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Sobre este blog

Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.

Historia de una versión policial que se desmorona pero que puede llevarte a la cárcel

Pablo Alberdi y Jorge Merino, abrazados a la salida de la vista de conformidad celebrada en mayo de 2017

Iker Armentia

Esta es la historia de un globo de pintura que se convirtió en una pancarta y de un joven que huía de la policía sin echar a correr. Es también la historia de unas grabaciones destruidas por la policía y de otro joven que fue acusado de inducción a un delito de atentado a la policía cuando estaba trabajando en un pueblo a 52 kilómetros. Es la historia de más grabaciones eliminadas. Esta es la historia de un policía al que tiraron un piedra. Este es el guión perfecto para un documental de Netflix pero se ha quedado en una anécdota local que casi nadie conoce en España. Es, en definitiva, la historia de una versión policial que se desmorona pero que puede llevar a Pablo Alberdi a la cárcel. 

Esta historia ocurrió hace 7 años. El 14 de noviembre de 2012. En Logroño. 

Aquel día había amanecido con el llamamiento de los sindicatos a la huelga general contra los recortes durante la crisis. En Logroño, como en el resto de capitales españolas, una multitudinaria manifestación recorrió las calles del centro. La protesta derivó en graves incidentes entre la policía y grupos de manifestantes: hubo cargas policiales y lanzamientos de objetos a la policía. Un policía recibió el impacto de una piedra en la pierna. Necesitó tres días para recuperarse. Pablo Alberdi, miembro de la CNT, fue acusado de haber lanzado esa piedra y, después de rechazar un acuerdo con la fiscalía, afrontó un juicio en el que el pasado mes de septiembre fue condenado a cuatro años y nueve meses de prisión por atentado contra la autoridad y desórdenes públicos. Ahora espera la respuesta al recurso que pueda salvarle de pisar la cárcel. 

El globo convertido en pancarta

La versión policial señaló que en plena tensión entre antidisturbios y manifestantes, Pablo Alberdi lanzó un globo de pintura rosa que impactó en el pecho del responsable del dispositivo policial, el inspector jefe Fernando Fernández Beneite. Se produjo una carga policial y tres agentes se dirigieron hacia Alberdi para atraparlo. Pablo huyó “a la carrera” y tras una persecución fue arrestado. Fue en el momento de la detención cuando uno de los policías le identificó como el joven que unos minutos antes también había tirado la piedra que golpeó en la rodilla a un policía. “Este es el de la piedra”, dijo. 

Esto fue lo que hasta cuatro policías diferentes firmaron en el atestado y que durante años refrendó la fiscalía en su acusación contra Pablo Alberdi. 

Lo que había ocurrido, sin embargo, era muy diferente. 

Alberdi nunca echó a correr, se mantuvo con las manos en alto. De hecho, no tiró un globo con pintura a la policía tal y como afirman varios policías en el atestado. A Beneite no le impactó ningún globo en el pecho. Era pintura que le había salpicado en la espalda del globo que cayó en el escudo de otro policía. No fueron tres policías a por él, sólo uno. El propio Beneite. Todo esto se supo mucho después, cuando la defensa de Alberdi consiguió un vídeo grabado por un manifestante que echaba por la borda la versión policial

Repentinamente, en el juicio, el globo que Alberdi había tirado -antes de la carga policial- desapareció pero se convirtió en una pancarta que “estampó” a Beneite cuando la carga policial ya se estaba produciendo. Repentinamente, los policías dijeron que ellos no habían visto a Alberdi tirar un globo y Beneite sacó a colación que el globo lanzado por Alberdi desde lejos era en realidad una pancarta que le había estampado de cerca un rato después. La acusación se amoldó a esta nueva versión policial y la jueza, en su sentencia condenatoria, añadió algo más de épica y escribió que Alberdi “golpeó violentamente con la pancarta contra su cuerpo”. Una afirmación que no se sostiene en las imágenes del vídeo sobre ese incidente. 

