En pocas ocasiones vamos a tener la oportunidad de pedalear casi en contacto continuo con el mar en un entorno tan agreste como este, de incomparable belleza: sin duda uno de los más espectaculares que podemos encontrar en nuestro país. Estamos en la zona nororiental de la isla de Mallorca, en una preciosa bahía que poco tiene que ver con la más concurrida de la isla, la bahía de Palma, mucho más masificada, bulliciosa y diríamos que hasta agobiante para los amantes del deporte del pedal. Y en cuanto a paisaje, también está a años luz.
Mallorca es uno de los lugares más turísticos del país y eso nos obligará a lidiar con uno de los problemas que más incordian al ciclista: el maldito tráfico. Parece que no somos capaces de ir a ningún sitio si no es con el mínimo esfuerzo, lo que convierte esta ruta en un agobio en temporada alta. Así que la recomendamos en primavera, en los meses de mayo y junio, en que el tráfico es bastante menor. Pero bueno, es el peaje, desgraciadamente bastante habitual, que tenemos que pagar. Encima deberemos aguantar la bronca de algún automovilista porque piensa que le molestamos, sin que sea capaz de darse cuenta de que quien realmente más molesta en estos parajes es él mismo, ya que las zonas más bellas de la ruta son carreteras que no llevan a ningún sitio habitado.
Hemos diseñado una ruta circular, ala que hemos añadido como varios brazos que se alejan del torso como queriendo abrazar aún más territorio. Luego, que cada cual elija su distancia y su recorrido, visitando menos calas y ascendiendo o no hasta la cima de la Talaia de Albercutx. Partiremos del Port d’Alcudia, aunque en bastantes tramos (los tres brazos comentados) tendremos que desandar el camino andado. Esto, que habitualmente es un contratiempo, en este caso es justamente lo contrario, ya que nos permite disfrutar doblemente del magnífico paisaje, dado que a la vuelta tendremos una perspectiva completamente distinta e igual de bella.
Finalmente, comentar que si no hemos llevado bici, no nos será nada complicado alquilar una, ya que estos negocios proliferan en toda Mallorca. En los puertos de Alcudia o Pollença hay varios. Eso sí, mejor negociar por adelantado, antes del viaje, ya que los precios suelen ser de la bici “pelada”, sin incluir pedales, zapatillas o casco y mucho menos ropa, que te pueden salir por un pico, incluso más que el alquiler de la bici en sí. Nosotros conseguimos las que necesitábamos en Berganti Bikes, a un paso del aeropuerto de Palma y con unos precios más que interesantes. Y otra cosa importante: poco antes del Faro de Formentor hay un túnel de 250 m, estrecho y sin iluminar por lo que conviene llevar luces, aunque sea algo provisional. Una pequeña linterna y una luz roja intermitente son más que suficientes; más para que nos vean que para ver nosotros.
La ruta
Aunque el perfil de la excursión ciclista no presenta grandes cotas, el desnivel acumulado supera los 1300 m debido a los continuos y cortos cambios de perfil en las zonas más agrestes. En cualquier caso, la ruta tiene escapatorias suficientes, tanto en distancia, como en saltarse las cotas de la Ermita de la Victoria y Sa Talaia d'Albercutx o la visita a la Cala de Sant Vicenç, de modo que sea accesible aún sin un mínimo de preparación para todo el mundo. Si solo realizamos la ruta recorriendo la Bahía de Pollença hasta el Cap de Formentor la distancia total se nos quedará en poco más de 70 km.
Marcamos el inicio -puede elegirse cualquier otro- en el Port d’Alcúdia, junto a la Cofradía de Pescadores. Con un largo paseo marítimo, un gran arenal y construcciones bajas sin grandes hoteles cercanos que alteren su belleza, esta localidad es una zona muy turística en los meses de verano y muy apreciada por sus tranquilas playas, pero bastante desértica en la temporada de invierno y tranquila el resto del año. Tomamos la Ma-3460 en dirección a Alcudia, una vía que no tiene demasiado tráfico. Un poco antes de entrar al núcleo urbano de Alcúdia podemos observar las ruinas de la ciudad romana de Pollentia (nombre del que deriva el actual Pollença) fundada por un cónsul romano en el año 123 a.C. y que al parecer fue la primera urbe de Mallorca. Floreció hasta el siglo III, siendo la ciudad romana más importante de las Baleares, dotada de agua corriente y alcantarillado, con varios pequeños templos, un foro y un teatro que tiene la peculiaridad de haber sido excavado en la roca, aprovechando el desnivel de ladera montañosa.
