Una vez más la bici agradece al tren su generosidad. En este caso por cederle la vieja y serpenteante vía del ferrocarril de vía estrecha del Urola, que conecta las localidades de Legazpia y Zumaia, transitando por uno de los valles más bonitos que puedan hallarse en Euskadi
Construido por la Diputación de Gipuzkoa en un plazo de cinco años, el ferrocarril del Urola exigió la fabricación de 29 túneles y 20 puentes, dada la estrechez del valle por el que transcurría. Obra ardua lograda con mucho trabajo y no pocas explosiones de dinamita, también requirió su punto de finura, dado que al pasar frente al balneario de Zestoa tuvieron que calibrar, y mucho, el compuesto de nitroglicerina para no desviar las aguas del manantial subterráneo.
Contando con 36 kilómetros de vías, el ferrocarril entró en servicio un 22 de febrero de 1926 y tan importante resultó la obra en su momento que acudió a inaugurarla el rey Alfonso XIII.
Innovador, aquel tren fue uno de los primeros ferrocarriles eléctricos de la península, doblemente sorprendente porque algunos de sus modernos coches estaban fabricados enteramente con caja metálica (producidos por la Compañía Auxiliar de Ferrocarriles de Beasain, que entre 2001 y 2004 proveerá de vagones al metro de Washington), frente a los anteriores en madera, encargados a Talleres de Miravalles.
En nuestros días, aquella antigua vía férrea cerrada en 1988 se muestra recuperada para otro proyecto más lúdico y saludable. Para ello se reformaron puentes y viaductos y se dotó de iluminación a sus distintos túneles, convirtiendo el viejo camino ferroviario en vía verde, La obra ganó incluso distancia, pues alcanza los 44,3 kilómetros de recorrido (4 de ellos por carretera), dado que se alarga hasta el Parque de Mirandaola, en Legazpia. Apta para recorrerse a pie o en bicicleta, la ruta puede ser abordada desde distintos puntos, presenta una dificultad media, con un desnivel positivo de 149 metros, y un firme de tierra compactada y asfalto que facilita un rodar sin sobresaltos.
Nosotros iniciamos nuestro periplo en sentido descendente, desde Mirandaola, aprovechando la ocasión para visitar su Museo del Hierro y su ferrería hidráulica del siglo XVI, dos de los numerosos lugares y monumentos de interés que hallaremos a lo largo de todo el recorrido. Al poco, en Legazpi, podemos detenernos, si gustamos, para visitar el Museo Chillida. De aquí en adelante y durante tres kilómetros, nuestra ruta calca el trazado que seguía el antiguo tren de mercancías de la impresionante factoría siderúrgica Patricio Echevarria, en su día importante y reputada proveedora de herramientas de uso agrícola y minero. Rodamos entre muros de fábricas y graffitis, extremando precauciones pues nos hallamos en un tramo de zona industrial con circulación de camiones
Ya en el kilómetro 7 de nuestra marcha llegamos a Zumárraga. Allí encontramos otra excusa para detener nuestro pedaleo, visitar la ermita medieval de Santa María (La Antigua), considerada la catedral de las ermitas vascas. Iniciada su construcción en 1366, la austeridad de su exterior no debe engañarnos, pues en su interior ofrece un magnífico artesonado en madera de roble y un complejo entramado de vigas realmente sorprendente.
Rodamos paralelos al río Urola y en Urretxu nos deleitamos viendo el verdor del monte Irimo. Entramos en un tramo encajado entre montañas, con abundante vegetación y muchos árboles. Cruzamos por muchos puentes y aún más túneles perfectamente iluminados gracias a sensores de movimiento que se activan a nuestro paso. Alegrando nuestra vista contemplamos no pocas cascadas, presas y saltos de agua que contribuyen a refrescar el ambiente. También se ve, solitario, algún que otro antiguo poste de electrificación que nos recuerda que antaño por allí transitó el tren.
Pasamos por la localidad de Azkoitia (km 20) y visitamos los seis frontones de vanguardia (Gipuzkoa, Lapurdi, Baxenabarre, Bizkaia, Nafarroa y Araba) diseñados por Jorge Oteiza para simbolizar los siete Territorios Históricos de Euskal Herria. Seguimos camino y de nuevo nuestro deseo de conocer nos invita a parar. Ahora toca en el santuario y basílica de Loyola, complejo monumental y religioso construido alrededor del hogar del fundador de la Compañía de Jesús, San Ignacio de Loyola.
Volvemos al camino. Notamos que la ruta se va abriendo al llegar a la comarca del Urola Medio-Urola Erdia. Estamos en el centro de Gipuzkoa, en la localidad de Azpeitia, en el kilómetro 26 de nuestro recorrido. Buen momento para comer algo si viajamos con niños. También para pasear las calles del casco antiguo y visitar el Museo del Ferrocarril (uno de los más importante de su género en Europa), ubicado en el edificio de la antigua estación. En dicho Museo se ofrece una amplia visión de la historia ferroviaria de Euskadi, exhibiéndose más de sesenta vehículos (locomotoras, tranvías, trolebuses, etc.) y una amplia colección de materiales ferroviarios (relojes, uniformes, faroles, etc.).
Por cierto, fue el arquitecto Ramón Cortázar Urruzola quien diseño las trece estaciones que podemos contemplar a lo largo de esta Vía Verde. Todas de diferente factura arquitectónica, aunque en marcado estilo neovasco, adaptado a las características de los pueblos a las que entonces servían de apeadero. Hoy muchas de ellas están abandonadas o reconvertidas para diferentes usos, destacando especialmente la mencionada de Azpeitia, en donde también se nos ofrece (entre Semana Santa y el Puente de Todos los Santos) la oportunidad de viajar en un tren con locomotora a vapor, la histórica Aurrera que fuese la última de una serie construida entre 1892 y 1898, y restaurada en 1991 por los especialistas del propio Museo.
Terminado este alto en el camino, volvemos a darle a los pedales apenas por otros ocho kilómetros. En Zestoa (km. 35,7) dos citas (tanto monta, monta tanto) reclaman nuestra atención. Una, la imperdible visita teatralizada al Palacio Lili, en donde se nos narra cómo era la vida en la Gipuzkoa de hace cuatro siglos; y dos, la no menos gozosa contemplación de Ekainberri, la réplica en forma de museo de las pinturas rupestres de la cueva de Ekain, que la UNESCO declarase Patrimonio de la Humanidad en julio de 2008.
Reanudamos la marcha un poco más sabios que antes. Hacemos mil metros en bici y ¡ojo!, que en Iraeta termina la vía verde y comienza un tramo de cuatro kilómetros en los que rodamos por una carretera de mucho tráfico por la que no recomendamos transitar debido a su peligrosidad. La buena noticia es que el comienzo de las obras de adecuación de la vía verde entre Iraeta y Narrondo es cuestión de tiempo. El proyecto ha sido aprobado en la Diputación Foral de Gipuzkoa y se espera que comiencen los trabajos a corto plazo.
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