Anjel Lekuona, el primer vasco fusilado en un campo de concentración nazi homenajeado con una Stolperstein

“No sé cuántas veces František Suchý se jugó su vida y la de su familia”, confiesa Anton Gandarias. Se refiere al administrador del crematorio civil de Strašnice, en Praga, que cada vez que los nazis le llevaban cuerpos de prisioneros del campo de concentración de Hradischko y le ordenaban que los incinerase, se atrevía a apuntar en un listado los nombres y apellidos de las víctimas a las que en lugar de incinerar todas juntas -como los miembros de las SS esperaban que hiciera- lo hacía por separado y depositaba sus cenizas en urnas individuales que escondía después por el cementerio. Cada urna contaba con un número que también incluía en el listado en el que iba escribiendo todos los días los nombres y apellidos de las personas que incineraba. También le pidió a su hijo que hiciera lo mismo, para así, tener una copia del listado por si le descubrían y acababan con su vida. “Llegó a rellenar tres libros grandes con los nombres de aquellas víctimas, más de 2.000, la mayoría checos, pero también franceses y españoles. Los pudimos ver cuando visitamos el cementerio de Praga”, recuerda Gandarias, pues una de aquellas víctimas de los crímenes nazis de las que gracias a la hazaña de Suchý se conoce hoy su paradero fue su propio tío, Anjel Lekuona, a quien este sábado se le homenajeará con la primera Stolperstein de Euskadi en su Busturia natal.

Las cenizas de Anjel Lekuona, quien fue deportado desde Francia, dónde se exilió tras luchar como gudari en la Guerra Civil, reposan hoy en día en el memorial dedicado a las víctimas de aquella masacre en el cementerio de Praga. Junto a las suyas, también están las de otros cinco prisioneros españoles del campo de concentración del Tercer Reich: Enric Moner, Pedro Raga, Antonio Medina, Rafael Moya y Vicente Vila Cuenca. Llevan ahí desde el año 1945, pero no fue hasta hace poco cuando sus familias lo han sabido con certeza. “Mi madre, que no habló libremente de mi tío hasta que murió Franco, guardaba en su mesilla de noche la carta de uno de sus compañeros de cautiverio, Gregorio Uranga. En la carta le contaba qué había sido de mi tío, cómo fueron detenidos por los alemanes y los crímenes que se cometieron, pero sobre todo, contaba que mi tío había sido incinerado y sus cenizas estaban en Praga”, explica a este periódico.

Esa fue la clave para que, después de 20 años de búsqueda, Gandarias, junto con Unai Eguia y Antonio Medina, también familiares de víctimas del nazismo tratando de saber qué ocurrió en aquella época, dieran, tras una larga travesía y con la ayuda del Gobierno de la República Checa, con el cementerio de Strašnice, donde efectivamente, encontraron las cenizas de Anjel Lekuona, con el número de urna 62559, Enric Moner con el número 62557, Pedro Raga, con 62558, Antonio Medina, con el número 62560, Rafael Moya, 62563, y Vicente Vila Cuenca con el número de urna 62752. “Lo primero que pensé fue en traerme las cenizas de mi tío a Busturia, pero luego visitamos aquello y vimos el memorial que tenían junto a miles de víctimas del holocausto y decidimos que lo mejor era que estuvieran allí, los seis juntos”, confiesa Gandarias.

Lo que sí que hicieron fue localizar a los familiares de los seis españoles asesinados en el campo de concentración de Hradischko, para que supieran lo que habían descubierto. “Enric Moner era de Figueras (Girona) ya teníamos localizada a la familia, Pedro Raga era de Tarragona y me costó lo mío encontrar a la familia, pero lo hice, ya tenía localizado al nieto de Antonio Medina, de Motril (Granada), la familia de Rafael Moya la encontramos en Mallorca y nos falta localizar aún a la familia de Vicente Vila Cuenca, que era de un pueblito de Valencia, de Alberic. He llamado al Ayuntamiento, pero parece que no hay manera de localizarlos. Esa es la espinita que aún tenemos clavada”, lamenta.

Por el momento, de los seis prisioneros cuentan con su placa Stolpersteine en sus localidades natales Rafael Moya y Enric Moner. Este sábado ha tenido lugar el homenaje en el que han colocado la suya a Anjel Lekuona, la primera  placa Stolpersteine de Euskadi. “Stolpersteine significa piedra de tropiezo. Es como si te hiciera tropezarte y hacer una reverencia a esa persona. Es algo muy emocionante para mí porque después de tanto tiempo cierro el círculo de Anjel Lekuona, pero todavía nos falta hacerles el reconocimiento a los otros tres y voy a dar todo para conseguirlo. Además, no podemos olvidar que hubo cerca de 250 personas de Euskal Herria en campos de concentración. Todas ellas merecen una Stolpersteine en su pueblo. Hemos empezado por uno, pero faltan muchos más, aún queda mucho trabajo por hacer en cuanto a memoria histórica”, sostiene.

Tras el acto, en el que además del homenaje a Anjel Lekuona, también se ha recordado a las otras cinco víctimas cuyos familiares han estado presentes, se ha colocado la placa en la que desde hoy se puede leer 'Aquí vivió Anjel Lekuona Beitia, nacido en 1913, detenido en Francia el 10 de julio de 1943; deportado en 1944 a Buchenwald, Flosserbürg. Asesinado el 9 de abril de 1945 en Hradischko'“. ”No hemos podido traer a mi tío a Busturia, pero sí que he traído un poco de tierra del cementerio de Praga para colocarla junto a la placa y, al lado de sus cenizas allí, llevamos tierra de los sitios donde nacieron los seis, y sobre esa tierra, plantamos un roble. Es mi manera de cerrar ese circulo. He llevado tierra de Busturia a donde él está y traigo tierra de allí a Busturia, con lo cual me gusta pensar que ocurre una especie de cataclismo, un cierre de la historia de su vida“, concluye.

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