A Costa da Morte gallega: en bicicleta por una costa llena de vida entre brujas y leyendas
Esta ruta ciclista está bañada por el irresistible influjo de los cientos de naufragios y ese aroma de misterio y peligro que destilan sus infinitos acantilados, por la belleza arrebatadora de un paisaje mágico donde los haya
En Finisterre muere el sol todos los días, sí, pero no vayáis a pensar que un nombre tan lúgubre como Costa da Morte deriva del óbito cotidiano del astro rey, si bien convendréis conmigo en que el apelativo es de los que asustan al más valiente. Ya dicen que Galicia es tierra de meigas. En los tiempos que corren creer en ellas no es algo tan habitual, aunque en esta región tan mágica y enigmática todavía resuena el 'habelas hailas' por muchos rincones, y muy especialmente en este, quizás por el irresistible influjo de los cientos de naufragios y ese aroma de misterio y peligro que destilan sus infinitos acantilados, quizás por la belleza arrebatadora de un paisaje mágico donde los haya.
Porque esta costa, la de la Muerte, tiene su parte bondadosa y su parte cruel. La primera se aprecia a simple vista: extraordinarios paisajes que hay que frotarse los ojos para creérselos; playas de ensueño con apenas bañistas incluso en agosto; la famosa gastronomía gallega en la que abunda el buen marisco; y unas costumbres y patrimonio que, al conocerlas, uno se siente como si fuera su descubridor. La parte cruel ya se intuye en su propio nombre: la escarpada costa, tan bonita para ver, es muchas veces letal para los barcos que navegan en los implacables temporales que azotan al fin del mundo.
Con la propuesta que viene a continuación de conocer Costa da Morte en bici a lo largo de cuatro etapas al alcance de cualquiera con un mínimo estado de forma, presento los que para mí son los lugares imprescindibles a la hora de conocer esta costa que podría estar llena de vida a nada que las autoridades competentes pusieran de su parte y no quedaran tantas y tantas cosas en manos del arraigado y sempiterno caciquismo 'galego'. Y como llegar a todo es imposible, no estarán todos los lugares que son dignos de una tranquila visita, pero sí son todos los que están.
Mi propuesta nos va a llevar desde Malpica de Bergantiños hasta Muros, localidad situada en la más septentrional de las Rías Baixas. A lo largo de estos 236 km que suman las cuatro etapas podremos ver grandes playas e imponentes cabos con majestuosos faros, conoceremos numerosas leyendas, cruzaremos aldeas que nos harán viajar en el tiempo unos cuantos años atrás y muchas curiosidades más que seguro no nos dejarán indiferentes. Al igual que tampoco nos dejarán impasibles los numerosos platos que la magnífica gastronomía gallega nos oferta a la hora de coger fuerzas para llevar con éxito nuestro peregrinar por esta hermosa costa. Y lo de peregrinar viene al cuento, además, porque recorreremos parte de ese Camino de Santiago que lleva a los peregrinos a terminar su aventura en el Finis Terrae y los que llegan o parten desde Muxía, localidad a la que muchos recordaréis por ser considerada la Zona Cero del desastre aun no olvidado y tampoco solucionado de la marea negra del Prestige.
También conoceremos muchas historias de naufragios y de otros accidentes marítimos que a lo mejor nos hacen recapacitar sobre el precio de esos manjares que llegan a bordo de humildes embarcaciones pesqueras o en esos cestos de mariscadores, especialmente de los 'percebeiros'que se juegan la vida al desempeñar su trabajo, especialmente (aunque no solo) cuando se acerca la campaña de Navidad que es cuando más demanda hay de estos productos y que suele coincidir además, con los temporales más fuertes en el mar.
Hecha esta breve introducción, os invito a que nos acompañéis a disfrutar y a conocer un poco mejor esta joya paisajística, gastronómica y cultural que es A Costa da Morte. Y, como la idea es hacer las etapas de manera muy tranquila, nos olvidaremos un poco de las horas de salida y llegada, pasando de la velocidad media y sin preocuparnos de salir de nuestra zona de confort. Os conmino, pero de buen rollo, a que aprovechéis para disfrutar también del paisanaje y no solo del paisaje. Serán muchas las personas, sobre todo las de edad más avanzada, que gustarán de hablar con nosotros y explicarnos cosas sobre su aldea, su costa, su monte o mismamente sobre su estilo de vida en esos parajes que tan 'retirados' han estado por culpa de las deficitarias comunicaciones con el resto de Galicia. Por suerte, han mejorado bastante en estos últimos años, pero queda mucho por hacer todavía.