Al adentrarnos en la localidad nos damos de bruces con la iglesia de Sant Jaume y la muralla medieval. Tras la ocupación romana, tropas bárbaras destruyeron la villa de Pollentia y no sería hasta la ocupación musulmana en el año 902, cuando se volvió a hablar de zona habitada. Los árabes crearon una serie de alquerías que permanecieron hasta la conquista de Mallorca por el rey Jaume I. En 1298, Jaume II decide la construcción de la villa sobre la alquería Al Kudi, que significa “el cerro” en árabe, e inicia la construcción de las murallas, que no finalizaría hasta 1362. La edificación de la iglesia de Sant Jaume tuvo lugar en 1302, pero en el año 1870 resultó casi totalmente destruida por un derrumbe de la bóveda, así que la actual poco tiene que ver con la primitiva.
Abandonamos la ciudad para dirigirnos hacia Mal Pas y Bonaire, siempre hacia el norte, en busca del mar. Una pequeña cuesta nos deja en un altozano que nos depara una magnífica vista de la bahía (badia) de Pollença, con el cabo Formentor frente a nosotros. Tras otro pequeño tobogán, llegamos por una carretera con mucho encanto a una pequeña cala donde comienza la ascensión hacia La Victoria: un repecho de poco más de un kilómetro, pero bastante exigente por cuanto su pendiente media es prácticamente del 9%. Bien es verdad que tampoco tiene rampas duras, salvo un tramo antes de coronar que ronda el 12%. De todos modos, no es muy larga como para sufrir demasiado. Además, quien no quiera subir hasta el final, puede seguir de frente por la carretera de la costa a mitad de ascensión. Pero merece la pena llegar al alto donde encontramos la Ermita de la Victoria, construida en el siglo XIII. En el interior encontramos la estatua de madera del siglo XV que honra a la Virgen de la Victoria, la patrona de Alcudia. Y en la plantas superiores del monasterio un hotel con encanto.
Como hemos comentado, a mitad de descenso seguimos a la derecha por la estrecha carretera de la costa, hasta que 2 lm después, en la entrada de un túnel, una puerta nos cierre el paso porque es zona militar. Realmente no debe haber ninguna instalación, pero es propiedad del Ejército. No sabemos muy bien a cuento de qué, pero al menos ha servido para proteger este mágico rincón y permitirnos disfrutar de ese privilegiado tramo de carretera sin tráfico. No en vano estamos en el Área Natural de la Victoria, protegida por la Ley de Espacios Naturales. De vuelta a Alcúdia merece la pena seguir unos metros adelante para contemplar un buen tramo amurallado de la antigua fortaleza.
Una carretera, absolutamente llana, nos lleva de nuevo junto al mar, para recorrer de un extremo a otro la Playa de Can Cap de Bou, tranquilo arenal que se caracteriza por su gran longitud y extrema estrechez. Tal morfología es producto de la acción erosiva de las corrientes marinas más el azote del viento de componente norte y noreste, lo que hace que este tramo de litoral sea muy visitado por windsurfistas y surfistas. A su inicio podemos ver a la izquierda unos amplios humedales, Sa Albufereta, pero que no tienen ningún acceso al tráfico rodado, Por otra parte, agradecemos que el arcén derecho de esta carretera lo hayan convertido en carril bici, para mayor seguridad.
Port de Pollença es una localidad eminentemente turística, con una magnífica playa y su paseo marítimo, y la atravesaremos de un extremo a otro, lo más pegados al mar. Aquí se inicia la parte más espectacular de la jornada, una estrecha península de 20 km de largo, a la cual los mallorquines se refieren cariñosamente como “el punto de encuentro de los vientos”. Pero para recorrerla hasta su final habrá que superar la ascensión más seria del día, un 2ª categoría en toda regla: Sa Talaia d'Albercutx.
Esta ascensión consta de dos partes: la primera, sin apenas arbolado, al contrario de la otra vertiente, hasta un collado, el Coll de la Creueta, a la que sigue (es optativo, pero aconsejable) la ascensión final a Sa Talaia. No tendremos grandes rampas, pero sí una pendiente machacona y constante rondando el 7% que, si aprieta el calor, nos hará sufrir más de lo que en principio se pueda suponer. Esta torre o atalaya de finales del XVI o principios del XVII fue uno de los principales puntos de vigilancia frente a la continua amenaza corsaria. Las fabulosas vistas de que goza este lugar, desde el que se pueden ver el cabo Formentor, el islote del Colomer, la bahía de Pollença, la Sierra del Cavall Bernat y el resto de la Sierra de Tramuntana, le hicieron convertirse en uno de los puntos de vigilancia y defensa del litoral contra los barcos piratas que a menudo llegaban a estas costas y que sometían a todo tipo de saqueos a las poblaciones locales. Sa Talaia d’Albercutx, situada a 380 m sobre el nivel del mar, forma parte del sistema de torres fortificadas que se construyeron en la isla en aquella época ante el auge de las acciones de piratería que se vivió en el Mediterráneo. De todo ello solo queda hoy un antiguo complejo militar abandonado.
