Riópar y el Mundo, en bicicleta: con buen sabor de boca
En el sureste de la provincia de Albacete, próximo a las tierras andaluzas de Jaén, nos encontramos con un rincón precioso de la geografía castellanomanchega: el nacimiento del río Mundo, enclavado en el Parque Natural de los Calares del Mundo y la Sima. Un reclamo turístico que unido a la oferta gastronómica y cultural que nos ofrece la zona hacen que cada vez sean más numerosas las personas que se animan a perderse entre sus sierras, bosques y pueblos. Un territorio poco conocido para el cicloturista, pero en el que seguro termina con un buen sabor de boca.
Esta zona fue declarada parque natural en 2005. El río Mundo es el principal afluente del Segura y corre paralelo a él hasta que confluyen en las cercanías de Calasparra. Curiosa la toponimia de este río que parece que no procede de lo que todos conocemos como “mundo”, sino que al parecer es el antónimo del adjetivo “inmundo”, lo que significaría limpio, claro... Sea como sea, es todo un espectáculo su lugar de nacimiento en el Paraje de los Chorros que es como se conoce a este rincón. El agua mana de una enorme cueva en la mitad de un farallón calizo de unos 250 m de alto, originando una impresionante cascada.
La cueva de donde nace, aún sin explorar del todo, tiene más de 50 kilómetros de galerías y al menos 80 cavidades. El caudal varía mucho y parece que, de una forma caprichosa, no coincidiendo exactamente con la época de grandes precipitaciones, sino con cierta posterioridad a las mismas. Además, el caudal aumenta de golpe, sin previo aviso, fenómeno que los lugareños conocen como “El Reventón”. Este efecto probablemente se deba a grandes lagos internos que desaguan en forma de sifón y que lo hacen de repente una vez que el nivel de las aguas supera el punto más alto de dicho sifón. El desagüe continúa hasta que se vacía por completo el lago, momento en el que cesa al entrar aire en el sifón y no se repite hasta que se vuelve a llenar.
De todos modos, aunque este es el punto de máximo interés, la zona aglutina paisaje e historia como para llenar cualquier expectativa. Es esta una comarca con pocos núcleos poblacionales y con algunas carreteras que se podrían mejorar. Pero como no hay mal que por bien no venga, tenemos un reducidísimo tráfico y una enorme tranquilidad para rodar y disfrutar de lo que nos rodea en un recorrido de casi 70 kilómetros con cierta dificultad, pero que cada uno podrá suavizar a su antojo cambiando el lugar de partida y haciendo las dos visitas más interesantes, ambas en subida, en coche.
Riópar y las Reales Fábricas de Bronce
Para nuestra ruta de hoy partiremos de Riópar, la población más turística de la zona, con una población en torno a los 1500 habitantes. Sus orígenes hay que situarlos unos dos kilómetros al oeste del Riópar actual, donde, encaramado en lo alto de un cerro, se encuentra el viejo Riópar, del que toma nombre la moderna localidad. Como todos los pueblos de la zona alcanzó en torno a 1940 su mayor auge demográfico, con más de 3000 habitantes y fue perdiendo de forma sensible hasta la década de los 90, con menos de 1300. A partir de ahí, hay un punto de inflexión y su población ha aumentado de nuevo ligeramente debido al turismo, con una oferta muy amplia.
Los orígenes de Riópar Viejo se pierden en el tiempo, habiendo constancia de presencia humana desde la Edad del Bronce, pasando posteriormente por iberos y romanos. A mediados del siglo XV se integra en el Señorío de las Cinco Villas hasta que este se disuelve a principios del siglo XIX. El cerro en el que se encuentra está dominado por los restos de un castillo del siglo XIII, y a sus pies la iglesia del Espíritu Santo del siglo XV y el pueblo viejo. El templo es de planta rectangular y techumbre de madera, destacando exteriormente la torre anexa a la iglesia que alberga en su interior la capilla bautismal.
