Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.
Cuando el PNV te pide que no hables de (su) corrupción
Hace unos días me contaba un colega muy bien informado -una de esas fuentes que nunca falla- que dirigentes del PNV habían trasladado al Partido Popular que para llegar a acuerdos entre ambas formaciones sería deseable que los populares no azuzaran en público con el caso De Miguel, uno de los mayores casos de corrupción que afecta a los nacionalistas. Una trama -que se juzga desde hace semanas en Vitoria- por la que están sentados en el banquillo exdirigentes del PNV y cargos del Gobierno de Ibarretxe, acusados de cobrar comisiones ilegales y adjudicar contratos irregulares.
La petición del PNV al PP se había producido dentro de las conversaciones que mantienen ambas formaciones desde hace tiempo para normalizar sus relaciones -en Euskadi son socios- y que tienen ahora mismo en el horizonte la posibilidad de que el PNV repita su apoyo a Rajoy en los presupuestos, siempre que se levante el 155 en Cataluña.
Como es obvio, el PNV dice que es “radicalmente falso” y que nunca se puso esa cláusula al PP. Y puede que sea así, pero la historia que me contaban es verosímil por múltiples razones, pero especialmente por una: todo esto ha ocurrido con anterioridad en varias ocasiones.
En 2010 se conoció que un dirigente del PNV había estado espiando a rivales políticos y personajes conocidos de la ciudad de Vitoria. Ese dirigente era Aitor Tellería y se apoyaba en varios ertzainas para realizar esas tareas de espionaje. La fiscalía abrió una investigación y el escándalo terminó en los tribunales. Un histórico militante del PP Santiago Abascal (el padre de Santi Abascal, dirigente de Vox) se personó como acusación en el procedimiento al entender que había sido víctima del espionaje. “Pero un acuerdo presupuestario cerrado en Álava entre el PNV y el PP tuvo como letra pequeña que Abascal saliera del procedimiento antes del juicio. El protagonista, en privado, siempre renegó de ello”, escribe el periodista de eldiarionorte.es Iker Rioja en ‘Dentro de lo normal’, su libro sobre la corrupción vasca. Tellería fue absuelto por aquella causa y hoy en día se enfrenta a una petición de 32 años de cárcel por el cobro de comisiones ilegales en el ‘caso De Miguel’.
El PP no es el único partido que ha recibido mensajes del PNV para que eviten dar demasiado protagonismo público a la corrupción vasca. Hace unos años, un dirigente muy destacado de EH Bildu me confesaba que a ellos también el PNV les había realizado la misma recomendación: si querían asentar las relaciones entre ambos partidos, Bildu tendría que dejar de atizar con los chanchullos del PNV. Eran los tiempos en los que la formación abertzale gobernaba en Gipuzkoa y había levantado varias alfombras en las que se escondían corruptelas de anteriores gobernantes del PNV.
EH Bildu hizo bandera de su lucha contra la corrupción del PNV pero en las elecciones municipales y forales de mayo de 2015 se pegó el batacazo electoral y perdió la Diputación de Gipuzkoa y el Ayuntamiento de San Sebastián. La coalición abertzale llegó a la conclusión de que el enfrentamiento sin complejos con el PNV no solo no le reportaba apoyos sino que incluso le hacía perderlos.
En la actualidad, EH Bildu ha rebajado su tono sobre los casos de corrupción que afectan al PNV, e insiste en que su intención es alcanzar un gran acuerdo de país con la formación de Ortuzar para avanzar en el soberanismo. Casualmente (o no) el parlamentario de EH Bildu que con mayor dureza denunciaba la corrupción vasca en el Parlamento vasco, Igor López de Munain -llegó a enumerar en la tribuna una lista de empresas ‘amigas’ del PNV-, no repitió en las listas electorales y ya no es diputado en Vitoria.
Por su parte, el PSE ha sido casi siempre un aliado fiel del PNV en ayudarle a capear las tormentas que surgen sobre los tejemanejes de El Oasis Vasco. No ha necesitado que el PNV insista demasiado. Incluso dirigentes del PSE -por aras de sus buenas relaciones con el PNV que han culminado en el Gobierno de coalición actual en Euskadi- se han encargado de entorpecer la investigación política de corruptelas que los propios socialistas habían descubierto en los años en que Patxi López gobernó en Euskadi.
Uno de los casos más claros de esta componenda ocurrió en 2014 cuando José Ignacio Martínez Churiaque, el presidente del Tribunal Vasco de Cuentas Públicas, denunció que los consejeros de PNV y PSE en ese tribunal habían eliminado doce folios del informe de los auditores sobre las irregularidades en las ayudas públicas a Epsilon, el sueño de un equipo de Fórmula 1 que fue regado con dinero público y terminó peor que el aeropuerto de Castellón. Según la denuncia de Churiaque, además de arrancar una docena de folios, los consejeros de PNV y PSE habían incorporado valoraciones que no estaban soportadas documentalmente para conseguir cambiar el sentido del informe y poder concluir que las ayudas estaban en regla.
A Martínez Churiaque lo pasaron a cuchillo. Se había atrevido a desenmascarar el funcionamiento del Tribunal Vasco de Cuentas. Los auditores, técnicos contrastados y profesionales, hacían su trabajo sin mácula. Pero cuando sus informes se elevaban al consejo del Tribunal de Cuentas, los partidos políticos los recortaban, suavizaban o simplemente se cambiaban cromos entre ellos. Algunas irregularidades salían a la luz pero otras muchas se quedaban en el camino.
Casualidad (o no) a Martínez Churiaque le ha seguido en el puesto al frente del Tribunal de Cuentas José Luis Bilbao, exdiputado general de Bizkaia y uno de los políticos más poderosos del PNV durante mucho tiempo. Bilbao es conocido por afirmar que no escribirá unas memorias en las que podría hablar de “los que hacían pagos con fajos de billetes sin demostrar su origen” o “los que tenían grandes sumas de dinero en paraísos fiscales y cuyos nombres no salen a la luz”. Todo atado y bien atado.
Podría seguir hablando de las llamadas de Sabin Etxea a EITB cuando la corrupción vasca adquiere demasiada relevancia en los informativos de los medios públicos, o de la benévola estrategia judicial del Gobierno vasco cuando tiene que acusar a presuntos corruptos del PNV y prefiere mirar hacia otro lado. O de otros muchos ejemplos más. Pero ya lo saben, la recomendación es no insistir demasiado con este asunto. Cuando terminen de leer este artículo, olvídenlo todo por favor. Por el bien de Euskadi. Y por el suyo propio.
Hace unos días me contaba un colega muy bien informado -una de esas fuentes que nunca falla- que dirigentes del PNV habían trasladado al Partido Popular que para llegar a acuerdos entre ambas formaciones sería deseable que los populares no azuzaran en público con el caso De Miguel, uno de los mayores casos de corrupción que afecta a los nacionalistas. Una trama -que se juzga desde hace semanas en Vitoria- por la que están sentados en el banquillo exdirigentes del PNV y cargos del Gobierno de Ibarretxe, acusados de cobrar comisiones ilegales y adjudicar contratos irregulares.
La petición del PNV al PP se había producido dentro de las conversaciones que mantienen ambas formaciones desde hace tiempo para normalizar sus relaciones -en Euskadi son socios- y que tienen ahora mismo en el horizonte la posibilidad de que el PNV repita su apoyo a Rajoy en los presupuestos, siempre que se levante el 155 en Cataluña.