Elena Zudaire (Pamplona, 1976) es vitoriana de adopción desde hace 14 años. Licenciada en Periodismo ha ejercido en la radio y la prensa local y vasca. Hace cuatro años cambió su rumbo profesional hacia la gastronomía inaugurando la escuela de cocina 220º pero sigue vinculada a la comunicación con colaboraciones habituales como esta columna, una mirada con un punto ácido hacia una ciudad en constante cambio.
Basurillas
El servicio de limpieza municipal está hecho un asco. Los problemas asolan desde hace tiempo a esta contrata que FCC se llevó hace ocho años gracias al entonces alcalde Alfonso Alonso y que ha tenido que ser prorrogada desde el mes de julio en que debía ser sustituida o renovada porque el Ayuntamiento gasteiztarra no sacó a concurso su contratación. Vamos, que los unos por los otros, la casa sin barrer.
A las puertas de su posible renovación/sustitución, FCC ha recibido un tironcillo de orejas de nuestro sabio y magnánimo alcalde, cuyo colega y ahora ministro de Sanidad nos dejó en herencia los servicios de esta empresa a cambio de algunas prebendas que pagamos usted y yo. Les refresco la memoria, que seguro que ya de les ha olvidado... Son tantas cosas, ¿verdad? Corría el año 2006 cuando nuestra ciudad vivió su propia época del pelotazo. Alfonso Alonso lo vio claro: Vitoria se merecía una plaza de toros como dios manda porque no había otra cosa en el mundo que nos hiciera más falta. Total, que por el bien nuestro adjudicó la contrata de limpieza a FCC tras un proceso controvertido y malabarístico a cambio de que esta empresa, que lo mismo te limpia la calle que te construye un edificio de pisos, levantara la obra magna por la que le recordaríamos todos (en eso no se equivocó) y urbanizara el parcelón colindante. Una vez más, no sé cómo pudimos permitir aquello, no sé cómo lo permitió la oposición, pero lo cierto es que ocurrió. FCC entro en Vitoria por la puerta grande para quedarse ocho años nada más y nada menos.
Al mismo tiempo, al parecer, algo hubo en aquella negociación que supuso un cambio de cromos por el que el entonces edil de Medio Ambiente, José Antonio Pizarro, montó una consultoría ambiental en Medina de Rioseco, provincia de Valladolid, cuyo prácticamente único cliente era… ¡Bingo!: FCC. Al parecer, y según desveló hace poco El País, Pizarro facturaba mensualmente 18.000 euretes del ala a la contrata por sus servicios, que oye, pues es un sueldito. Y nadie hizo nada tampoco, a nadie se le ocurrió investigar. El caso es que ahora mismo Alonso es Ministro de Sanidad y dudo mucho que ni a él ni a Pizarro los problemas con las basuras les importen lo más mínimo.
Les cuento todo este rollo porque tras varios años de quejas y más quejas sobre el proceder de FCC, tras las dificultades que soportan sus empleados, subrogados de empresa en empresa, tras denunciar el mal estado en que se encuentra la maquinaria para desempeñar su trabajo, tras los dimes y diretes entre la empresa y el Consistorio por decisiones tomadas por ésta de forma unilateral e incumplimientos de contrato, tras las quejas ciudadanas, sobre todo en Salburua y Zabalgana, por los contenedores a rebosar de caca y, sobre todo, tras ocho años de plaza de toros multiusos que no sirve para nada, que pagamos usted y yo y que hemos de llenar de ferias de la cerveza y similares para darle un uso, Javier Maroto se ha enfadado muchísimo con Fomento de Construcciones y Contratas y les ha abierto, atención, no uno, ni dos, sino ¡tres! expedientes sancionadores que podrían acabar en una multa de 15.000 euros.
Si lo comparamos con lo que les facturaba Pizarro al mes, pues vaya, no es mucho para una empresa que puede sacar ese dinero de la cartera y aún le sobraría para invitar a comer a Maroto. Pero a nuestro alcalde no le achanta nadie, ni siquiera una de las firmas que domina el país y que es más famosa que Don Limpio. Porque nuestro alcalde quiere dejar claro que, aun en este período de prórroga que FCC acomete sin muchas ganas, Vitoria es y será 'green', con su seto conmemorativo en la Virgen Blanca y sus calles impolutas.
Así que más nos vale sacar las escobas y mantener nuestra calle limpia porque los operarios no dan para más y a la empresa se la trae al pairo. Recen para que el pliego de condiciones de la próxima adjudicación esté listo en breve y se lleve a cabo el concurso público lo antes posible. También aprovecho para recordarles, como decía mi abuela, que “no es limpio el que limpia, sino el que no mancha”, por si esta máxima nos sirve de algo, y para decirles a los guarros de mi barrio que la recogida neumática sólo es efectiva cuando uno deposita la bolsa dentro del buzón, no al lado, y le da a la palanca para que ésta caiga abajo y pueda ser succionada. Que igual hay alguno/a que todavía no se ha enterado. Desde luego, tengan claro que ni Alonso ni Pizarro vendrán a recordárselo.
El servicio de limpieza municipal está hecho un asco. Los problemas asolan desde hace tiempo a esta contrata que FCC se llevó hace ocho años gracias al entonces alcalde Alfonso Alonso y que ha tenido que ser prorrogada desde el mes de julio en que debía ser sustituida o renovada porque el Ayuntamiento gasteiztarra no sacó a concurso su contratación. Vamos, que los unos por los otros, la casa sin barrer.
A las puertas de su posible renovación/sustitución, FCC ha recibido un tironcillo de orejas de nuestro sabio y magnánimo alcalde, cuyo colega y ahora ministro de Sanidad nos dejó en herencia los servicios de esta empresa a cambio de algunas prebendas que pagamos usted y yo. Les refresco la memoria, que seguro que ya de les ha olvidado... Son tantas cosas, ¿verdad? Corría el año 2006 cuando nuestra ciudad vivió su propia época del pelotazo. Alfonso Alonso lo vio claro: Vitoria se merecía una plaza de toros como dios manda porque no había otra cosa en el mundo que nos hiciera más falta. Total, que por el bien nuestro adjudicó la contrata de limpieza a FCC tras un proceso controvertido y malabarístico a cambio de que esta empresa, que lo mismo te limpia la calle que te construye un edificio de pisos, levantara la obra magna por la que le recordaríamos todos (en eso no se equivocó) y urbanizara el parcelón colindante. Una vez más, no sé cómo pudimos permitir aquello, no sé cómo lo permitió la oposición, pero lo cierto es que ocurrió. FCC entro en Vitoria por la puerta grande para quedarse ocho años nada más y nada menos.