La historia de Riópar Viejo comenzó a cambiar en el año 1772 cuando el ingeniero austriaco Hans Georg Graubner, con la autorización del rey Carlos III, levanta una factoría dedicada a la producción de latón y bronce. Es la primera factoría de estas características levantada en España. Para su ubicación se eligió una zona con un curso de agua abundante y recursos suficientes para el funcionamiento de la factoría, como la madera y la explotación de una mina cercana de calamina. Esta factoría tomó el nombre de Reales Fábricas de San Juan de Alcaraz a finales del siglo XVIII, siendo una fábrica de carácter estatal, surtiéndose de mano de obra procedente de Riópar Viejo. Debido a la distancia existente entre la población y la ubicación de las fábricas, empezaron a asentarse algunos vecinos en torno a la factoría y poco a poco se fue despoblando el viejo Riópar y asentándose sus vecinos en la actual ubicación, ya que les era mucho más cómoda por su cercanía. Así nació el nuevo Riópar.
Dicho poblado comenzó a llamarse Fábricas de San Juan de Alcaraz, para pasar posteriormente a Fábricas de Riópar y finalmente Riópar, que es el nombre actual, pasando a denominarse Riópar Viejo al núcleo primitivo encaramado en el cerro. Este núcleo viejo quedó definitivamente despoblado cuando hace unos años murió su último habitante. Con el inicio del nuevo milenio se empezaron a rehabilitar edificios y actualmente es un enclave de turismo rural, con un buen número de casas rurales disponibles para el disfrute del turista. Asimismo, podemos contemplar una exposición permanente llamada “Las Edades de Riópar”, donde se hace un recorrido desde la prehistoria hasta la actualidad en estos parajes.
Volvamos al nuevo Riópar. A finales del siglo XVIII, se alcanza el centenar de empleados y en 1846 se constituye una nueva sociedad llamada Compañía Metalúrgica de San Juan de Alcaraz, llegando sus acciones a cotizar en bolsa. A finales del siglo XIX eran alrededor de 300 los trabajadores de la compañía, con gran reconocimiento a nivel internacional por la calidad y variedad de su producción. Pero poco después las explotaciones de calamina de Riópar empiezan a perder rentabilidad y comienza el declive de la fábrica, que acaba cerrando y reabriendo en varias ocasiones, con la ayuda de empresas privadas, hasta que termina por cerrar definitivamente en 1996.
En el año 2000, se crea una escuela-taller para la restauración y rehabilitación de la fábrica que hoy podemos contemplar como museo. En él se pueden observar todo tipo de maquinaria de distintas épocas, utillaje y productos acabados. La tradición del bronce y el latón en Riópar no se ha perdido y hoy en día hay varias empresas dedicadas a su artesanía como sustento económico.
Con todo, Riópar en la actualidad obtiene gran parte de sus ingresos del turismo rural, por el que ha apostado fuerte. El reclamo del río Mundo y su entorno han servido de atracción y hoy en día encontramos una amplia oferta turística, pasando por gran diversidad de rutas, gastronomía y una buena cantidad de viviendas de turismo rural para poder pasar unos relajantes días. También existen cerca de Riópar cotos muy apreciados con especies de caza mayor y en otoño son muchos los aficionados a la micología que buscan en sus bosques diversas especies entre las que se encuentra la preciada trufa. Pero vamos a lo nuestro, amigos, que no hemos venido hasta aquí solo para conocer las maravillas de estas tierras, sino para recorrerlas a lomos de nuestro corcel metálico.
La ruta
Decimos “hasta luego” al viejo Riópar, donde os recomendamos alojaros por su especial encanto. Corto descenso y una breve parada a tomar agua en la Fuente de los Dolores, en el enlace con la CM-412 y, tras atravesar el nuevo Riópar, continuaremos en largas rectas que nos llevan hacia Elche de la Sierra; pero no llegaremos tan lejos en esta primera incursión en tierras de Albacete. Estamos transitando en sentido contrario al habitual por la ruta del Argar, una ruta jacobea muy poco conocida, que atraviesa las comunidades autónomas de Murcia y Castilla-La Mancha y desde Lorca enlaza en Mora (Toledo) con el itinerario del Camino del Levante, para más tarde incorporarse al Camino Francés hasta llegar a Santiago de Compostela. Su nombre proviene de la Cultura del Argar, manifestada en los pueblos que se asentaron en el sudeste de la península ibérica durante la Edad de Bronce. Quizás algún día el apóstol nos llame a visitarle desde estos parajes tan lejanos.
