Pascual Nieto, el arte de vivir y de seguir dando pedales con 90 años
Sé que muchos amigos sentirán una enorme tristeza y vacío al leer estas líneas. Al irse es como si con él se hubiera ido también el último ciclista de la comarca de Pinares, cuya afición a la bici de carretera languidece día a día
No es fácil, ni muchísimo menos, cumplir 90 años y seguir dando pedales con la misma ilusión de los comienzos. Eso hacía mi gran amigo Pascual Nieto, colaborador de esta revista. ¿No firmaríais en este momento donde haga falta para lograrlo? Pero tristemente nunca más podrá pedalear con nosotros.
A primeros de noviembre fallecía en su Vinuesa natal quien ha sido para todos los ciclistas de la Comarca de Pinares de Urbión el ejemplo más cercano de lo que es el amor a la bicicleta. Por esa razón, a finales del pasado agosto fui a visitarlo en la Residencia de Ancianos donde vivía tras la muerte de Manuela, su esposa. Y es que el amigo Pascual ha sido para 'Andar en bici' un ejemplo vivo de lo que queremos transmitir a nuestros lectores: pasión por la bicicleta y, sobre todo, ganas de vivir.
Hemos recorrido en muchas ocasiones, conducidos por su experta mano, la Tierra de Pinares en la que Pascual tenía su residencia y donde podíamos encontrarle sobre su amiga de dos ruedas cualquier día del año. Como el tiempo es oro, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid… y el Duero por esta bella comarca pinariega, preparamos un bonito reportaje sobre sus bellos rincones, que salió publicado con su firma en el último número de esta revista. Y ya bien entrado el atardecer, subimos en coche hasta el escenario de la machadiana leyenda de la Tierra de Alvar González, ese mágico entorno donde el “agua transparente y muda que enorme muro de piedra, donde los buitres anidan y el eco duerme, rodea”:la Laguna Negra de Urbión.
Quizás fuera la magia del lugar o el embrujo del caer de la tarde, pero no pudimos por menos que pedirle una vez más que nos relatara los pormenores de la trágica historia. Y de nuevo logró sorprendernos, a sus 98 años, con los detalles de la narración y aún más con la moraleja que su larga experiencia había guardado en la memoria desde el primer día que la oyó contar de niño: “La codicia de los campos ve tras la muerte la herencia; no goza de lo que tiene por ansia de lo que espera”. ¡Ay, cuántos deberían extraer su particular enseñanza de tan sabias palabras! Es como si el mismísimo don Antonio hubiera estado paseando con nosotros.
Pero desgraciadamente los rayos del sol habían empezado a declinar y debimos abandonar, no sin pena, ese mundo de agreste e impactante naturaleza, esas laderas del Pico Urbión donde Pascual dio sus primeros pasos y aprendió sus primeras lecciones. Otro mundo bien diferente, y sin embargo estrechamente enlazado con el que habíamos experimentado, nos aguardaba en la casa del señor Nieto, en el número 5 de la calle Juan López de Velasco, ubicada –y ya es coincidencia- entre las que llevan el nombre de los dos deportistas más grandes que ha dado esta provincia de Soria: Fermín Cacho y Abel Antón. Quizás algún día nuestro amigo pueda leer el suyo en el rótulo de alguna otra calle de la Vinuesa que le vio nacer: sin duda, muchos cicloturistas españoles lo veríamos con agrado como un reconocimiento merecido al hombre que ha paseado con orgullo la fama de la Corte de Pinares por todo el país.
Verdaderamente más que una casa parece un museo, de la madera en la vivienda y de la bicicleta en el garaje. Muchos de los muebles de la primera son obra de nuestro hoy difunto articulista, del que desconocíamos esta su otra faceta artística, amén de la literaria. Tras un pausado recorrido por el salón y habitaciones, nos introdujo, con emoción contenida, en el 'sancta sanctorum' de su auténtica pasión: la bicicleta. Entrar en el garaje y en el taller fue dar un paso en la dirección contraria a la que camina el mundo, este mundo de apariencias e interés en el que tantas veces transcurren nuestras monótonas vidas.
Fue un auténtico placer dar pedales en el rodillo de madera de elaboración casera que tantas ganas teníamos de conocer, ver el curioso artilugio elaborado con cadenas de bicicleta del que se cuelgan aquellas que necesitan reparación, o el centrador de ruedas de fabricación totalmente artesanal, o el armario en el que escondía secretos del 'más allá' del ciclismo, o los posters de ciclistas de hace más de 50 años, o un aparaguador para demostrar a cualquiera que si él decía que una rueda no estaba equilibrada es que no lo estaba, o…
Y del taller al garaje, al que se accede por una puerta lateral. Y en él… la historia, pura historia del ciclismo: desde la bici de competición del tiempo de Maricastaña con la que ganaba carreras en su Tierra de Pinares y su bicicleta de trabajo como operario de Correos y Telégrafos, pasando por la moto con más 50 años en que se daba el gustazo de alcanzar velocidades estratosféricas para la época sin que nada ni nadie se le pusiera por delante, hasta llegar a “la joya de la corona”: un ejemplar de más de 100 años cuya mecánica es el mejor ejemplo de la sencillez a la par que clarividencia tecnológica que encierra algo tan normalito como una simple bicicleta. Pura delicia. Las tres bicis estaban colgadas de la pared como los cuadros del Prado: ellas concitaban hasta su fallecimiento la mayoría de las visitas de los aficionados al arte velocipédico.
Pero aún hay más y para los cicloturistas de la comarca lo más interesante: una larga hilera de bicis colgadas, una docena o más, que el propio Pascual fue montando en sus ratos libres y que estaban siempre a disposición de quien las necesitase. Casi todas ellas tenían para él un especial significado: le traían a la memoria a un gran amigo desconocido, un mecánico de solera que, sin conocerle de nada más que por saber de él en las revistas, le fue haciendo llegar todo tipo de cuadros y materiales de esos que nadie quiere ya… pero que en manos de Pascual tomaban de nuevo vida prestando servicio a quien precisara de una bicicleta para pasear o para subir a las Lagunas de Neila. Y mucho más si eran niños o niñas. Han sido cientos los peques para quienes siempre tenía una sonrisa y algún que otro obsequio tras la reparación o préstamo que le pidiesen. ¡Y hasta se los llevaba por el Pinar Grande a enseñarles a andar como Dios manda en sus pequeños vehículos!
Sé que muchos amigos sentirán una enorme tristeza y vacío al leer estas líneas. Al irse es como si con él se hubiera ido también el último ciclista de la comarca de Pinares, cuya afición a la bici de carretera languidece día a día. Pascual no podrá contarnos ya sus divertidas historietas, ni nos dirá cómo deberíamos pedalear para rendir más, ni corregirá nuestra postura sobre la bici, ni, en definitiva, nos hará descubrir otra manera de ser felices al volver a casa. Quizás alguna vez, al hacerlo, podamos dar gracias y experimentar en primera persona, como él lo hacía cada día cuando dejaba a su amiga aparcada en el garaje, la sensación casi divina de que la bici, las personas, la naturaleza tan rica de Pinares son un milagro, el auténtico milagro de estar y sentirse vivo. Descansa en paz, amigo. Jamás te olvidaremos. Has coronado el último puerto y has alcanzado la gloria eterna. Una placa en tu monumento será nuestro humilde homenaje a un gran campeón. Tú lo has sido, pero de los de verdad: campeón en el arte de vivir.
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