Primera etapa: Malpica-Laxe (54 km)
Iniciamos nuestra aventura cicloturista por Costa da Morte desde una de las localidades más pintorescas de la comarca, que da la sensación de precipitarse sobre el mar.
Nuestro punto de partida será Malpica de Bergantiños, situada en la esquina de la esquina. Me explico: como todos sabéis, Galicia ocupa la 'esquina de arriba a la izquierda' según miramos un mapa peninsular, y como si de un obrero poco fino que trazó mal 'la plomada' se tratara, el vértice quedó mal definido y hay un saliente más allá de esa esquina. Bien, pues ese saliente es Malpica. Esto ha hecho que siempre se haya quedado fuera de las vías de comunicación de la zona. Por eso el pueblo cuenta con la misma población aproximadamente que a comienzos del siglo pasado, unas 5.300 personas.
Cosa curiosa de Malpica es la existencia de un oficio llamado 'boteiro' o taxista del mar, cuya función es acercar a los marineros desde los muelles hasta sus barcos fondeados en medio del puerto
Fue Malpica un importantísimo puerto ballenero durante el siglo XVII y hay quien dice que la villa fue fundada por marineros vascos, si bien ya hay escritos del siglo XIII que hacen referencia a esta localidad. Esos marineros vascos, y también cántabros, eran los que capturaban esos preciados cetáceos y comerciaban con su grasa, su carne, sus aceites y hasta con sus huesos que se llegaron a usar como vigas en algunas construcciones. Desde la pequeña bahía, que forma un precioso puerto natural, se controlaba el paso de las ballenas al acercarse al litoral malpicán. A día de hoy, es fácil ver a gentes pescar 'luras' (calamares), y a las 'redeiras' arreglar las redes para el cerco o para el arrastre. Cosa curiosa de Malpica es la existencia de un oficio llamado 'boteiro' o taxista del mar, cuya función es acercar a los marineros desde los muelles hasta sus barcos fondeados en medio del puerto.
Saldremos de Malpica hacia el Cabo de Santo Hadrián para desde allí contemplar las Islas Sisargas, importante refugio de aves marinas. En la principal se encuentra uno de los faros más antiguos de Galicia, de mediados del XIX y hoy totalmente automatizado.
Tras volver atrás, pedalearemos por una carretera en perfecto asfalto y tráfico más bien escaso, salvo en verano. Lo haremos un poco retirados de la costa y, aunque esta etapa no nos lleva a Punta Nariga, yo os invito a aventuraros a llegar hasta allí. Está bastante bien indicado y con alguna rampa dura, aunque todas muy cortas. Es aquí donde se encuentra el faro más moderno de Galicia y los vientos realizan sus 'asambleas' para repartirse los mares, una de tantas leyendas de la Costa da Morte. También merece la pena acercarse hasta allí para ver cómo el fuerte viento reinante y el salitre han moldeado de llamativas formas a la gran cantidad de rocas de estos acantilados. Esta propina solo serán 11,5 km de más, pero no os defraudarán.
El siguiente punto de interés que nos encontraremos será la Capilla de Nosa Señora do Faro, que tiene la leyenda de 'virar a tella', que consistía en que las mujeres del entorno, en los días de fuerte temporal, daban la vuelta a una de las tejas, creyendo que así los vientos y las lluvias también virarían y sus familiares podrían regresar a casa sanos y salvos. Destacar también que junto a la ermita hay una delgada pero alta torre coronada por un Sagrado Corazón: impresiona en los días de fuerte viento subir por su escalera de caracol y notar cómo se balancea la torre.
Luego nos dejaremos caer hasta Corme, para ir hasta su puerto y llegar a Punta Roncudo, donde, según dicen, están los mejores percebes del mundo, en sana rivalidad con los 'percebeiros' de Cedeira. En el camino hay varias cruces que recuerdan a los 'percebeiros' fallecidos mientras llevaban a cabo su peligrosísima faena.
Llegaremos más tarde a la villa de Ponteceso, ya al nivel del mar, por lo que en mareas vivas el agua invade la calzada. Esta ría cambia de forma radical su fisonomía entre la pleamar y la bajamar debido a su prácticamente nulo desnivel. Indicar también que Ponteceso es la cuna de Eduardo Pondal, autor del poema 'Os Pinos', el himno gallego.