A un par de kilómetros del inicio, la Venta de El Laminador es una referencia clara para ida y vuelta, pues bien, cerca cerraremos el círculo que vamos a trazar en nuestra aventura. Cuando llevamos once kilómetros de pedaleo, atravesaremos un puente sobre el río que aquí nos ha traído, transitando en medio de un entorno rodeado de vegetación, pero con pocas sombras, y que nos conduce de oeste a este por el valle del Mundo. Kilómetro y medio después dejaremos a nuestra izquierda el pueblo de Mesones y el Camping Río Mundo, otro buen sitio para un alojamiento diferente. El nombre del pequeño núcleo, el primero que se encontraba hace siglos el río Mundo en su trayecto, tiene un origen similar a este: Mîshûnish. Ahmad Ibn 'Alí Mahallí Ibn Zanbal, en su geografía titulada 'Tuhfat al-mulûk' indica sobre el río Mundo que “esta agua discurre seguidamente hacia el este y pasa por la alquería de Mesones; este lugar fue la primera plaza fronteriza de los musulmanes”; una descripción que se enmarca en las incursiones cristianas en el Reino de Murcia.
Junto a la carretera, la Fuente de la Plata nos servirá para refrescarnos con su agua tan fresquita y rellenar el botellín… que el camino es largo y aquí suele apretar 'la caló'. En relajada subida llegaremos a coronar el primer obstáculo que merece tal nombre en nuestro periplo: el puerto del Peralejo, que coronamos a algo más de los 1100 m de altitud que indica el cartel, en el cruce hacia El Pardal. Cuenta la leyenda que por aquí aparecen las luces de los difuntos, como leemos en “La guía del terror” de Lorenzo Fernández Bueno, siendo entre el 28 de octubre y el 2 de noviembre cuando suele divisarse este extraño fenómeno. Algo así como un Halloween a la manchega.
Llegamos, dejándonos caer cuesta abajo por un trazado rectilíneo, hasta el desvío al Aeródromo de Las Cañadillas, en el que se ubica el Centro Comarcal de Emergencias de la Sierra del Segura. Y a tres kilómetros, a la salida de Fuente Higuera, abandonaremos la ruta que hasta aquí nos ha traído para buscar a la izquierda la AB-5015 por una pista forestal. Son apenas 2 kilómetros los que, por una estrecha carretera bien asfaltada, nos sirven de enlace entre ambas vías. Y en el kilómetro 24 de nuestra ruta invertimos el sentido de nuestra marcha para regresar al punto de origen, descubriendo un entorno diferente en el mismo valle del río Mundo.
Van a ser ahora cuatro los kilómetros en descenso en busca del cauce de nuestro curso de agua, por una carretera más estrecha y entre sombras que traza varias herraduras. Así llegaremos a Los Alejos, cuyo nombre deriva de la familia de un tal Alejo, que vivía por ese lugar y empleaba el agua del Mundo para regar sus huertas y como fuerza motriz para sus molinos y batanes. Un puente colgante de madera pone en comunicación sus dos núcleos: el citado y el de La Solana. Nosotros los vemos y seguimos ruta, diciendo como ellos: “Alejo, Alejo, mal estás y peor te dejo”.
Continuando siempre en paralelo al curso fluvial nos acercamos a dos nuevas pedanías: La Alfera y Las Ánimas que, junto con Los Alejos (localidades las tres y varias de las anteriores pertenecientes todas ellas al municipio de Molinicos), aparecían dentro del proyecto de la línea de ferrocarril entre Utiel y Baeza que fue planificada en el último tercio del siglo XIX, aunque nunca llegó a materializarse. Ambas presentan sus casas escalonadas en la ladera de la Sierra del Agua para contemplar todo el verde valle que las rodea, regado por el río Mundo, en donde se respira la sencillez de la vida rural. Poco antes hemos dejado atrás un cruce a Vegallera, una localidad con castillo y una convulsa historia que, si os veis con fuerzas, podéis visitar: merece la pena, pero nos alargaría y endurecería demasiado la ruta. Si lo hacéis, podréis retomar nuestra carretera volviendo a ella por Cañada del Provencio.
