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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

El ataque de 'súper multón'

Soy fan del policía municipal al que han expedientado por cogerse la justicia por su mano, aparcar el radar móvil en dos puntos no autorizados por el Ayuntamiento de la ciudad y extender nada más y nada menos que 205 multas de tráfico en dos días. Lo sé, suena fatal que sea fan de este policía, a punto de jubilarse y de vacaciones mientras le expedientan. Pero, qué quieren que les diga, la historia tiene gracia de principio a fin.

Tuvo gracia que el consistorio gasteiztarra pusiera en marcha un radar móvil con el fin de mejorar la seguridad vial de Vitoria. Tiene gracia per se que se pusiera en marcha esta herramienta, tras la que subyace que en la capital alavesa hay más de un conductor y conductora, más de dos y más de tres que se saltan las normas de tráfico a la torera y que la única medida que existe para que las acatemos, al parecer, no es acordarnos de que tuvimos que pasar un examen en la autoescuela sino de que mamá administración nos ponga a un vigilante para que no seamos traviesos. Tuvieron gracia todas las fotos del famoso Ford Focus que colgaron los usuarios en las redes sociales y la avalancha de llamadas al 010 para erradicar este radar, al que tildaron de afán recaudatorio. Y tuvo gracia que el propio Ayuntamiento, para evitar que hordas de conductores y conductoras quemaran con antorchas las oficinas de Hacienda, diera carpetazo al asunto no sólo circunscribiendo la actuación del popó multón a 50 ubicaciones fijas en la ciudad, sino además publicando en su web el mapa de lugares donde los usuarios debían ser más cumplidores de las normas de tráfico al circular.

Pero hete aquí que un policía municipal, al parecer dos días antes de jubilarse, agarró el radar móvil y lo ubicó en dos puntos estratégicos de paso de vehículos diarios que estaban fuera de ese mapa: la calle Urartea y la calle Zurrupitieta. Son lugares, para que nos entendamos, en los que los conductores/as, entre otras cosas, se pasan la señal de limitación de velocidad interurbana a 50 kilómetros por hora por el arco del triunfo, por decirlo suavemente. Los motivos que llevaron a este agente a cometer semejante maldad viaria se desconocen todavía. Pero lo cierto es que en dos días extendió 205 multas de tráfico. Así, de un plumazo. Multas que, además, ya han sido tramitadas, por lo que su expediente administrativo no influirá a priori en revocarlas. Y recargos que, en algún caso, traspasarán la frontera de la sanción económica y restarán varios puntos del carnet de los sancionados. Zas, en toda la boca.

Lo que me falta por saber en esta historia es cuántas multas se extienden en dos días en los puntos en los que el radar móvil se vuelve visible para los automovilistas gasteiztarras. Porque si son más de doscientas, no hay más que hablar. Pero si son cinco, diez o veintiocho, entonces igual es que el radar móvil no está cumpliendo con su función vigilante y, al saberse su ubicación, quienes van al volante deciden dar rienda suelta a la transgresión de las normas viarias en otros muchos puntos de la ciudad. Tampoco se cotejan estos datos con el número de atropellos a ciclistas o a peatones, cifras que nos servirían para completar aún más este diagnóstico.

Que hay quienes pasan de cumplir con la normativa sucede, ustedes lo saben bien, en todos los ámbitos de la vida y en el tráfico también. La única ligera diferencia es que en este tema la cosa se puede saldar con mandar a un peatón al otro barrio o tener la espalda partida en dos por los restos. Y sé que alguno me dirá que no es la primera vez que vierto en esta columna mis opiniones reticentes respecto a la movilidad en Vitoria. Seguramente tendrán razón. Sólo sé que veo a diario (repito, a diario) coches que se saltan los semáforos en determinados puntos de la ciudad, que circulan a más de 50 kilómetros por hora porque consideran que cumplir con esta limitación de velocidad es un coñazo, que no ceden a los peatones en los pasos destinados para ello, que no ceden a quienes circulan por el interior de una rotonda, que aparcan en doble fila para dejar al niño en el cole y, de paso, tomarse un cafelito, que pasan de usar los intermitentes (¿para qué habrán inventado esas lucecicas laterales?), que circulan a toda leche por las estrechas calles del Casco Histórico sin visibilidad para reaccionar…

No digo yo que todas las multas sean justas, me temo. Porque para algunos agentes ese poder de extender sanciones a veces parece convertirles en los malotes del barrio dispuestos a amedrentar al primero que pillan. Pero también reconozcamos que la conducción en Vitoria tampoco es ejemplar, que digamos. Y si ya le sumamos al cóctel el hecho de que algunos empleen el volante para aliviar las frustraciones del día, agárrense los machos.

Así que sí. Soy fan de este agente a punto de jubilarse que, en plan kamikaze, quiso recobrar el sentido originario del radar móvil, al menos durante los dos últimos días de su ejercicio, y mostró parte de la realidad en la conducción en Gasteiz. Yo que él, alargaba las vacaciones un poquito más. Confío en que el Plan de Movilidad Sostenible sepa reeducarnos porque los esfuerzos de los colegios y las autoescuelas no parecen ser suficientes.

Soy fan del policía municipal al que han expedientado por cogerse la justicia por su mano, aparcar el radar móvil en dos puntos no autorizados por el Ayuntamiento de la ciudad y extender nada más y nada menos que 205 multas de tráfico en dos días. Lo sé, suena fatal que sea fan de este policía, a punto de jubilarse y de vacaciones mientras le expedientan. Pero, qué quieren que les diga, la historia tiene gracia de principio a fin.

Tuvo gracia que el consistorio gasteiztarra pusiera en marcha un radar móvil con el fin de mejorar la seguridad vial de Vitoria. Tiene gracia per se que se pusiera en marcha esta herramienta, tras la que subyace que en la capital alavesa hay más de un conductor y conductora, más de dos y más de tres que se saltan las normas de tráfico a la torera y que la única medida que existe para que las acatemos, al parecer, no es acordarnos de que tuvimos que pasar un examen en la autoescuela sino de que mamá administración nos ponga a un vigilante para que no seamos traviesos. Tuvieron gracia todas las fotos del famoso Ford Focus que colgaron los usuarios en las redes sociales y la avalancha de llamadas al 010 para erradicar este radar, al que tildaron de afán recaudatorio. Y tuvo gracia que el propio Ayuntamiento, para evitar que hordas de conductores y conductoras quemaran con antorchas las oficinas de Hacienda, diera carpetazo al asunto no sólo circunscribiendo la actuación del popó multón a 50 ubicaciones fijas en la ciudad, sino además publicando en su web el mapa de lugares donde los usuarios debían ser más cumplidores de las normas de tráfico al circular.