Y finalmente en Laxe pondremos fin a esta primera etapa, para visitar su playa de Los Cristales, que cuenta con infinidad de cristales pulidos por el mar, siendo los restos de un antiguo vertedero de vidrio. En el cabo hay una bonita escultura llamada 'A Espera' en la que podemos ver a una mujer con su hijo en brazos oteando al horizonte para ver si llega la barca de su marido. Es esta una villa ideal para el descanso gracias a la tranquilidad de sus calles, donde podremos agasajarnos en alguna de sus múltiples tascas.
Segunda etapa: Laxe-Muxia (68,5 km)
Vamos pues con la 'etapa reina' de nuestro pequeño tour por la Costa da Morte, en la que podremos disfrutar de una buena dosis de 'sterrato'. Si alguno no se atreve a meterse por estas pistas, no pasa nada: hay vía de escape asfaltada, pero se va a perder las mejores panorámicas de toda la aventura.
Abandonaremos Laxe para ir hacia su impresionante playa de Traba, con un importante complejo dunar y una laguna en la que, según la leyenda, está hundida la aldea de Valverde por un castigo divino. Sus más de 2,5 km de longitud la convierten en un auténtico paraíso para surfistas y amantes de las actividades acuáticas. Al pedalear a la altura de la laguna, frente a nosotros aunque un poco a la izquierda, queda una impresionante mole granítica declarada hoy Paisaje Protegido, aunque no se está haciendo gran cosa para evitar el deterioro de la zona. En bici no nos podremos acercar, pero la anotaremos como pendiente en nuestra agenda para conocer los 'Penedos de Pasarela y Traba', afloraciones graníticas, alguna con formas muy curiosas de animales como 'A Pedra da Aguía' (águila) o la de 'A Tartaruga' (tortuga); pero hay muchas más. Por desgracia en muchos lugares de similares características el poder de las canteras fue mayor que el de las gentes que se oponían a ellas para detener su irreparable pérdida paisajística. Actualmente, el mayor peligro que corre este paraje es el ansia de llenar todo el monte gallego de aerogeneradores. Por el momento parece que se van a librar, pero ya sabemos del 'poder de persuasión'de las energéticas. Perdonad, pero me enerva sobremanera ver cómo en Galicia destruimos todo a cambio de unas pocas migajas: pan para hoy, hambre para mañana.
En Camelle, donde vivió unos 40 años como un eremita Manfred Gnädinger, el 'alemán de Camelle', podremos detenernos un poco y conocer la vida de este singular personaje en el museo dedicado a su memoria. Algunos le recordaréis cuando su más que humilde choza y su pequeño museo personal fueron impregnados por el chapapote del Prestige, lo que le llevó a la muerte pocos días después por la pena tan grande. Cuentan que pocos días antes del accidente, Manfred comentó que había tenido un sueño sobre una gran ballena negra que aparecía muerta a los pies de sus esculturas y que el mismo se veía morir en el sueño tras dar sepultura al animal. El alemán llegó hasta aquí y se enamoró de una maestra que hablaba inglés pero no fue correspondido: la vida es así.
Pronto, bordeando la costa, llegaremos a la aldea de Arou y, al poco de salir de ella, afrontaremos la cota montañosa del día, nada del otro mundo, aunque las vistas al llegar arriba harán que el esfuerzo haya valido la pena.
Pasaremos ahora por Santa Mariña y Brañas Verdes, donde los que no se atrevan con el 'sterrato'deberán seguir de frente por el asfalto para llegar a Camariñas. Para los más osados, la primera parte de la pista de zahorra será en un descenso más o menos pronunciado, que les llevará hasta el Cementerio de los Ingleses, donde reposan algunos de los cuerpos de los 172 marineros fallecidos en el naufragio del 'Serpent' en 1890. Solo se salvaron tres.
Dejado atrás el cementerio y la Playa del Trece, llegaremos a la altura de la playa da Balea, desde donde tendremos una magnífica panorámica de nuestro siguiente objetivo, el Faro de Cabo Vilán, lugar en el que volvemos al asfalto. Tanto el faro como el cabo son de una impactante belleza a pesar de la feísima piscifactoría que se encuentra allí al lado. Aun con eso, de verdad que el paraje es maravilloso: no dudéis en acercaros.
Desde el cabo bajaremos a la coqueta villa de Camariñas, famosa por sus prendas de encaje, y donde con algo de suerte podremos ver a alguna 'palilleira' manejar los bolillos con una destreza digna de un gran ilusionista. Durante la Semana Santa se celebra en esta localidad la Muestra del 'Encaixe de Bolillos' de piezas que son vendidas por todo el mundo.