Así que tenemos a unos policías que firman un atestado en el que acusan a Alberdi de tirar el globo de pintura, pero luego dicen en el juicio que no lo vieron, y la acusación se agarra a la explicación de la pancarta que ocurre después. Sorprendentemente lo que, por pura lógica, debería poner en cuarentena la versión policial sobre todo lo ocurrido aquella noche, para la jueza no son más que “precisiones” y “aclaraciones”. Un cambio de versión policial tan significativo para los derechos del acusado es tan sólo una matización sin importancia para la justicia. 

Entretanto, a Alberdi le acusan de haber tirado la piedra a la policía antes de este incidente. La única prueba contra él es el testimonio de un policía que dice verle lanzar la piedra (y digamos que los testimonios de estos policías no son muy fiables si nos atenemos al globo-pancarta y la no-huída). En realidad, el policía ve a un joven encapuchado lanzar la piedra. Cuando detienen a Alberdi más tarde por el incidente del no-globo no lleva ninguna capucha. Va a cara descubierta. El policía ni siquiera puede identificarlo por el rostro. En el juicio, este policía afirmó que lo identificó “por la forma de vestirse y de moverse”. Cuando le pusieron un vídeo con varias personas encapuchadas en las protestas para que señalara quién podía haber sido, el policía respondió: 

-En ese vídeo, ahora mismo podría ser cualquiera. 

Eso es todo lo que hay. 

Las grabaciones eliminadas por la policía

Pero quizás podría haber habido más. Porque aquella noche hubo más grabaciones en vídeo que las que la defensa encontró para desmontar las acusaciones policiales. La propia policía grabó los incidentes -se aprecia en un vídeo a un policía de pie, calmado y con la cámara en la mano- pero esas grabaciones nunca se han visto. Bueno, sí, las vio la policía y las destruyó porque “técnicamente por su calidad de imagen eran ineficaces desde la perspectiva policial”. La defensa las había reclamado pocos días después de los incidentes pero la policía nunca las entregó a la investigación judicial. ¿Por qué alguien que supuestamente es culpable de tirar una piedra a la policía se arriesgaría a reclamar las grabaciones de la policía? ¿Por qué la policía no dejó que fuera la justicia quien determinara si las imágenes eran útiles para la causa? Las autoridades no investigaron la destrucción de las imágenes. A día de hoy no se sabe qué policía fue quien ordenó su borrado. 

Pero es que todavía quedaban otras imágenes que podían haber aclarado lo ocurrido y que fueron reclamadas también por el abogado de Pablo Alberdi. Eran las grabaciones realizadas desde las cámaras fijas del Palacete del Gobierno de La Rioja justo frente al lugar donde se estaba viviendo la bronca. Pero tampoco se han podido ver. La empresa encargada de la seguridad, Eulen, indicó a los tribunales que esas grabaciones también habían sido eliminadas a pesar de que la empresa tiene la obligación legal de conservarlas ante “la existencia de un delito o incidencia”. Como era el caso. También, a día de hoy, se desconoce quién borró esas imágenes. 

Es decir, la defensa removió Roma con Santiago para conseguir grabaciones de los incidentes, mientras las autoridades borraron sus propias grabaciones. 

El caso tiene muchas más sombras, tantas como la estrambótica acusación contra otro joven, también miembro de la CNT, Jorge Merino -condenado a un año por un delito de desórdenes públicos por dar el discurso  final de la manifestación que, según la jueza, alentó los incidentes-, pero contra quien durante años la fiscalía mantuvo una acusación añadida de, entre otros, un delito de atentado a la autoridad por inducción. Llegaron a pedirle nueve años de cárcel. Sin embargo, Merino no estaba allí cuando se armó la bronca. Él se había marchado después de terminar su discurso porque poco después entraba a trabajar en una empresa en San Adrián, a 52 kilómetros de allí. Ni siquiera se había enterado de las cargas policiales posteriores. Lo demostró con pruebas desde el principio pero la fiscalía tardó tres años en rebajarle la petición de pena a dos años de prisión. Merino también ha recurrido su condena por desórdenes públicos. 

En Logroño llaman a este caso el 'no caso'. Un nombre muy apropiado. 

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Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.

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