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OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada

Súper Maroto

Que tiemble el Imperio Otomano que arrasa nuestra pequeña Vitoria-Gasteiz. Nuestro querido alcalde, Javier Maroto, ha decidido desempolvar el traje de súper héroe y salir volando por la ventana de su despacho para salvarnos de los moros gorrones. Fuera corbata, fuera traje. ¿Qué es aquello que sobrevuela nuestros cielos? Se preguntarán. ¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¡No! ¡Es súper Maroto!

Súper Maroto no empleará para justificarse ningún dato fiable para luchar contra los inmigrantes que, según él y su oráculo, dilapidan las arcas públicas. Sigue sin presentar los famosos datos que prometió. Pero no le hacen falta. Tiene en su mano la verdad absoluta sobre lo que realmente ocurre en la ciudad y está dispuesto a buscar el apoyo ciudadano con una idea que le ha venido a la cabeza como a Arquímedes su principio cuando se metió en la bañera: ¡¡Eureka!! ¡Una recogida de firmas!

Sí, sí, lo han leído bien. Javier Maroto enfundado en sus mallas de súper héroe está convencido de que conseguirá 30.000 firmas para llevarlas con un lazo rosa al Parlamento vasco y sacar adelante una ILP o iniciativa legislativa popular, ese derecho ciudadano que nos permite elevar ante el poder legislativo la posibilidad de cambiar o promulgar una ley. Seguro que les suena la que intentó llevar a cabo la activista Ada Colau contra los desahucios con casi millón y medio de firmas. Sí, esa a la que después nuestros solidarios gobernantes de PP hicieron la pedorreta y se quedó en agua de borrajas.

Y seguro que también le suena por la reciente recogida de firmas de la Plataforma Fraking EZ Araba que se acaba de presentar ante el Parlamento vasco, con más de 103.000 adhesiones. Precisamente éste es el ejemplo que Súper Maroto ha puesto para justificar su brillante idea. Más o menos ha venido a decir que si los abertzaloides pueden recoger firmas contra el fraking (porque todos los que hemos firmado en contra de la fractura hidráulica somos de la ETA que mata y espanchurra, eso lo sabe todo el mundo), pues él no va a ser menos. Que se note el poder ciudadano, que hable el pueblo. Que no se diga que Javier Maroto no escucha a sus vasallos.

Lo que quiere Javier Maroto con su ILP, dice él, es que se acaben los “sueldos vitalicios” que parece que les estamos pagando a los inmigrantes, sobre todo a los moros. Cantidades que superan con creces a la pensión de “un currela que ha estado 40 años deslomándose en una fundición”. Porque Maroto y los miembros de su partido, de todos es sabido, son personas que siempre ha estado al pie de la calle, preocupándose por el pueblo llano, por los obreros, por los autónomos como usted y como yo, por los que no llegan a fin de mes ni queriendo. Y que un pensionista tenga una retribución irrisoria, y esto también lo sabe todo el mundo, sólo es culpa de los inmigrantes, magrebíes y árabes, vagos y maleantes, que se llevan nuestro dinero sin pegar un palo al agua.

“Vamos a ir a las tiendas a los bares, a los centros comerciales y a los barrios para pedir a la gente que si cree en lo que les digo, que firme”, dice el acalde. Pero no se preocupen. Súper Maroto, como buen súper héroe que es, no va a permitir que a nadie se le señale con el dedo por firmar su iniciativa xenófoba. Abrirá una oficina discreta donde poder apoyar su delirio. Y tampoco serán nuestras arcas tan mermadas por los malditos moros las que paguen esta recogida de firmas; será su partido, el Partido Popular, el que corra con todos los gastos. Igual hasta le puede pedir algo de calderilla a su colega, el diputado general Javier de Andrés que, seguro que se han enterado, anda sobrado de dinero en metálico.

Se me pone la piel de gallina de pensar que exista una pequeña posibilidad de que Súper Maroto consiga su objetivo. De que haya no mil, ni cien, ni diez, sino una sola persona que se acerque a hurtadillas a la oficina fantasma y estampe su firma en ella. Dice el alcalde que ha recibido cienes y cienes de llamadas de ciudadanos prestándole su apoyo. Alucinante.

Mientras, el lehendakari Iñigo Urkullu intenta frenarle y le advierte de que su gran idea no hará otra cosa que aumentar la crispación. Y le pregunta algo que nos preguntamos muchos: por qué narices no emplea su condición de parlamentario para levar a trámite la modificación de la renta de garantía de ingresos por la vía legislativa. Súper Maroto responde que es muy importante que hable “la fuerza de la calle”. Pero, en el fondo, el alcalde sabe que su iniciativa parlamentaria quedaría en nada al estar su partido en minoría. Y también sabe que su rédito electoral será mucho mayor alargando su gesta hasta más allá de mayo del año que viene.

Eso sí, por si acaso, Súper Maroto se cubre las espaldas. Y si mañana un grupo de descerebrados sale a la calle con un bate de beisbol y le revienta la cabeza a un magrebí, él se lava las manos de antemano: No asumo posibles actitudes xenófobas. No las comparto y las condenaría”, sentencia. Faltaría más.

Que tiemble el Imperio Otomano que arrasa nuestra pequeña Vitoria-Gasteiz. Nuestro querido alcalde, Javier Maroto, ha decidido desempolvar el traje de súper héroe y salir volando por la ventana de su despacho para salvarnos de los moros gorrones. Fuera corbata, fuera traje. ¿Qué es aquello que sobrevuela nuestros cielos? Se preguntarán. ¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¡No! ¡Es súper Maroto!

Súper Maroto no empleará para justificarse ningún dato fiable para luchar contra los inmigrantes que, según él y su oráculo, dilapidan las arcas públicas. Sigue sin presentar los famosos datos que prometió. Pero no le hacen falta. Tiene en su mano la verdad absoluta sobre lo que realmente ocurre en la ciudad y está dispuesto a buscar el apoyo ciudadano con una idea que le ha venido a la cabeza como a Arquímedes su principio cuando se metió en la bañera: ¡¡Eureka!! ¡Una recogida de firmas!