Desde Camariñas nos dirigiremos hacia Ponte do Porto, donde cruzaremos el río para dirigirnos ya hacia nuestra meta pasando por la aldea de Leis de Nemancos en la que podremos contemplar una gran cantidad de hórreos. Evitaremos (o no) la tentación de bañarnos en las cristalinas aguas de la Playa do Lago y llegaremos a Os Muíños para, tras subir un pequeño alto, arribar a la mítica localidad de Muxía y volver a disfrutar de un merecido descanso, que nos habremos ganado con creces.
Tercera etapa: Muxía-Fisterra (53 km)
Si no llegamos cansados, ya habremos podido visitar Muxia, aunque algunos preferirán hacerlo antes de emprender la tercera jornada. Para conocer bien esta localidad hay que impregnarse un poco de la historia y de las leyendas que aquí enraizaron con el paso del tiempo, si bien es cierto que las raíces de todas esas creencias parece que, a medida que avanza el tiempo, cada vez tienen menos fuerza y las gentes son menos crédulas. Esto supone la pérdida de gran parte de ese misticismo tan arraigado en Galicia, que atribuía poderes sobrenaturales a algunas rocas, del significado que tenía que te 'visitara' algún animal o de la magia que envolvía el zambullirte en una playa determinada y hacer ciertos rituales para poder quedar embarazada. A mí me da mucha pena que los Pokemon desplacen a la Santa Compaña o que las páginas de citas en Internet dejen fuera de lugar a las 'herbiñas de namorar'.
En Muxía es de visita obligada la Punta Xaviña, Zona Cero del desastre del Prestige y en la cual se encuentra el restaurado santuario de Nosa Señora da Barca, que fuera destruido en buena parte por un incendio en la madrugada del día de Navidad de 2013 tras caer un rayo sobre él. Frente a este Santuario al que golpea el mar en días de arbolada, tenemos varias de esas rocas a las que hacía alusión anteriormente como A Pedra dos Cadrís, a do Timón, a de Abalar, a dos Namorados… cada una de ellas con sus diferentes poderes y que, según reza la leyenda, son los restos de la barca en la que llegaría la Virgen María a insuflar ánimos a un afligido apóstol Santiago que no veía salir fruto de su evangelización por estas tierras.
Otra cosa muy característica de Muxía son los secaderos de congrio, aunque solo quedaba uno en funcionamiento hasta el mes de febrero de este año, provocando gran revuelo en la villa porque Sanidad ha paralizado su producción alegando a que es contraria a la legislación comunitaria. Resulta curioso el hecho de que nunca haya sufrido reclamación alguna de sus clientes, entre los cuales está el mítico Mesón de la Dolores de Calatayud y parte de la burguesía barcelonesa. Este tradicional arte ya aparece documentado en el siglo XV, aunque hay indicios de que posiblemente ya en el medievo fuera empleado. Aguardemos que por una vez reine el 'sentidiñoñ' y esta ancestral forma de conservar el congrio no caiga en desuso.
Después de haber descansado y disfrutado de todo lo que nos ofrece Muxía nos dirigiremos al punto más famoso de toda esta costa, y si me apuráis, incluso me atrevería a decir que de toda la costa gallega, al Finis Terrae, uniendo así las dos localidades más 'xacobeas' a este lado de Compostela.
Saldremos con nuestras bicis hacia el Cabo Touriñán pegaditos al mar, dejando a un lado el mítico campo de fútbol da Arliña y poco después el recién inaugurado Parador Nacional de Muxía, transitando por una carretera estrecha y con bastantes toboganes. Llegaremos a las pequeñísimas aldeas de Touriñán y Campos donde la imaginación nos hará desplazarnos hasta las 'highlands' escocesas y quizás oigamos gritar bien fuerte a William Wallace, saltando con su caballo esos pequeños muros de losetas de piedra que bordean las pequeñas fincas tan características del minifundismo galego. Poco después llegaremos al “auténtico fin de la Tierra” ya que un pequeño error de cálculo de los romanos, puso en Fisterra el punto más occidental de la península en lugar de hacerlo en Touriñán, que está más al oeste 1’36“. Vale, de acuerdo, tampoco es Touriñán el saliente más occidental de la península, sino el Cabo da Roca en Portugal.
Desde el cabo, volveremos hasta la aldea de Campos, y después tomaremos hacia la aldea de Nemiña circulando por un auténtico balcón sobre el mar. Ya en ella, podemos bajar hasta la playa y contemplar la imponente mole del Cabo da Nave, antesala del de Fisterra.
