Ya estamos metidos de lleno en plena temporada. Las retransmisiones televisivas de tantas y tantas carreras nos permiten gozar de nuestro deporte favorito, aunque sea desde el sillón. ¡Cómo han cambiado los tiempos! Quienes peinamos canas todavía recordamos aquellos años en que ni siquiera la Vuelta estaba a nuestro alcance. ¡Y para qué hablar de las clásicas, el Giro o el Tour! La radio o la prensa eran nuestros medios de información casi exclusivos. El ciclismo no solo ha progresado en materiales, pesos, componentes y hasta motores: ¡podemos disfrutarlo sin movernos de casa y cada vez con mayor calidad!
Pues bien, quizás sea porque nos hemos hecho mayores y cada vez más tiquismiquis, o porque no podemos ocultar nuestro particular punto de vista de profesores, el caso es que en ocasiones nos sentimos bastante molestos por la poca precisión en el lenguaje que utilizan quienes precisamente son profesionales del tema. Vamos a intentar en estas líneas aclarar una serie de términos, todos ellos relacionados con la montaña y los puertos, en los que más detectamos su uso inconveniente.
Esas gráficas que estáis viendo son las altigrafías, término que no aparece en el diccionario pero que es totalmente correcto por cuanto el sufijo '-grafía' significa “descripción, tratado, escritura o representación gráfica”. Esta última acepción justifica la utilización de tal término para diferenciarlo del de altimetría, que si bien el diccionario nos señala que es “el conjunto de operaciones para medir y representar las cotas de un terreno”, nosotros para esta segunda acepción preferimos utilizar el término altigrafía, como acabamos de explicar. ¿Y por qué esta diferenciación? Pensamos que no es lo mismo la toma de cotas y su plasmación en un documento (altimetría), que la representación gráfica de esos datos (altigrafía). Os mostramos un cuadro de los que solemos usar para recoger esos datos numéricos: esto sería la altimetría, que no es exactamente lo mismo que las altigrafías, algunas de las cuales podéis ver en estas páginas.
Altimetría: toma de cotas de un terreno y su plasmación en un documento. Altigrafía: representación gráfica de los datos recogidos en la altimetría. PerfiL. al igual que la altigrafía, es una representación gráfica de los datos altimétricos de una ruta.
Vamos ahora con términos de mayor interés y en los que los errores de concepto revisten mayor gravedad. Y quizás el más utilizado de todos ellos es el de altitud que suele confundirse frecuentemente con el de altura. Comencemos por señalar que la RAE define la altitud como “elevación o altura sobre el nivel del mar”. Es decir, la propia Academia de la lengua nos lleva a confusión por cuanto, por lo menos en Topografía, Meteorología o Aeronáutica ambos conceptos son bien diferentes. Veamos como ejemplo la diferencia que manifiesta entre ambos términos la Dirección de Operaciones y Explotación de Sistemas de Navegación Aérea: “altura es la distancia vertical entre el avión y la superficie terrestre, mientras que altitud es la distancia entre el avión y el nivel del mar”. Creo que se empieza a ver con mayor claridad si se observa la imagen explicativa que os mostramos.
Aterricemos —nunca mejor dicho— distinguiendo ambas palabras. En Geografía, la altitud es la distancia vertical de un objeto con respecto al nivel del mar. Este objeto puede estar sobre la superficie terrestre o encima de ella, como un avión. Este concepto contrasta con el de altura, pues esta indica la distancia vertical de un objeto hasta la superficie terrestre, o —esto sí lo recoge la RAE— “la medida de un cuerpo desde su punto más elevado hasta su base”. Como se sabe, en España se toma normalmente como referencia para el cálculo de la altitud en metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m.) el de la ciudad de Alicante. Un ejemplo: un dron puede tener una altura de vuelo de 100 m respecto al suelo y estar volando a una altitud de 3.000 m.s.n.m., mientras que una montaña que esté a 5.000 m.s.n.m. puede tener una altura de 1.000 o 2.000 m respecto a los valles que la rodean.
Aún más claro: a nadie se le ocurriría decir que Alberto Contador tiene una altitud de 1,76 m; y si es así, ¿por qué no nos da apuro atribuir al Everest una altura de 8.848 m? Las personas, los objetos, tienen su altura respectiva, y los montes en cambio su altitud. Aún así son muchos los aparatos GPS que en su versión española llaman altura a la altitud, cuando no es lo correcto. El propio Visor de IGN (Instituto Geográfico Nacional) utiliza la palabra altura en vez de altitud. ¡Y son ellos los entendidos en el tema! Sí, sí, como os lo decimos. ¡Si hasta los hombres y mujeres de El Tiempo en televisión —meteorólogos, suponemos—, yerran a veces! Profesionalidad se llama esa figura.
Otro error muy habitual: confundir desnivel con pendiente. Distingámoslos. Según la RAE desnivel es la “diferencia de alturas entre dos o más puntos”. A este se le conoce también como desnivel neto. En un puerto, el desnivel a secas (desnivel neto) sería la diferencia entre la cota inicial y la final (este dato suele aparece en el recuadro de todas nuestras altigrafías).
Pero aún hay más. Hay que diferenciar asimismo desnivel positivo (la suma de las alturas ascendidas durante un tramo); desnivel negativo (suma de las alturas descendidas); y el desnivel acumulado (teóricamente la suma de ambos desniveles), aunque en el mundo del ciclismo solemos emplear este último término para hacer referencia al desnivel positivo durante un recorrido completo. Por eso, al hablar del desnivel acumulado de la Quebrantahuesos (3.500 m), nos referimos al que solo es el desnivel positivo, es decir, los metros totales de ascensión a lo largo de los 200 km de la prueba.
