Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.
Cuando nieva en Madrid, nieva en España
España se ha convertido en un gran informativo local de Madrid. Telediarios nacionales -y autonómicos que nada tienen que ver con Madrid- han lanzado a sus reporteros a las calles madrileñas, las radios de ámbito estatal han hecho conexiones a pie de calle, los periódicos lo llevan a sus portadas, en las redes sociales nos están contando todo al minuto. Cuando nieva en Madrid, nieva en España, se suele decir, pero esta vez la brasa está siendo de extraordinarias proporciones.
España, un país en el que todo lo que no pase por Madrid tiene vocación de engordar las secciones de noticias provincianas graciosas, está ahora mismo envuelta en el gran debate sobre la restricción del tráfico de los vehículos privados en las ciudades. ¿España? No. Madrid, sí. Pero España, no. Salvo que seas uno de esos madrileños para los que España no es más que una especie de Madrid en versión extendida.
Escuchar hablar, a estar alturas, sobre restricciones de tráfico, movilidad sostenible y transporte público en los términos en los que se está hablando desde Madrid suena casi entrañable desde las ciudades provincianas en las que tenemos superado este debate desde hace mucho -mucho, de verdad- tiempo.
Entre algunos defensores de Madrid Central, por ejemplo, hay un entusiasmo tan desaforado que leo y escucho que Madrid se ha puesto a la vanguardia de las ciudades en esta materia. ¿A la vanguardia? Perdona, Madrid, en otras cuestiones no sé, pero en este asunto, bienvenida al club y los conversos a la cola.
Por poner un ejemplo. Los primeros planes de movilidad sostenible empezaron a implantarse en España en el año 2005. En 2013, en España estaban en marcha ya 195 planes de movilidad sostenible. Y el de Madrid se aprobó en diciembre de 2014, justo el año en el que entró en vigor una ley que decía que si querías recibir ayudas del Estado para el transporte público era obligatorio contar con un plan de estas características.
Por supuesto, Madrid es una ciudad gigantesca y compararla con ciudades de menor tamaño sería injusto, dirán algunos para justificar que nos estén dando clases de movilidad sostenible a la media España que tenemos la asignatura aprobada y estamos ya en la fase avanzada de cómo avanzar hacia una circulación más sana y menos contaminante. Y puede que tengan razón, vale, pero mira, Madrid, vas por el buen camino, sí, pero no nos des lecciones, que más allá hay un país del que podrías aprender muchas cosas.
Pero peor que el tradicional chovinismo condescendiente con el que Madrid, sus políticos, sus periodistas, sus tertulianos, sus casi todo, miran al resto de España, peor todavía es la oposición pachacha que se ha montado contra Madrid Central. En provincias sabemos de sobra que las medidas de limitación del coche en favor del transporte público, la bici y el peatón son polémicas y el camino para hacerlas efectivas está repleto de reticencias y temores; y también sabemos que con el tiempo, sus ventajas son indiscutibles y son asumidas con naturalidad por la opinión pública y los partidos políticos.
Pero lo ocurrido en Madrid supera la tarde más disparatada de 'La Vida Moderna'.
Carmen Rigalt ha escrito sobre el “gueto de Carmena” mencionando la persecución nazi a los judíos en Polonia y el alcalde de Alcorcón ha comparado Madrid Central con el muro de Berlín: “A los comunistas les gusta mucho levantar muros”. Paco Marhuenda tampoco podía faltar a la fiesta: “En el mundo de dirigentes de Podemos son todos gente de dinero, no hay ningún trabajador. Por eso se pueden permitir Madrid Central, que es cosa de ricos”. Y, como dice David Jiménez, muchos medios han cubierto la noticia como si se tratase del desembarco de Normandía. Sin objetividad ni sentido del ridículo.
Están locos estos romanos.
Las críticas menos alteradas a Madrid Central afirman estar de acuerdo con la filosofía de los planes de Carmena pero discrepan en las formas. Y puede que muchas de esas críticas sean sinceras, y que incluso ayuden a reflexionar sobre Madrid Central, pero aquí, desde las olvidadas ciudades de provincias, lo que se intuye es que lo que se está jugando es otra cosa: se trata de atizar con lo que sea a los gobiernos del cambio, a Podemos y a Carmena en particular. Atizar con todo. Con la movilidad sostenible, si hace falta.
Porque, en el fondo, que nos estemos zampando semejante cobertura informativa y polémica política en toda España no tiene que ver sólo con el encomiable esfuerzo de los medios de comunicación y los políticos por lanzar el necesario debate sobre el futuro de nuestras ciudades. Esto va también de que las élites que han mandado (casi) siempre en Madrid, han perdido el poder político y no van a parar hasta recuperarlo. Aunque Madrid se tenga que hundir en el intento.
España se ha convertido en un gran informativo local de Madrid. Telediarios nacionales -y autonómicos que nada tienen que ver con Madrid- han lanzado a sus reporteros a las calles madrileñas, las radios de ámbito estatal han hecho conexiones a pie de calle, los periódicos lo llevan a sus portadas, en las redes sociales nos están contando todo al minuto. Cuando nieva en Madrid, nieva en España, se suele decir, pero esta vez la brasa está siendo de extraordinarias proporciones.
España, un país en el que todo lo que no pase por Madrid tiene vocación de engordar las secciones de noticias provincianas graciosas, está ahora mismo envuelta en el gran debate sobre la restricción del tráfico de los vehículos privados en las ciudades. ¿España? No. Madrid, sí. Pero España, no. Salvo que seas uno de esos madrileños para los que España no es más que una especie de Madrid en versión extendida.