Hasta ese cruce iremos remontando un solitario y umbrío pinar, siempre con el valle del Mundo a nuestra izquierda, hasta que el bosque se abre para dar cabida a dicha localidad. La Cañada del Provencio, como su propio nombre indica, tiene sus orígenes en la ganadería, pues las cañadas eran empleadas como refugios y huertas de la que se alimentaban los pastores que venían en busca de hierba fresca para sus ganados, y es conocido que la población conquense de El Provencio era un gran cliente de los pastos de Alcaraz, por lo que es probable que este sea el origen de los primeros habitantes de una población que llegó a contar con 374 moradores en el siglo XIX.
Tomamos la carretera que indica hacia las Fábricas de Riópar, y continuamos en ascenso hasta coronar un alto en la ladera del Cerro del Helechar a 1216 m. Seguro que nos sentiremos totalmente dejados de la mano de Dios en el centro de la sierra. Y pondremos cuidado en el descenso, porque la carretera es estrecha y hay alguna curva de herradura complicada antes de llegar a Lugar Nuevo, un pequeño conjunto de casas desperdigadas entre las que se halla el Centro de Educación Ambiental “La Dehesa”, que ofrece al turista una serie de servicios muy interesantes entre los que se incluye un “Itinerario de la Naturaleza”.
Y en un momento habremos regresado a El Laminador y retomado la CM-412 de vuelta a Riópar. Pero, si aún nos quedan fuerzas, hemos dejado el plato fuerte de la jornada para el final. Justo a la entrada de la localidad, frente a una estación de servicio y un par de restaurantes, está el cruce perfectamente señalizado hacia el nacimiento del río Mundo, ubicado en medio de uno de los Parques Naturales más grandes de toda la Península ibérica. El otoño es un buen momento para visitarlo, ya que con las precipitaciones se produce el popular “Reventón”, cuando revientan los chorros del río Mundo con su característico estruendo y la cascada presenta más caudal. Este fenómeno suele producirse después de la época de lluvia.
Tras reponer fuerzas en el citado cruce, la visita al Nacedero del Río Mundo o Paraje de los Chorros resulta obligada. Debemos tener en cuenta que, para llegar hasta allí, hay que vencer un desnivel de casi 200 m para coronar en el entorno de El Agetar a 1116 m de altitud. Luego, nos dejaremos caer hasta el parking existente al final de la carretera en el lugar conocido como Los Chorros del Río Mundo, y caminar como un kilómetro, que además se empina en la parte final, para acceder al mirador bajo la cascada y la cueva. Si se sube en coche, conviene saber que es una entrada regulada ya que el parking solo tiene capacidad para unos cien vehículos y puede haber problemas en fechas vacacionales. Si subimos pedaleando, habrá que llevar calzado de paseo adecuado y alguien se tendrá que quedar guardando las bicicletas.
Tras gozar de un espectáculo sin igual, ha llegado el momento de regresar al punto de inicio, ya sea en el Viejo o en el Nuevo Riópar, para degustar parte de esa gastronomía albaceteña de siempre en la que encontramos embutidos a la orza como sus chorizos, sus lomos y sus morcillas. Tampoco es raro que en los meses de menos calor nos sirvan migas en la mesa y productos de la huerta como las habas y los espárragos. Además, en Riópar se puede disfrutar en su asador de un buen cabrito asado porque, ya puestos, a algunos nos gusta sentarnos en la mesa más tranquilamente. La oferta gastronómica de la zona cuenta también con nombres tan propios como el caldo moreno, rinrán, güeña, o si vamos a los dulces, fritillas, nuégados o suspiros. Preguntad por ellos, que los buenos yantares son la parte más apreciada para muchos de la cultura de una región. Y lo dicho: ¿a que hemos acabado con un buen sabor de boca?
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