Nacido en las faldas de Somosierra, aún en la Comunidad de Madrid, el río Duratón vertebra en su recorrido de 106 kilómetros, que lo conduce hasta verter sus aguas en el Duero a la altura de la localidad vallisoletana de Peñafiel, todo el noreste de la provincia de Segovia. En su curso medio, al topar con terreno calizo, en la transición entre el granítico Sistema Central y la arenosa Tierra de Pinares, ha horadado a lo largo de 140 millones de años el terreno para dar lugar a 27 kilómetros en los que su cauce se encajona en un espectacular cañón que se convierte en un maravilloso lugar para disfrutar como más nos gusta: dando pedales.
Río arriba
Aunque el centro neurálgico del Parque Natural de las Hoces del Duratón se vertebra en torno a la ciudad de Sepúlveda, preciosa localidad que bien merece una visita, vamos a huir de la vorágine de turistas que aprovechan la cercanía con la capital y fijar nuestro punto de partida en el pequeño pueblo de San Miguel de Bernuy. Se trata de un municipio de apenas 138 habitantes, aunque con una atractiva oferta de turismo activo principalmente centrada en las rutas con piragua por el embalse de las Vencías, cuyo cañón, menos espectacular que el de las Hoces, también merece ser visitado.
Comenzar aquí nos permite gozar de unos primeros kilómetros de suave pedaleo junto a campos de cultivo y vegetación de ribera por la margen izquierda mientras, río arriba, atravesamos pueblos como Cobos de Fuentidueña o Carrascal del Río, donde atravesamos el río para proseguir unos kilómetros por carretera. Nuestra referencia va a ser, poco antes de Burgomillodo, ubicación de la presa del embalse homónimo y puerta de entrada a las Hoces, de la carretera que asciende en dirección a Castrillo de Sepúlveda.
El páramo
Una empinada pista de tierra nos permite salvar de golpe todo el desnivel que separa el cauce del Duratón y el páramo circundante. El contraste de entorno en apenas unos kilómetros es total, pasando a un horizonte llano y un terreno pedregoso de monte bajo. Vamos serpenteando por pistas de tierra llenándonos los pulmones con el aroma de las plantas aromáticas a la búsqueda de otro diminuto pueblo, Villaseca, mientras dejamos correr la vista sobre una amplia panorámica de toda la vertiente norte del Sistema Central.
Justo a la entrada tomamos a la derecha la transitada pista de tierra que conduce hasta la ermita de San Frutos, paraje donde el patrón de Segovia buscó, junto a sus hermanos Valentín y Engracia, una vida de penitencia y oración allá por el siglo VII y cuenta la leyenda que obró algunos de sus conocidos milagros. Más allá del tema religioso aquí encontramos los cortados más impresionantes del parque natural donde el río serpentea en acusados meandros mientras, en la cima de la cadena alimentaria, el buitre leonado, dueño y señor de estos parajes, sobrevuela a escasa altura de nuestra cabeza.
El cañón
Desandamos el camino hasta Villaseca y retornamos al fondo del cañón siguiendo la carretera que atraviesa el pueblo. El puente sobre el río será nuestra referencia para abandonar el asfalto justo antes de atravesarlo y adentrarnos en el cañón en un tramo simplemente de ensueño. Los 10 kilómetros que nos separan desde este puente y el puente de Talcano, a las afueras de Sepúlveda, están considerados zona de reserva, por lo que se requiere solicitar un permiso durante el primer semestre del año, época de la cría del buitre leonado. Un tramo de divertidísimo sendero en el que vamos encajonados entre las paredes del cañón con una frondosa vegetación de ribera que nos hace olvidar que estamos en Castilla. De camino podemos ver lugares como la Cueva de los Siete Altares, vestigio de los primeros cristianos que repoblaron la zona o el puente romano de Talcano.
Llegados hasta el puente romano podemos optar por atravesarlo y visitar Sepúlveda o proseguir por el fondo del cañón hasta encontrar un pequeño valle que nos va a permitir abandonarlo aunque a cambio tengamos que afrontar una dura subida de terreno bastante roto. Un pequeño tramo de carretera y un denso pinar nos separan de Castrillo de Sepúlveda desde donde ascendemos a la ermita de la Virgen del Otero, cota más alta del recorrido. Desde aquí, descendemos por un sendero que requiere cierta pericia, especialmente si llevamos bicicleta gravel buscando la carretera que nos adentra en el Valle de Tabladillo, uno de los múltiples cañones excavados por arroyos y torrentes que drenan sus aguas al Duratón y que, pese a no contar con la fama de las Hoces, bien merecen una visita. Concluimos la ruta alcanzando de nuevo la carretera del inicio y realizando los últimos kilómetros entre Carrascal del Río y San Miguel de Bernuy soltando piernas sobre el asfalto y preparándonos para un tercer tiempo en el que no pueden faltar unos cuartos de lechazo asado en horno de leña y regado con un tinto de la Ribera del Duero. Nos lo hemos ganado.
Nota: Para transitar por el tramo entre el Puente de Villaseca y Puente de Talcano, zona protegida de reserva, entre el 1 de enero y el 31 de julio es necesario solicitar un permiso que se puede obtener contactando por teléfono (921 54 03 22) o correo electrónico (cp.duraton@patrimonionatural.org) con la Casa del Parque. La naturaleza caliza de la zona hace que, salvo en el fondo del cañón, las fuentes escaseen. No hay que desaprovechar la oportunidad de rellenar los bidones en las que se van encontrando. La ruta incluye diversos tramos de sendero con algunos pasos técnicos. Se pueden realizar con una bici gravel aunque requieren de cierta técnica. En cualquier caso son puntuales y se pueden atravesar sin problema andando.
Más rutas
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