Blogs Opinión y blogs

Sobre este blog

Por España y los españoles

Cuenta el actor Matthew McConaughey que todas las comedias románticas son iguales. Todos sabemos cómo van a terminar. El único interés del espectador reside en si lo que pasa en medio tendrá sustancia y nos entretendrá. A Albert Rivera le pasa lo mismo. Todo el mundo preveía que terminaría pidiendo audiencia para facilitar un Gobierno de Rajoy. Ahora nos está tocando ver lo del medio. El argumento de esta película protagonizada por Rivera es más o menos así: “No, no, no, no, no, no… bueno, abstención… bueno, venga… sí”.

La curiosa táctica de Albert Rivera para propiciar el aterrizaje es pactar la lucha contra la corrupción con el partido más corrupto de España. Rivera, por ejemplo, no quiere políticos imputados en activo pero sobre los partidos imputados por destruir discos duros con pruebas sobre corrupción, ya tal. La mayoría de las propuestas son asumibles por el PP, o tan genéricas que se pueden matizar, o no están en su mano y el Congreso proveerá. Seguro que se le puede echar la culpa a otro si no salen adelante.

Así que Rajoy está tranquilo, choteándose de los periodistas, y a la fecha de investidura que le pide Rivera, Rajoy responde que se va de puente a Pontevedra y que a la vuelta va a consultar a un comité del partido para que le diga lo que él quiere escuchar. Rivera puede ponerse corbata y jugar al Estadistanova pero Rajoy marca los plazos, Rajoy lleva el ritmo. Y el ritmo de Rajoy siempre hace que sus contrincantes parezcan más desesperados hoy que hace dos semanas.

Rivera teme unas terceras elecciones y ni siquiera se ha atrevido a pedir la cabeza de Rajoy para apoyar un Gobierno del PP (y aunque sea ponerle un poco de suspense durante dos o tres semanas a este teatro de sometimiento naranja y victoria popular). Pero esto no es más que una jugada de ajedrez para intentar tumbar la siguiente pieza: Pedro Sánchez. Al PSOE le va a tocar la misma medicina de presión mediática que administró a Podemos en la anterior legislatura.

Sabido es que el gatopardismo pretende que todo cambie para que todo siga igual, que aboga por que se produzca un espejismo que redima a las almas inquietas y sublime el rencor de los más peligrosos para que al final sigan mandando los de siempre y haciendo lo de siempre. En estos días de política española agosteña el gatopardismo se está afinando tanto que la fórmula se ha desprendido incluso de cualquier truco de prestidigitación con el que embaucar al público y se decanta por un “si todo va a seguir igual, para qué cambiar todo, con un par de brochazos, suficiente”.

Durante un tiempo se especuló con un proceso constituyente en España para romper amarras con el lastre de haber pactado la democracia con una dictadura. Después se habló de que la cosa se quedaría en una regeneración propiciada por un cambio de élites. Pero cada elección que se celebra, cada mes que pasa, cada jornada inédita que nos ha tocado vivir está reforzando a un sistema político (económico, judicial, mediático…) podrido que es capaz de alimentarse de sus propias heces para sobrevivir.

Decía Albert Rivera tras su encuentro con Rajoy que “por España y los españoles” está dispuesto a sentarse en la mesa con aquellos que no se merecen gobernar, pero la historia nos ha enseñado que cuando alguien dice “por España y los españoles”, lo peor está todavía por llegar.

Cuenta el actor Matthew McConaughey que todas las comedias románticas son iguales. Todos sabemos cómo van a terminar. El único interés del espectador reside en si lo que pasa en medio tendrá sustancia y nos entretendrá. A Albert Rivera le pasa lo mismo. Todo el mundo preveía que terminaría pidiendo audiencia para facilitar un Gobierno de Rajoy. Ahora nos está tocando ver lo del medio. El argumento de esta película protagonizada por Rivera es más o menos así: “No, no, no, no, no, no… bueno, abstención… bueno, venga… sí”.

La curiosa táctica de Albert Rivera para propiciar el aterrizaje es pactar la lucha contra la corrupción con el partido más corrupto de España. Rivera, por ejemplo, no quiere políticos imputados en activo pero sobre los partidos imputados por destruir discos duros con pruebas sobre corrupción, ya tal. La mayoría de las propuestas son asumibles por el PP, o tan genéricas que se pueden matizar, o no están en su mano y el Congreso proveerá. Seguro que se le puede echar la culpa a otro si no salen adelante.