Sin embargo la pendiente es algo bien diferente. Llamamos pendiente a la relación entre el desnivel que debemos superar y la distancia que recorremos para hacerlo. Lo correcto sería recurrir a la distancia horizontal, pero siempre se utiliza la distancia que nos indica el cuentakilómetros, ya que la diferencia entre ambos cálculos es inapreciable. Esa pendiente se expresa en las altimetrías en tantos por ciento (%), resolviendo una sencilla regla de tres: pendiente (%) = distancia en vertical (m) x100 / distancia recorrida (m). Si en un kilómetro hemos subido 87 m de desnivel, ese dato nos está indicando que la pendiente a la que nos enfrentamos es de un 8,7%, y la denominamos pendiente media de ese tramo kilométrico. Para obtener la pendiente media de todo el puerto deberemos utilizar la misma fórmula con los datos de desnivel y distancia total de la ascensión que se trate.
Y si hablamos de la pendiente de un, generalmente, corto tramo nos referimos a una rampa. La rampa no es la pendiente, aunque tiene su pendiente concreta, que es bien diferente de la que llevamos en un tramo más extenso del puerto en cuestión. Si decimos que “ahí viene una rampa”, sabemos que, aunque ya estamos subiendo, nos vamos a enfrentar a una pendiente superior en un tramo que confiamos sea lo más corto posible, ¿verdad?
En las altigrafías de APM las pendientes de cada tramo kilométrico aparecen reflejadas al pie del dibujo y en cambio las rampas se muestran en pequeños recuadros por encima de la línea del perfil. Si nos fijamos en la del Angliru veremos que el kilómetro más duro tiene una pendiente media del 17,4% pero varias de sus rampas superan el 20% y la más dura de todas ellas alcanza el 24% en la famosa Cueña les Cabres. Y eso, si subimos en bici, ¿se nota o no? Podéis ver la pendiente media del puerto en el recuadro general correspondiente.
Aquí nos ha aparecido otro término muy utilizado en las gráficas de las diversas pruebas ciclistas. El perfil es la “figura que representa un cuerpo cortado real o imaginariamente por un plano vertical”. Si lo que cortamos, siempre imaginariamente, es la ruta completa o parcial de un recorrido, obtendremos el perfil de dicho recorrido en el que aparecerán reflejadas las subidas, los descensos, las zonas llanas, es decir, la representación gráfica de los datos altimétricos de esa ruta. Todas las marchas y carreras ciclistas publican los perfiles que quienes en ellas participen van a tener que recorrer para que sepan a qué distancias van a tener que enfrentarse. Os mostramos también el perfil de una de nuestras rutas habituales:
Y algo más: una altigrafía, como tal, no sería más que el perfil de un tramo concreto en ascenso de un recorrido más amplio, esto es, las altigrafías no son sino los perfiles de cada uno de los puertos. Algunas publicaciones llaman altimetrías a los perfiles, pero nosotros preferimos diferenciar ambos conceptos.
Estas son algunas otras páginas web de altimetrías relevantes:
¿Nos estamos aclarando o liando cada vez más? Pues vamos a ir acabando. ¿Y cómo afrontar una rampa dura? Siempre hay algún compañero que nos aconseja: “pon un desarrollo más grande para subir tranquilo”. ¡Cuidado! No le hagáis caso. Si ponéis un desarrollo más grande lo que haréis es endurecer aún más vuestro ya cansino pedaleo por cuanto el desarrollo (métrico) no es sino la distancia que recorremos con nuestra bicicleta cuando damos una pedalada. Esta distancia está ligada directamente al número de dientes que estén engranados en el plato y en el piñón, a cuya combinación también se la denomina desarrollo, si bien este término se suele expresar en metros de avance.
Por tanto, lo que nuestro buen colega nos ha querido decir es que pongamos el piñón más grande para subir más a gusto, pero eso supone disminuir el desarrollo que ahora debe ser más pequeño, es decir, que el avance por pedalada sea menor. Un desarrollo de 53 x 11 es un desarrollo grande, mientras que un 34 x 25 es mucho más pequeño: lo que es más grande es la corona del piñón, pero no la distancia que recorreremos por cada golpe de pedal.
Encontraréis en muchas webs diversas tablas para esa comparación de desarrollos que nos permitan saber cuál es el que más se adecúa a nuestras necesidades o gustos. Nosotros os mostramos aquí uno de ellos, tomado del Foro MTB.com, para que hagáis vuestros propios cálculos, sabiendo que todos ellos responden a la fórmula: Desarrollo (m) = número de dientes del plato / número de dientes del piñón x circunferencia de la rueda (m):
Bien. Esperamos que estas líneas os hayan servido para aclarar conceptos. Ojalá que los profesionales que deben manejarlos con soltura y sin errores les dediquen tanta atención como vosotros, si nos habéis leído hasta aquí. Y ahora os dejamos con lo que de verdad estáis esperando y lo que más importa: el contraste de todo esto aprendido con su plasmación real en la carretera y en el esfuerzo que deberéis realizar para disfrutar a tope del inmenso placer de pedalear.
Puedes leer otros consejos relacionados con el mundo de la bicicleta en este enlace; y te dejamos también unas sugerencias:
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