Luego nos alejaremos un poco de la costa, a la que volveremos a arrimarnos a la altura de Lires y pedalearemos a continuación junto a la magnífica y peligrosa Playa do Rostro. Una vez dejada atrás, ya poco nos queda hasta llegar a la villa de Fisterra y subir hasta el faro que corona este emblemático lugar. Antes de llegar al alto, al poco de salir del pueblo, pasaremos junto al bonito Santuario de Santa María das Areas, que guarda tallas interesantísimas, destacando el Santo Cristo de Fisterra, al que según dicen, le crecen el pelo y las uñas y que emite sudores de muerte. No llegaremos a tanto nosotros tras esta relajada etapa.
Cuarta etapa: Fisterra-Muros (61,3 km)
Pues vamos allá con nuestro último paseo por este paraíso costero, y vamos a hacerlo acercándonos a parajes de singular belleza, a hechizantes lugares que no nos dejarán indiferentes para llenar nuestro zurrón de experiencias cicloturistas con un buen montón de recuerdos que muchos años después seguirán ocupando su espacio dentro de nuestra memoria en la carpeta de viajes inolvidables.
Saldremos de la localidad de Fisterra hacia Cee, que viene a ser el centro neurálgico de esta parte de la provincia coruñesa y en la que dispondremos de una buena cantidad de servicios. Antes de llegar allí, habremos pasado por la coqueta villa de Corcubión.
No perderemos mucho tiempo en Cee y seguiremos por la C-550 bien pegados a la costa donde hasta Ézaro no habrá mucho en lo que merezca la pena detenerse. Si somos osados podemos afrontar las hormigonadas rampas que llegan a casi el 30% pasa subir hasta su mirador y, si no tenemos ganas, nos conformaremos con disfrutar de la conocida Fervenza (cascada) do Xallas, que según dicen es el único río que desemboca en el mar en cascada, pero sinceramente creo que esto no es del todo cierto. Lo que sí es cierto es que el sitio merece una visita.
Al otro lado de la minúscula ría del Ézaro se encuentra el Monte Pindo u Olimpo Celta. Pocos lugares en el mundo habrá que alberguen tantas leyendas como este majestuoso monte, que inexplicablemente sigue sin gozar de la protección adecuada como Paraje de Interés Turístico y Cultural. Esta mole alcanza los 627 m de altitud casi en vertical sobre el océano y, aunque sea casi todo granito, la mayoría de sus leyendas están relacionadas con el agua que lo erosionó dándole mil y una formas: A Cova da Casa da Xoana, La Reina Lupa, el Agua Bendita de sus cacerolas, los Druídas… todo es mágico en este monte sagrado.
Seguiremos pedaleando por esa pequeña franja que queda entre sus faldas y el océano hasta llegar a Carnota, donde nos detendremos un ratito a contemplar el magnífico hórreo de casi 35 m de largo y 22 pares de pies, datado en 1768, así como su majestuosa playa, la más larga de toda Galicia con más de 7 km de longitud. Después de Carnota llegaremos a Lira, que cuenta con un hórreo todavía más largo (36,5 m), pero con los mismos pares de pies. En todo el concello están registrados más de 900 hórreos.
Pasando Lira sentiremos ya el magnetismo del Monte Louro, auténtica atalaya frente al Atlántico que forma un accidente geográfico conocido por la palabra alemana 'Inselberg', que viene a significar 'monte-isla'. Inmediatamente antes de llegar a él, veremos la alucinante playa de Area Maior, y que al igual que la de Traba y muchas otras playas gallegas, cuenta con su laguna separada del océano por una pequeña duna. En esta ocasión, la laguna se llama Xerfas, y por supuesto, tiene su leyenda sobre una aldea hundida en ella y dicen que, cuando tiene poco agua, se oye tocar la campana de la iglesia y las voces de sus vecinos. Cerca queda un modesto faro hasta el que se puede acceder en bici sin problemas.
Desde aquí ya llegaremos poco después al final de nuestro tour por A Costa da Morte, y tendremos nuestro particular Champs-Élysées en la bonita localidad soportalada de Muros, donde ya habremos entrado en el abrigo de la primera de las Rías Baixas, protegiéndonos de la bravura del bello, pero también amenazante Atlántico. Nos hemos ganado con creces llegando hasta aquí el pasear y disfrutar bajo los soportales de una las villas marineras más bonitas que hay en Galicia y degustar cualquiera de los exquisitos productos del mar, que casi llegan hasta nuestro plato saltando desde el puerto, acompañados por la elegancia y frescura de los afamados vinos blancos gallegos. ¡Qué mejor final para una aventura inolvidable que gozando de la vida en A Costa da Morte!
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