Tras bajar de Sa Talaia, en el Coll de la Creueta encontramos un primer mirador con unas bellas vistas, pero el espectáculo está en el Mirador de Es Colomer, al que se llega por un camino perfectamente pavimentado pero con escalones, por lo que no podremos ir a lomos de nuestras monturas. De modo que o alguien se queda cuidando las bicis, o las llevamos en la mano al menos unos cuantos metros, ya que dejarlas solas en el aparcamiento es un tanto arriesgado. Este mirador está en un cortado absolutamente vertical y espectacular sobre el mar. Simplemente impresionante.
Seguimos camino en descenso hacia la playa de Formentor, por un terreno bastante sinuoso y entre pinos y no demasiadas vistas, aunque donde las hay, son incomparables; ya tendremos tiempo de disfrutarlas en el camino de vuelta. En este tramo es mejor llevar los cinco sentidos en la carretera.
La Playa de Formentor es una de las playas míticas de Mallorca y está muy poco urbanizada, lo que es de agradecer. Los pinos llegan hasta la misma arena y la sensación de paz que transmite la zona no tiene parangón. Los vehículos a motor tienen prohibida la entrada, pero se supone que en bicicleta se podrá echar un vistazo, si nos apetece.
Desde la playa se inicia un suave ascenso entre pinos, por una carretera bastante rectilínea hasta llegar a la zona conocida como Casas de la Cala Murta, donde comienza el espectáculo final hasta llegar al faro. Unos metros por el borde del acantilado nos conducen hasta el túnel sin iluminar ya citado. Desde la salida del túnel hasta el Faro ubicado en la punta del Cap de Formentor, un regalo para los sentidos. No se puede describir: hay que verlo. Eso sí, no es un terreno demasiado cómodo. Es un continuo sube y baja, aunque con el panorama que se nos ofrece, pasa casi inadvertido. Dicho faro se inauguró en 1863 y su construcción se demoró seis años, ya que por aquel entonces no existía la carretera y el camino de acceso era bastante complicado y abrupto. La carretera se finalizó en 1951. Como curiosidad, el combustible que al principio usaba este faro para iluminar era nada menos que aceite de oliva.
El Cap de Formentor, alejado de los núcleos más turísticos de Mallorca, ha servido de inspiración a numerosos artistas que han encontrado inspiración para sus poemas y pinturas. Miquel Costa i Llobera, uno de los grandes poetas en lengua catalana de todos los tiempos, fue tal vez el que mejor supo plasmar la belleza del cabo en su emblemático poema “El Pi de Formentor”: “Lluitar constant i vèncer, reinar sobre l’altura i alimentar-se i viure de cel i de llum pura… ¡Oh, vida! ¡Oh, noble sort!”.
Y tras visitar el faro, vuelta atrás de nuevo, con nuevas vistas que no nos defraudarán. Antes de llegar a Port de Pollença, tendremos que superar la otra vertiente del Coll de la Creueta bastante parecida a la que ya hemos ascendido antes, pero algo más irregular en lo que al perfil se refiere. Y eso sí, con muchas más sombras. Esta vez rodeamos la población y seguimos 6 km en dirección a Palma hasta encontrar un desvío a la derecha hacia la Cala de Sant Vicenç. Este pequeño enclave, aunque a muchos les pueda sorprender, no es una playa sino el nombre de una pequeña población que engloba varias calas muy próximas entre sí. Curiosamente ninguna de ellas lleva el nombre del santo. Antiguamente era un pequeño pueblo de pescadores y en la actualidad se compone de varios hoteles más modestos, buenos restaurantes y casas vacacionales. Y a un paso el conjunto de cuevas prehistóricas de l'Alzineret.
Tras visitar este bonito lugar, volvemos atrás y medio kilómetro antes de llegar a la Ma-2200, tomamos una estrecha carretera rural, mucho más agradable, con una pobre señalización hacia Pollença. Si bien, esta localidad no es demasiado cómoda para recorrer en bicicleta, sí tiene muchas historias que contar. El municipio abraza mar azul y hermosas montañas con pinos verdes y la pictoricidad de sus paisajes, la cultura y la tradición de su gente harán volar nuestra imaginación. Pollença cuenta con un centro neurálgico, la Plaza Mayor, donde se concentra la actividad social. No hay que olvidar la visita del casco antiguo, donde encontramos el Convento de Santo Domingo, la Plaça Vella y la casa de Can Llobera o, si llegamos en domingo, el precioso y animado mercado.
Tras la visita, circularemos con precaución, porque pedalearemos por una carretera estrecha, sin arcenes y sin apenas escapatorias, ya que en su mayor parte está bordeada hasta el mismo asfalto por las típicas paredes de piedra mallorquinas, muy bonitas, pero muy peligrosas para los ciclistas. Pero sin contratiempo alguno llegaremos a nuestro punto de partida en el Port d’Alcúdia, tras disfrutar de una jornada maravillosa en los alrededores de la Bahía de Pollença, delimitada por el impresionante Cap de Formentor, que nos ha mostrado sus largas playas de arena y unas vistas siempre espléndidas. Ya hemos disfrutado del placer de pedalear: es el momento de gozar del ambiente y de la peculiar gastronomía mallorquina.
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