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ANÁLISIS

Una ciudad para la bici: al trabajo, a la compra, de cena... pedaleando

Una ciclista pasea por Vicenza

Sergio Palomar

8 de noviembre de 2021 21:31 h

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La llamada movilidad sostenible ha ido incorporándose, por una mera cuestión de necesidad, a la agenda de los gobernantes de las ciudades. La incipiente preocupación por el cambio climático, la creciente polución del aire y los problemas de salud asociados, las amenazas de sanciones por parte de la Unión Europea a las ciudades más contaminantes, los interminables atascos, así como la presión por parte de asociaciones y grupos ecologistas ha hecho que un tema que a menudo contaba con una prioridad ínfima esté ahora en la palestra. La crisis de 2008 y la actual pandemia de COVID-19 han hecho que la bicicleta cada vez sea más tenida en cuenta como alternativa a un coche cada vez más costoso o, en este último año, al temor que generan los atestados medios de transporte público.

Si hay una forma de transporte ecológica que cuente con la versatilidad y la eficiencia necesaria para hacerse con el trono dentro del entorno urbano esa es la bici, que en recorridos de entre 2 y 15 kilómetros es prácticamente imbatible en la mayoría de las situaciones que encontramos a diario, sobre todo si tenemos en cuenta que la velocidad media de los coches en ciudad ronda los 23 km/h. Ahora bien, existen una serie de condicionantes que pueden suponer que la experiencia de pedalear en ciudad sea más o menos satisfactoria.

El reino del coche

El principal problema al que se enfrenta cualquiera que decida realizar sus desplazamientos dando pedales es que el tejido urbano se ha diseñado durante décadas para favorecer al automóvil. Grandes avenidas de varios carriles, rondas que recuerdan a autopistas o semáforos que se cierran a tu paso si no circulas a una mínima velocidad o los desniveles de la mayoría de nuestras ciudades son pequeños ejemplos de aspectos que desincentivan la utilización de la bici. Poco a poco las ciudades han ido pensando en el resto de los protagonistas de la movilidad, por ejemplo, con la inclusión de elementos de calmado del tráfico como los pasos de peatones elevados.

El principal problema al que se enfrenta cualquiera que decida realizar sus desplazamientos dando pedales es que el tejido urbano se ha diseñado durante décadas para favorecer al automóvil

En cualquier caso, aunque la apariencia pueda resultar hostil al ciclista, en la práctica no resulta tan complicado rodar en nuestras calles. Como en toda actividad, primero habrá que empezar por calles tranquilas, adquiriendo pericia y aprendiendo a controlar en el entorno para posteriormente ir aumentando nuestro radio de acción. Resulta sorprendente, una vez que estamos habituados, lo sencillo que resulta circular por la ciudad.

¿Qué modelo?

Como en todo en esta vida, existen distintas visiones de cómo ha de construirse una ciudad que sea agradable para las bicis. En este paradigma, lo primero en lo que pensamos es en la necesidad de una red de carriles bici emulando a lo que observamos en otras ciudades europeas. Vías que mantienen a la bici en teoría alejada del resto del tráfico. Sin embargo, cada vez son más los que se plantean que dichas infraestructuras son un caramelo envenenado, ya que deslegitiman al ciclista como vehículo cuando no queda otro remedio que utilizar la calzada, realizan trazados poco eficientes y colocan al ciclista en un lugar peligroso. Además, se construyen a menudo robando y poniendo obstáculos al peatón. Sin embargo, estas vías ciclistas que en el seno de las ciudades resultan farragosas por el trazado denso de nuestras calles, se muestran como una solución ideal cuando se trata de vertebrar el área metropolitana y conectarlo con el centro de la urbe, puesto que, a menudo, estas zonas están jalonadas de autovías de circunvalación y una malla de carreteras que se convierten en un auténtico muro para quienes se desplazan desde la periferia.

