciegas”, agregó el propio lehendakari en una entrevista con este periódico en 2023.

Lo constata el periodista Gorka Landaburu, que cubrió aquellos sucesos para 'Cambio 16' y que estos días ha mostrado en X su queja por las insinuaciones de González. “Garaikoetxea rápidamente intervino. La misma tarde llegó a Bilbao”, rememora al otro lado del teléfono.

A primerísima hora del viernes 26 de agosto de 1983, un colaborador del Instituto Nacional de Meteorología (el INM, actual Aemet) en la provincia de Gipuzkoa avisó de que un pluviómetro había registrado ya datos inusualmente elevados, 150 litros por metro cuadrado. “Se encendieron todas las alarmas”, contaba también en 2008 Margarita Martín, la responsable de la Aemet en Euskadi. En 2023, la Aemet agregó esto: “Durante la tarde de ese día, a la vista de nuevos datos y tras una reunión de varios meteorólogos, se constató que la situación era más peligrosa de lo que en principio se había pensado y se decidió que había que avisar de algún modo. Pero en aquel entonces no había ningún sistema de avisos ni de información eficaz al público salvo, si acaso, unos boletines horarios de noticias en Radio Nacional de España en los que se emitía una breve información meteorológica elaborada por algunos meteorólogos del propio INM. Se les comunicó la situación e hicieron alguna alusión a ella, pero no creo que de una manera que pudiera constituir en modo alguno un verdadero aviso para la población”.

Las alertas quizás no llegaron a toda la población como podrían haberlo hecho en la actualidad pero hay imágenes de los Seat 131 Supermirafiori de la Policía Nacional alertando con megáfonos de los riesgos en las márgenes de la ría de Bilbao. También hubo una mesa de crisis desde el primer momento. Garaikoetxea se instaló en la Diputación de Gipuzkoa, cuyo máximo responsable político era quien luego le sucedería como lehendakari, José Antonio Ardanza. Después, cuando el principal foco del problema se trasladó a Bizkaia, el puente de mando se movió a un edificio del Estado, a la sede del Gobierno civil, actual Subdelegación provincial, uno de los pocos puntos con energía eléctrica y suministros en medio de una ciudad devastada. 'El País' recogió que también en Madrid “desde que en la mañana del viernes se previó la posibilidad de que se produjera un fuerte temporal” por lo que “se creó en el Ministerio del Interior un órgano de coordinación encabezado por el director de la Seguridad del Estado, Rafael Vera”, luego uno de los condenados por su participación en los GAL.

El lehendakari, que no se quitó las botas de goma en varios días, estuvo también al habla con González y con el jefe del Estado, Juan Carlos I, que estaba de vacaciones en su residencia estival en Baleares. A las 24 horas, el presidente del Gobierno sobrevoló en helicóptero las zonas devastadas. A las 48 horas lo hizo también el rey. Casi como un calco de lo ocurrido en 2024, era domingo y llegó con su esposa, Sofía de Grecia. Garaikoetxea les hizo de guía en algunos de los puntos críticos. No consta que se produjeran incidentes a pesar de lo convulso de aquellos años en Euskadi.

¿Qué hizo la oposición? Alianza Popular estaba liderada por el exministro franquista Manuel Fraga, que también visitó Euskadi aunque recibió críticas por su pasado, como por ejemplo la matanza de la Policía Armada en Vitoria el 3 de marzo de 1976. El líder de la derecha calificó sobre el terreno de “razonable” la actuación del Gobierno de González aunque en un inició AP coqueteó con la exigencia de un estado de alarma para que el Estado asumiera el control, según 'El País'. También despachó con el lehendakari y puso en valor la coordinación interinstitucional.

Finalmente, se estimó que las precipitaciones del día crítico llegaron a superar los 500 litros por metro cuadrado. Llegaron después de toda una semana de lluvias. Como en 2024, los coches fueron arrastrados -según Landaburu, 300 vehículos se fueron ría abajo en el Arenal de Bilbao- y hubo desaparecidos. En el centro de Bilbao quedan algunas placas con las marcas de hasta dónde llegó el agua y, en algunos casos, supera las puertas de bares y locales. Martín explicaba en 2008 que hasta entonces nunca se habían alcanzado esos registros y concluyó que fue una “gota fría”, lo que ahora se conoce también como DANA. Hay datos de una masa de aire muy cálido en contacto con otra de aire muy frío. Un informe oficial del Ayuntamiento de Bilbao apuntaba ya hace más de cuatro décadas a los efectos del “cambio del clima” en la zona.