En el centro de Pontevedra se ha reducido al mínimo la presencia de los coches y aquellos que circulan han de hacerlo a una velocidad reducida, siendo rey el peatón, con la bici como un invitado que permite agilizar los desplazamientos

En nuestro país encontramos ambos tipos de modelo: el de Valencia, Sevilla o Barcelona, que han apostado por una importante red de carriles bici: o el de Madrid, en el extremo opuesto, que apuesta por las bicis integradas en la calzada mediante una ordenanza de movilidad que legitima plenamente la presencia de las bicis en la calzada y cuyo principal protagonista es la señalización de ciclocarriles 30. Estos son carriles señalizados como de paso ciclista, pero de uso compartido tanto por bicis como por automóviles y limitados a 30 km/h. Una restricción de velocidad incorporada en la última revisión de la ley de tráfico que, sin duda, promete hacer más seguras las ciudades. Una alternativa, la de los ciclocarriles, que se ha popularizado en multitud de ciudades tras el confinamiento del año pasado y el subsiguiente 'boom' de los desplazamientos en bici, que si bien no reserva ningún espacio exclusivo para quienes pedalean, sí que legitima la presencia de las bicis en la calzada a ojos del resto de conductores, evitando las situaciones de acoso que en ocasiones se producen. En la cúspide de la ciudad para las personas y los medios de transporte sostenibles hemos de citar a Pontevedra, localidad en cuyo centro se ha reducido al mínimo la presencia de los coches y aquellos que circulan han de hacerlo a una velocidad reducida, siendo rey el peatón, con la bici como un invitado que permite agilizar los desplazamientos.

En cualquier caso, sea cual sea el modelo aplicado en vuestra ciudad, os animamos a que os pongáis delante del mapa y comprobéis la distancia de vuestros desplazamientos urbanos y las posibles rutas, y probéis a realizarlas en bici o en una combinación de bici y transporte público. Seguramente os sorprendáis del tiempo que podéis ahorrar, los atascos que vais a evitar y, algo que no está pagado, el hecho de empezar la jornada laboral con una sonrisa en la cara. 

Los otros actores

No sólo las bicis han ido apareciendo en el ámbito urbano en la búsqueda de una movilidad cada vez más sostenible. En los últimos años se han ido popularizando los vehículos de movilidad personal (VMP), cuyo principal actor es el patinete eléctrico. Unos vehículos que comparten con las bicis eléctricas la limitación de la acción del motor a 25 km/h y que si bien han estado habitando en un limbo jurídico, la última reforma de la ley de tráfico equipara a grandes rasgos con la bicicleta en lo que respecta a considerarlos vehículos que han de circular, principalmente, por la calzada. Aun así, les mantiene otras restricciones, como circular por vía interurbana, que limitan su ámbito de uso. En cualquier caso, son vehículos tremendamente versátiles cuya popularidad crece cada día.

Tampoco hemos de olvidarnos de la forma de desplazamiento sostenible, según las estadísticas, más popular de nuestro país. No es otra que caminar, sin duda la modalidad de transporte más sostenible y que en el centro de nuestras compactas ciudades resulta muy eficiente en combinación con el transporte público. Sin embargo, parece una forma de moverse cada vez más desdeñada si atendemos a los numerosos obstáculos que han de sortear sobre las aceras, pelear contra la ocupación de sus espacios por bicis y VMP, además de unas altas cifras de siniestralidad en forma de atropellos.

Pedalea seguro

Aunque desde fuera pueda parecer una jungla, rodar en la ciudad no es tan fiero como lo pintan si atendemos a una serie de consejos que nos harán circular más seguros:

  • Respeta las normas: semáforos y señales también son para la bici. Las ciudades pueden tener normativas de movilidad específicas. Infórmate de la vigente en la localidad por donde pedalees.
  • Circula por el centro del carril: usar la totalidad del carril obliga a los coches a adelantar dejando espacio, nos hace más visibles en las intersecciones y evita que choquemos con puertas que se abren. Además, nos ofrece más espacio en caso de tener que realizar alguna maniobra evasiva.
  • Señaliza las maniobras: cambios de carril, giros hacia otras calles o incorporaciones. Ser previsible evita que el conductor tenga que adivinar qué vamos a hacer.
  • Sé visible: procura utilizar ropa clara. Las luces, obligatorias de noche, son muy recomendables también de día. En relación a esto, también se encuentra el evitar los ángulos muertos del resto de vehículos.
  • Anticipa: controlar el entorno y mirar unos cientos de metros por delante nos ayuda a evitar un bache, cambiar de carril con tiempo cuando hay un coche en doble fila o adaptar la velocidad ante semáforos y rotondas para evitar tener que detener nuestra marcha.

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