Una de las pocas mujeres con un cargo de responsabilidad en la época, María Esther Solabarrieta, técnico en el área de Medio Ambiente y que luego ocupó cargos de responsabilidad en la Diputación de Bizkaia y en el Gobierno vasco, explica que la coordinación con el Estado era esencial porque la recién creada estructura del Gobierno autonómico era muy reducida. “No teníamos un pimiento”, ironiza. Los equipos propios de Protección Civil habían sido configurados apenas unos meses antes y los primeros agentes de la Ertzaintza habían entrado a formarse a la academia de Arkaute en 1982 y su despliegue era muy limitado. Un dato: el equipo de Protección Civil de Bilbao no tenía embarcaciones y precisó de un permiso gubernamental para reventar las lunas de una tienda de deportes para confiscar sus zódiac.

Se ha cuantificado estos días en 10.000 los militares movilizados de los tres Ejércitos. La cifra parece exagerada a la luz de los 8.000 efectivos totales a los que se aludía en septiembre de 1983. Esta cifra incluye a los tres Ejércitos (Tierra, 2.500 efectivos, Mar, 1.000, y Aire, indeterminado), a los tres cuerpos del Estado (Guardia Civil, Policía Nacional y Cuerpo Superior de Policía, ya extinto), a la Ertzaintza, a los cuerpos locales y forales y a los Bomberos. En todo caso, el de 8.000 no es un dato menor ya que es el equivalente a toda la plantilla actual prevista para la Ertzaintza.

Su misión no fue sencilla. Bermeo, por ejemplo, estuvo 48 horas incomunicada. Solamente dos días después de las lluvias torrenciales, un radio-aficionado consiguió comunicarse con la mesa de crisis de Bilbao y solo entonces pudieron llegar barcos de la Marina, helicópteros del Ejército del Aire y efectivos de Tierra. Entregaron comida, agua potable y medicamentos (y vacunas) en pueblo de 19.000 habitantes devastado y con importantes problemas de salubridad. Algunos datos apuntan a que, en tres días, los Ejércitos entregaron 62.000 panes, 106.000 litros de agua y 40.000 de leche.

El consenso general es que la coordinación fue efectiva, aunque hubo algunos conatos de enfrentamiento. El vicelehendakari Mario Fernández, luego banquero, felicitó en plena crisis por su labor a la Ertzaintza sin mencionar a las Fuerzas de Seguridad del Estado. El gobernador civil de Bizkaia, Julián Sancristóbal, otro condenado por los GAL, hizo algo similar pero a la inversa y omitió a la Policía vasca. También se le escuchó en un micrófono abierto llamar “atajo de vagos” e “hijos de puta” a los voluntarios.

Otros dirigentes atajaron el conato de conflicto. “Sabe el presidente Garaikoetxea que el Gobierno del Estado está a su lado para salvar a Euskadi de la situación”, declaró Ramón Jáuregui, entonces delegado de González en Euskadi y más tarde vicelehendakari o ministro, entre otros cargos. “Un cuerpo que por atender a la población en una catástrofe de este tipo pierde a cuatro de sus hombres merece que nos quitemos el sombrero”, añadió el consejero vasco de Interior, Luis María Retolaza,

Se refería a un episodio vivido en Llodio por la Guardia Civil. En la segunda localidad de Álava por población y uno de los puntos más golpeados por la catástrofe un teniente y tres agentes que participaban en el rescate de una joven perdieron la vida y no lograron su objetivo. En aquel municipio era entonces alcalde el tercer lehendakari implicado directamente en estos hechos, un jovencísimo Juan José Ibarretxe (26 años), que tampoco se quitó las botas y, desde las labores de limpieza y rescate, ensalzó la labor de este cuerpo y envió un pésame a los familiares de los fallecidos. Otro político todavía más joven, Iñigo Urkullu (22 años), se estrenó en una tribuna en aquellos días en un acto del PNV con lema “Saldremos”, el mismo que quiso utilizar expresamente en 2020 en la campaña electoral iniciada después del confinamiento por la COVID-19.

“Un general del Ejército destinado en Llodio me dijo que había asistido a muchas catástrofes, pero jamás había visto un espíritu, una movilización y una alegría como la de aquí. Estaba admirado. Se hizo de la necesidad virtud. Hubo ayuda y solidaridad de todos los colores y latitudes, incluso artistas y políticos que habitan en mis antípodas”, se felicitó Garaikoetxea. El alcalde de Bilbao, José Luis Robles, igualmente del PNV, realizó también en el Senado un agradecimiento expreso a todo el pueblo español por su solidaridad y puso en valor la cooperación interinstitucional. Después de las riadas también ocurrió un hecho excepcional, Garaikoetxea asumió también la competencia fiscal del Gobierno vasco por encima de las Haciendas forales y aprobó un recargo extraordinario en el IRPF para obtener fondos para la reconstrucción. Nunca ha vuelto a suceder.

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